
Desde 1810, nacimos agrietados y occidentales. Ya en la escuela primaria, estudiamos que Moreno y Saavedra estaban peleados y, ambos, eran iguales de occidentales, al cien por ciento.
Nuestro maldito “péndulo” nos hizo vivir en constante duda de cuál era nuestra identidad, peleándonos en luchas fratricidas que nunca terminan.
Todas las Naciones han pasado por lo mismo: las luchas por la independencia, conflictos regionales, étnicos o religiosos, diferencias con vecinos, debates ideológicos, mezclados con doctrinas políticas y económicas respecto del “grado” de liberalismo, proteccionismo, socialismo, o cualquier otro “ismo”, muchos siendo solo meros personalismos y egoísmos vacuos.
Las Naciones que progresan, han sabido superar esas diferencias -manteniendo el debate plural-.
Nosotros no necesitamos buscar -o negociar- nuestra identidad en Washington, Bruselas o Beijing.
San Martín, Rosas, Urquiza, Sarmiento, Pellegrini, Mitre, Roca, Yrigoyen, Perón, Frondizi, Illia, Alfonsín, Menem o Kirchner y Macri, todos son próceres que expresaron su tiempo y circunstancia histórica, con sus defectos y virtudes.
No necesitamos refundar la Argentina, porque eso ya pasó hace más de 200 años, y cualquiera que pretenda ser Profeta, Mesías o sujeto Iluminado, solo repetirá los errores de la fragmentación -o grieta- que tanto nos ha dividido y debilitado.
Hoy podemos - y debemos- concretar la tan postergada unión nacional, integración regional y apertura al mundo.
Nuestra Constitución y nuestros valores democráticos y republicanos son nuestra mejor guía. Por supuesto que no comulgamos con las dictaduras teocráticas ni con los regímenes de partido único, pero estamos dispuestos a comerciar con todos, especialmente con aquellos cuya complementariedad nos permita generar empleo, fomentar inversiones productivas y generar vínculos culturales y turísticos que nos enriquezcan e incrementen nuestra comprensión de un mundo multipolar y complejo.

Un solo régimen nos ha agredido: la República Islámica de Irán (y las organizaciones terroristas que prohija: Hamas y Hezbollah).
El mandato de cambio que la mayoría de los argentinos han expresado en las urnas es explícito y muy claro: no queremos volver al pasado de frustración económica, corrupción y violencia política. El pasado nos enseña lo que no debemos repetir, no importa la excusa ideológica o dogmática que pretendamos enarbolar.
Siempre habrá otra oportunidad, pero sería bueno que no desaprovechemos la actual.
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