
George Mullen es un expresidente de Estados Unidos que, tras años de retiro, es llamado nuevamente a la acción cuando un ciberataque masivo amenaza con colapsar el país. La serie Zero Day, protagonizada por Robert de Niro es uno de los más recientes éxitos de Netflix por su historia y también porque es capaz de interpelar a la sociedad actual: basta con un apagón para desestabilizar a un mundo que cada vez depende más de los dispositivos electrónicos.
Zero Day lo exacerba con su efecto dominó; el apagón trae un colapso que incluye vulnerabilidad informática y la posible caída de un gobierno. Lo que pasa en la realidad puede no ser concretamente así pero la ficción sirve para hacernos una serie de preguntas bien tangibles.
Desde lo más funcional -cómo mejoramos las redes energéticas, por ejemplo- a lo más profundo: ¿qué hace la sociedad para que las redes energéticas de los países no se saturen?
Repasemos: en los últimos meses varios países de América Latina han sufrido cortes masivos de electricidad que han puesto en evidencia la fragilidad de sus sistemas eléctricos. El 25 de febrero de 2025, Chile experimentó un apagón que dejó sin servicio a más del 90% de su población, provocado por una falla en una línea de transmisión de alta tensión. Semáforos sin funcionar y el cierre del metro de Santiago fueron otros elementos que completaron una jornada caótica.
No fue el único caso: Buenos Aires enfrentó dos cortes de electricidad en menos de 24 horas, el 4 y 5 de marzo de 2025, afectando a más de 600,000 personas durante una intensa ola de calor. Estos sucesos fueron una redundancia de lo que sucedió en 2024 en la región; cerca de 1.3 millones de personas permanecieron sin electricidad en octubre en San Pablo, y en Ecuador - a partir de septiembre - hubo que racionar el uso energético a 12 horas diarias por una crisis que fue consecuencia de las fuertes sequías.
Como muchas de las conversaciones relevantes, la Inteligencia Artificial está en el eje del nuevo paradigma de gestión energética. Algunos de sus impactos positivos giran en torno a la optimización de procesos para generar energías renovables como la solar o la eólica, y al desarrollo de plataformas para coordinar el sistema energético. En concreto: que no se gaste energía cuando no hay demanda.
En Latinoamérica se fundó Splight, una startup que aplica IA para evitar la congestión en redes eléctricas, que es uno de los principales obstáculos en el proceso de transición energética. Utiliza datos y algoritmos en tiempo real para que los recursos renovables funcionen como activos capaces de otorgar flexibilidad a las redes de potencia.
Hay otro posible uso de la tecnología del que no se habla tanto y podría generar resultados positivos: el micro learning. Puede parecer secundario, pero una app que premie por los buenos usos de energía iría al otro punto clave del problema: la conciencia sobre nuestras acciones individuales.
Recientemente los modelos de Inteligencia Artificial generativa le permitieron a los usuarios transformar de forma gratuita fotos de personas de la vida real según los parámetros del Estudio Ghibli. Los recuerdos de carne y hueso al animé en pocos segundos. Como muchas de las últimas innovaciones fue furor: superestrellas y personas de todos los países compartieron imágenes de este tipo en sus redes sociales. Dejó secuelas: 216 millones de litros de agua se fueron en la última tendencia viral de redes sociales, según datos recogidos por el Washington Post en colaboración con investigadores de la Universidad de California.
Los ejemplos citados ilustran una verdad irrefutable: la tecnología es parte de la solución, pero también puede ser la nafta que expanda el incendio. El caso de los smartphones es icónico: los dispositivos móviles comenzaron siendo un buen aliado para estar bien comunicados, pero hoy son una externalidad del cuerpo en una sociedad saturada de mensajes. Impacta en el gasto de energía para cargar sus baterías y en la salud mental. El psicólogo social y bestseller, Jonathan Haidt, lo sintetiza: crecer en el mundo virtual fomenta la ansiedad, la anomia y la soledad.
Dentro de un contexto de avances sin precedentes las compañías tecnológicas juegan un rol fundamental. Es necesario repensar las visiones para aplicar desarrollos con una estrategia concreta de usos responsables y así potenciar el gran valor que tiene la tecnología para impulsar la eficiencia energética.
De esta manera, sí, son las mejores aliadas para una sociedad sostenible.
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