
Las últimas semanas mostraron un clásico de la economía argentina: la necesidad (o urgencia) de un acuerdo con el FMI para evitar una crisis cambiaria y -en teoría- eliminar restricciones cambiarias. Se acordó un préstamo adicional de USD 20.000 millones. El respirador financiero que Argentina le sigue pidiendo a los mercados internacionales es caro.
Lo que se sigue pasando por alto en la discusión sobre cuál régimen monetario más le conviene a Argentina, me parece, es que -en términos de cuántos dólares se necesitarían- dolarizar es más barato que sostener el peso.
Empecemos por la situación actual. El Gobierno estaría necesitando USD 20.000 millones para poder salir del cepo evitando un salto cambiario. Supongamos que este monto es suficiente para cumplir ese objetivo, es decir, para hacer frente a una abrupta e instantánea demanda de dólares en el mercado. Pero no hay una genuina demanda de pesos a este tipo de cambio: lo que hay es cepo y zanahoria (carry trade).
Si el objetivo es mantener el crawling peg, entonces dicho préstamo no soluciona el problema de “evitar un salto cambiario”: sólo patea el problema para adelante y lo complica, agregando a la futura demanda de dólares los intereses del carry trade.
Una dolarización es más barata en dos sentidos. En primer lugar, como ya hemos repetido numerosas veces, no son necesarios USD 20.000 millones de manera abrupta e inmediata. En Ecuador y El Salvador, canjear todo el circulante por dólares llevó entre 9 y 24 meses, respectivamente. Salvo en el caso de una corrida bancaria (poco probable), dolarizar depósitos y otros activos financieros no requiere “dólares cash”.
Salvo en el caso de una corrida bancaria (poco probable), dolarizar depósitos y otros activos financieros no requiere “dólares cash”
Sostener que para dolarizar no es necesario tener todos los dólares el día uno no es una hipótesis teórica. Los datos muestran que, al año de haber dolarizado, el Banco Central de Ecuador (BCE) no sólo no perdió reservas, sino que las había aumentado, a pesar de haber dolarizado la totalidad del circulante. Una manera de cancelar la idea de una dolarización es insistir con que hay que hacerlo de una forma imposible, que nada tiene que ver con lo que se hizo en esos países.
El segundo motivo por el cual dolarizar es más barato que mantener este régimen cambiario es que se dolarizarían los activos financieros que el Gobierno teme que corran a comprar dólares. En términos simples, si la base monetaria (BM) amplia es BM más pasivos financieros, una dolarización convierte de manera gradual la BM a dólares, mientras que los pasivos financieros se redenominan en dólares, por lo que no hace falta canjearlos.

Si, además, al dolarizar el sistema bancario los pesos retornan a los bancos, los mismos se convierten en dólares sin necesidad de cambiarlos por “dólares cash”. Esto ocurrió tanto en Ecuador como en El Salvador.
Una dolarización, por su parte, agrega un ingrediente inalcanzable con el peso y la política argentina: credibilidad. Los distintos regímenes monetarios y cambiarios que dependen de la política local no son creíbles a largo plazo. Por eso repetimos siempre la misma historia.
La dolarización agrega un ingrediente inalcanzable con el peso y la política argentina: credibilidad
Desde la vuelta a la democracia, los ministros de Economía han durado en su cargo un promedio de 500 días (menos de dos años). Los presidentes del BCRA mantienen su cargo un promedio de 600 días. Con cada cambio de autoridad monetaria, la política económica del Gobierno entrante vuelve a foja cero. No se puede construir una política económica estable sobre una política monetaria inestable.
Una dolarización formal es distinta, en el sentido de que dicho régimen minimiza su dependencia de la política local. Volviendo al ejemplo de Ecuador, la dolarización ha tenido vigencia por más años que todas las constituciones del país desde su independencia. El dólar resultó ser la institución más duradera, creíble y apreciada por los ecuatorianos. Este componente de credibilidad contribuye a que una dolarización sea más “barata” que mantener vivo al peso -una decisión que contribuye a los elevados montos de deuda pública-.
Argentina está, una vez más, encerrada en una discusión entre tipo de cambio fijo (en su versión crawling peg) o tipo de cambio flotante. La historia del país muestra que Argentina no puede flotar, ni fijar su tipo de cambio. Pretender otra cosa es voluntarismo. Una dolarización -que no es lo mismo que un régimen de tipo de cambio fijo tradicional o una caja de conversión- es una manera creíble y duradera de evitar este dilema de soluciones inestables.
El autor es doctor en Economía por Suffolk University. Actualmente es director del Center for Free Enterprise en The University of Texas at El Paso
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