
Este año se cumplen cien años de la creación de los elencos estables del Teatro Colón de Buenos Aires, porque en 1925 la Orquesta Estable, junto al Coro y al Ballet, fueron concebidos como parte fundamental de la labor artística de nuestro primer coliseo. Su calidad lo colocó desde entonces en uno de los teatros más encumbrados del mundo por su nivel de excelencia, a la par de su perfecta acústica. Y en lo que hoy tratamos, existen tres nombres que impulsaron aquellos esfuerzos: el entonces intendente C. Noel, el presidente de la nación, Marcelo T. de Alvear, y su consorte, la soprano Regina Pacini. Desde entonces, la Orquesta Estable fue garante de calidad en conciertos, ópera y Ballet del Teatro. Maestros como Tulio Serafin, E. Klebiber, Panizza, Juan José Castro, Toscanini, Herbert von Krajan fueron algunas de las grandes figuras que la condujeron. También hicieron lo propio en el podio compositores como Camille Saint Saens, Richard Strauss, Stravinski, Pietro Mascagni, entre otros. Y por cierto, su labor acompañó a las voces de los más grandes cantantes como P. Domingo, Pavarotti, Mirella Freni, etc. También brillaron con solistas como Martha Argerich, Arthur Rubinstein y bailarines del más alto nivel mundial. El debut de la Orquesta Estable fue el 25 de mayo de 1925.
En rigor, fue la mirada larga y elevada de aquellas personalidades que pusieron norte en la excelencia cultural de una institución que, con aquel legado, supo continuarlo sin mengua, obteniendo el reconocimiento permanente no solo local sino internacional.
En la celebración mencionada se interpretó, en su primera parte, de Franz Schubert (1797-1828), la Sinfonía N.º 9 en do mayor, D.944, La Grande, I Andante-Allegro ma non troppo, II Andante con moto III Scherzo. Allegro vivace IV Finale. Allegro vivace y en la segunda, de Ludwig van Beethoven (1770-1827), la Sinfonía N.º 7 en la mayor, Op 92. I Poco sostenuto-Vivace II Allegretto III Presto IV Allegro con brío.
La primera de las nombradas es tal vez, desde su título, la obra emblemática del compositor, por su envergadura, cuya idea se anuncia desde la introducción, pasando por el desarrollo y cerrando en un climax pleno de espectacularidad y esplendor. También por su duración (casi una hora). Iniciada su composición hace dos siglos (1825) la terminó en los primeros meses del año siguiente, aunque en 1828 comenzó a revisarla. Entre una pila de obras inéditas, R. Schuman la encontró en casa del hermano del compositor y el 21 de marzo de 1839 Felix Mendelssohn dirigió el estreno en Leipzig con la Orquesta de la Gewandhaus, once años después de la muerte del compositor.
La Sinfonía n.º 7 en la mayor, Op. 92 fue compuesta por Ludwig van Beethoven entre 1811 y 1812. Es la séptima de sus nueve sinfonías. La partitura está dedicada al conde Moritz von Fries.
En julio de 1812 Beethoven conoció a otro gigante, Johann Wolfgang von Goethe, en la ciudad bohemia de Teplice, época en la que estaba en plena composición y, por otra parte, recibía tratamiento para su creciente sordera. La obra fue estrenada en 1813 en la Universidad de Viena, con la batuta del propio Beethoven, y la repitió a los pocos días a pedido del público. En la extensa introducción del primer movimiento pone de relieve el marcado ritmo y presenta el alegre tema principal. El Alegretto del segundo movimiento ha trascendido como gran juego de cuerdas, una cuidada armonía y también la marcación persistente del ritmo a cargo de las más graves. El final Allegro aparece como una feliz resolución de los distintos climas que lo preceden.
El director de orquesta, Evelino Pidó, estudió fagot y el piano. Diez años de conservatorio y en los 70, con 17 años de edad, se convirtió en el instrumentista más joven de la orquesta de La Scala de Milán en ganar un concurso solista con Claudio Abbado, de quien fue su asistente por muchos años. Es uno de los principales conductores del repertorio italiano y francés, habiendo trabajado con innumerables orquestas y teatros del mundo, como la Opera de Viena, la Opera de París, la de Lyon, el Coven Garden de Londres, el Grand Theatre de Ginebra, Teatro Colón, etc. En la temporada 2023, Evelino Pidò recibió en préstamo de mano de la Orquesta Estable, la batuta de Toscanini. Este símbolo exterioriza el reconocimiento y afecto que los músicos profesan al director italiano.
La elección del repertorio no puede haber sido más acertado para la celebración que convocó al auditorio. Dos obras majestuosas.
Para el cierre, el director sumó algunos bronces y timbales, al redoble de los cuales comenzó la afamada Marcha Radezky, cargada de brío. El público se sumó al ritmo con las palmas, bajo la conducción también de Pidó. La Orquesta lució con su mejor arte en todo momento, las cuerdas mostraron su alto nivel, entre otros pasajes, con las exigencias de la composición de Schubert. En suma, una fiesta, un concierto digno de la celebración del centenario desde todo punto de vista
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