
Cadena nacional de Javier Milei en compañía de todo el gabinete para cerrar la jornada del esperado acuerdo con el FMI. La puesta en escena, cuidada, y el discurso apuntaron expresamente a un cuadro que mezcla diferentes trazos de tensiones para la gestión: turbulencias globales de los mercados y también inquietantes cuestiones económicas domésticas -desde el dólar y las reservas al impactante número de la inflación de marzo-, además de una sucesión de tragos políticos amargos. El Presidente eligió un tono moderado para el mensaje, pero le dio al trato con el Fondo una trascendencia que supera por mucho la coyuntura, un carácter de pieza que faltaba para una etapa casi fundacional del país. La realidad, de todos modos, es bastante más compleja.
El clima interno del oficialismo y la decisión de reforzar la señal a los mercados antes del debut de la nueva política cambiaria alimentaron la idea de coronar el anuncio del acuerdo con el mensaje en cadena, de poco más de veinte minutos, un viernes por la noche. Antes, había sido difundida una postal de los funcionarios escuchando los anuncios de Luis Caputo: el final del Cepo -lo más destacado por Milei- y el nuevo esquema para el dólar, junto a precisiones sobre los desembolsos del FMI y la suma de otros aportes externos. Unas horas antes, los títulos habían sido ganados por el IPC de marzo, que superó los pronósticos más pesimistas y anotó 3,7%.
La semana, además, venía marcada por la continuidad de datos políticos negativos para Olivos. De entrada, fue el capítulo final de la fallida estrategia de pliegos para la Corte Suprema, con la renuncia al tribunal de Manuel García-Mansilla. Y después, el avance opositor con el criptogate en Diputados y la marcha atrás del oficialismo con la apurada movida para tratar sin garantías de éxito el proyecto de Ficha Limpia en el Senado. Aunque parezca un contrasentido, la mejor noticia para el Gobierno había sido el paro de la CGT, que resulto módico y le permitió volver al discurso contra la “casta”, en este caso gremial, a pesar de haber frenado iniciativas de reforma laboral y sindical para negociar con jefes cegetistas.
El anunciado fin de las restricciones cambiarias dejó un título destacado, quizá el más directo en la elaboración del mensaje para el público en general. “Eliminamos el cepo para siempre”, dijo el Presidente. Pero la señal, en cuanto a los mercados, fue más amplia y, de hecho, ocupó el tramo inicial de la cadena. Milei, de hecho, apuntó a dar por cerrada la etapa que llamó de “saneamineto”, en los planos fiscal, monetario y cambiario. Y después apuntó al momento global que se vive, muy diferente al del inicio de las gestiones con el FMI.
Milei utilizó el término “acorazado” para referirse a la situación del país frente a las “turbulencias externas”, generadas por la guerra tarifaria que sacude globalmente a los mercados financieros y proyecta efectos al menos complicados en la economía general. Completó con una afirmación positiva sobre su propia gestión: sostuvo que no queda espacio para las “turbulencias autoinfligidas”, tema casi excluyente antes de los temblores de estos días en el frente externo.
Por supuesto, sin decirlo, ese tramo de la cadena nacional busca despejar inquietudes sobre las reacciones iniciales frente a los anuncios, en la corta semana que viene. El Gobierno expone un giro en política cambiaria, apoyado en el acuerdo con el FMI que, a la vez, reconoce el problema de arrastre con el precio del dólar. El sistema de bandas de flotación, entre los 1.000 y los 1.400 pesos, va de la mano con la posibilidad de intervención desde el Estado. Y ese margen está atado al compromiso de acumulación de reservas y al ajuste del 1% mensual.

Eso último, también como renovado test, se relaciona de manera directa con las marcas de la inflación. Milei incluyó un tramo expreso de su discurso a lo que horas antes acababa de informar el INDEC. El IPC de marzo sorprendió a consultores -y a funcionarios- no por que diera a la suba, sino por el número del salto. El Presidente buscó ser enfático en este punto. Repitió que la inflación sería derrotada sin vueltas: dijo que va a “colapsar” inevitablemente y que “va a desaparecer tarde o temprano”.
En esa línea, calificó como un hecho provocado -habló de políticos y economistas que apuntan contra su gobierno- la interrupción del proceso de “desinflación”. En rigor, cualquier analista que sigue el tema advertiría que ese tampoco fue hasta ahora un camino rectilíneo. Sin embargo, el 3,7% de marzo alimenta otra preocupación: el punto sería el retroceso en la tendencia al sucesivo quiebre de pisos. Con bajas y, a veces, pequeños retrocesos, hasta ahora se venían dejando atrás escalones que llevaban meses abandonar.
Después del arranque socialmente angustiante del año pasado, herencia directa de la gestión de Alberto Fernández y CFK, desescalar significaba bajar el registro a un dígito. Ocurrió en abril. De manera veloz, el segundo cuatrimestre siguió esa línea y se movió algo por encima de los 4 puntos porcentuales. El último cuatrimestre terminó con cifras por debajo de los 3 puntos. Y siguió así en el inicio del 2025: enero marcó 2,2%, febrero subió al 2,4%. Marzo, en cambio, sacudió el registro con la cifra referida.
A los factores propios del mes, Milei le sumó la descarga propia al hablar de un efecto causado políticamente. Como parte de las renovadas pruebas para el Gobierno, la inquietud no expuesta abiertamente se vincula con el peso de la contención inflacionaria en el capital político del oficialismo, justo además en momentos de definiciones electorales. En esa línea, asoman dos cuestiones. Una, vinculado directamente al análisis de los rubros del IPC: fuera del previsible aunque muy notorio pico del rubro educativo, pesaron muy por encima del promedio los renglones de alimentos y bebidas, y ropa y calzado. Eso fue notorio además en el GBA. El otro dato es la precipitación del calendario electoral: el domingo se vota en Santa Fe.
La elección santafesina de constituyentes abre un calendario que ya suma media docena de comicios provinciales, entre ellos la competencia porteña en mayo y el capítulo bonaerense en septiembre. Mezclan diferentes desafíos, desde la dura pelea entre macristas y libertarios en la Ciudad -que da chances únicas al peronismo en el distrito-, hasta la interna kirchnerista y las alianzas aún sin coronar en la provincia.
El mensaje presidencial dejó también un par de pinceladas menores y asociadas al juego político propio. En el final del discurso, con tono de campaña, el Presidente hizo una referencia amplia a la etapa que se abriría para el país en general y mencionó una pocas provincias, una de ellas Santa Fe, primer distrito que va a elecciones y estreno de un armado de Karina Milei. En el escenario montado para la cadena nacional, junto a los funcionarios, una silla fue ocupada por Martín Menem. Como es habitual, no fue convocada Victoria Villarruel.
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