
La enfermedad de la bipolaridad estructural, la inestabilidad bipolar, es un trastorno del estado de ánimo caracterizado por cambios extremos entre la euforia y la depresión. Quienes la padecen experimentan ciclos de manía, en los que se sienten llenos de energía y optimismo desmesurado, seguidos de episodios depresivos marcados por desesperanza y fatiga.
Curiosamente, esta dinámica también infecta la historia económica de Argentina, especialmente en su inestabilidad cambiaria y crediticia. El país ha transitado ciclos de expansiones económicas efusivas y crisis devastadoras, lo cual genera oleajes y vaivenes constantes en los sentires de la población y los mercados.
Entre los paralelismos que se advierten entre la bipolaridad y la economía Argentina se pueden mencionar:
- Fases de Expansión y Manía: En las oleadas de crecimiento económico, Argentina suele experimentar un optimismo excesivo. El acceso al crédito, el incremento del consumo y la aparente estabilidad generan un sentimiento de euforia colectiva. Sin embargo, como ocurre con la manía en el trastorno bipolar, esta fase suele estar marcada por una falta de percepción del riesgo y una confianza desmedida que suelen desembocar en decisiones insostenibles en el tiempo.
Las crisis cambiarias, que se repiten con frecuencia, generan un estado de angustia colectiva que afecta tanto a las decisiones económicas como al bienestar general
- Crisis y Depresión Económica: Cuando irrumpen déficits fiscales, devaluaciones y fuga de capitales, la caída es abrupta. El miedo y la incertidumbre se apoderan de los mercados y la población experimenta una sensación de desesperación similar a la depresión clínica. Las crisis cambiarias, que se repiten con frecuencia, generan un estado de angustia colectiva que afecta tanto a las decisiones económicas como al bienestar general. Afortunadamente, en esta ocasión, el Poder Ejecutivo implementó una severa disciplina fiscal desde el primer momento de gobierno.
- Ciclos Recurrentes: Así como los episodios bipolares amenazan repetirse si no son tratados adecuadamente, Argentina parece atrapada en ciclos de auge y colapso. La ausencia de estructuras políticas sostenidas por largo plazo y los cambios bruscos en la dirección económica contribuyen a perpetuar esa inestabilidad. En esta ocasión, el superávit fiscal es una condición que debe ser preservada, ya que estabiliza los temores a inconductas y pérdidas del equilibrio.
Posibles soluciones
En el caso del trastorno bipolar, el tratamiento, medicación, terapia y un entorno estable que reduzca los desencadenantes de los episodios extremos.

De manera similar, la economía argentina se beneficiaría de políticas sostenibles, disciplina fiscal y acuerdos de consenso que minimicen las fluctuaciones abruptas del mercado. La pronta asistencia financiera del FMI y entes de crédito transmitirían confianza a los mercados, lo cual sería tan oportuna en esta fase del ciclo bipolar depresivo.
Lamentablemente, muchos analistas confunden el remedio crediticio con políticas cambiarias particulares que no vienen al caso en esta oportunidad. La clave para salir de estos ciclos no está en las soluciones rápidas ni en los extremos, sino en la estabilidad, previsibilidad y moderación. Tanto en la salud mental como en la economía, los cambios deben ser graduales y sostenidos para evitar recaídas.
La clave para salir de estos ciclos no está en las soluciones rápidas ni en los extremos, sino en la estabilidad, previsibilidad y moderación
Si bien la bipolaridad es una condición médica y la inestabilidad económica es un fenómeno social y político, relacionar ambas ayuda a reflexionar sobre la urgencia de equilibrar la gobernanza de modo contundente. En un país acostumbrado a los vaivenes, encontrar un sendero de estabilidad sería clave para un futuro más previsible.
No existen naciones más obsesionadas con el posible “atraso cambiario” que Argentina. La experiencia económica enseña que la disposición de reservas de divisas internacionales puede disuadir una corrida cambiaria. Pero cuando la población entra en la fase bipolar depresiva, una vez que el banco central empieza a intervenir, la caída de reservas alimenta el temor, agravando la corrida cambiaria y la desesperación crediticia.
La flotación cambiaria propuesta por tantos expertos conllevaría riesgos inusitados, casi un abandono del paciente en su fase depresiva, derrumbando los activos y previsiones establecidas. Teniendo superávit fiscal, el Estado no se endeuda; busca la mejor gestión de la deuda heredada cuando los superávits no alcanzan. Pasa la motosierra haciendo más productiva a la Argentina.

El dólar es la unidad de valor de América. Los índices de precios anuales de cada nación reflejan la variación de la cotización de cada moneda frente al dólar. La moneda nacional que se valoriza respecto del billete verde exhibe menor inflación; la que mantiene la cotización empata la inflación del dólar y la que se deprecia sufre tanto mayor inflación que la de EE.UU.
Pero siendo Argentina bipolar, cuando se dispara el dólar en la fase depresiva, empuja a todos los precios locales. La estabilidad del tipo de cambio cimentaría la desaceleración inflacionaria y expandiría la demanda interna. El contexto internacional sufre los aranceles del presidente Donald Trump, provocando presiones inflacionarias en Estados Unidos y depresión económica mundial.
El autor es director de BG Consulting
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