
En 1981, a través de una resolución unánime, la Asamblea General de las Naciones Unidas estableció el 21 de septiembre como el Día Internacional de la Paz, una fecha compartida globalmente para que la humanidad se comprometa con la paz por encima de toda diferencia.
La construcción de la paz y la seguridad global es una responsabilidad compartida por todos. En la actualidad, transitamos un momento crucial en la historia, donde las crecientes tensiones geopolíticas y los desafíos complejos amenazan nuestra coexistencia pacífica. Es por eso que la capacidad de diálogo, cooperación y promoción de la amistad entre los países y los líderes políticos pocas veces ha sido tan necesaria como ahora. Las decisiones que tomemos hoy moldearán el futuro de nuestras naciones y la vida de las próximas generaciones, las cuales confían en que contribuiremos y trabajaremos para construir una cultura mundial de paz.
Sin embargo, para alcanzar una paz duradera, no basta sólo con el compromiso político. Es imprescindible fomentar condiciones que promuevan el desarrollo a largo plazo y el bienestar común. La democracia, el comercio y las inversiones, y el respeto por los derechos humanos son elementos clave para fortalecer la estabilidad de las naciones. Solo mediante la integración de estos principios podremos construir una paz sólida y perdurable, tanto a nivel regional como global.
Argentina está comprometida con los valores democráticos y de libertad, dos ideales que requieren un esfuerzo continuo para preservarlos. La democracia no solo ha sido esencial para garantizar la paz interna, sino también para consolidar un compromiso activo con la estabilidad democrática regional, siendo un activo promotor de América Latina como Zona de Paz, la solución pacífica de conflictos y la no proliferación de armas nucleares.
La paz no es la mera ausencia de conflictos, sino un objetivo que requiere entendimiento mutuo y voluntad de construirla día a día. En este sentido, los líderes que priorizan los valores democráticos, el diálogo y la cooperación juegan un rol esencial. En contraste con quienes recurren a prácticas que alimentan la discordia y ponen en riesgo la coexistencia pacífica, estos líderes deben trabajar por un desarme efectivo y la promoción de la estabilidad internacional. Estos son elementos esenciales tanto para el desarrollo económico de los países como para mejorar la calidad de vida de nuestros ciudadanos, construyendo sistemas de confianza y vínculos que prevengan la escalada de conflictos.
En lugar de enfrentar los problemas con las mismas soluciones del pasado, debemos adaptarnos y encontrar nuevas formas efectivas de gobernar en una realidad global en constante cambio. Argentina tiene la oportunidad de reafirmar su rol como puente entre naciones, culturas y comunidades de fe, promoviendo el respeto y la colaboración como pilares de un futuro pacífico. Plataformas de diálogo, especialmente interreligioso, resultan herramientas fundamentales para resolver las diferencias de manera constructiva y evitar la confrontación.
La cooperación internacional, basada en la confianza mutua y en el diálogo, será esencial para gestionar la incertidumbre que hoy gobierna el mundo. Trabajar en esta dirección no solo nos permitirá enfrentar los retos del presente, sino que sentará las bases para un futuro más pacífico para toda la humanidad.
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