
El cambio, el que realmente redefine la trayectoria de una empresa, no se produce de manera espontánea. Se orquesta, se planifica en detalle y se persigue sin descanso. No obstante, los líderes se enfrentan al mercado con urgencia por mantenerse al día y adelantarse a los cambios sísmicos de la tecnología, el comportamiento de los consumidores y la economía mundial, en lugar de apreciar las posibilidades de transformación que tienen ante ellos. Y aunque la mayoría de las empresas aceptan la necesidad del cambio, muchas aún no saben cómo gestionarlo.
Para esto, contar con un equipo dedicado no sólo a promover la innovación, sino a convertirla sistemáticamente en rendimiento y beneficios, es esencial en cualquier estrategia corporativa. Se debe ir más allá de los grupos tradicionales de gestión de proyectos o de mejora operativa para diseñar un área encargada de acelerar el cambio e impulsar la transformación. En este sentido, las llamadas Oficinas de Transformación (OT) se han convertido en una necesidad para las empresas que aspiran a prosperar en el turbulento mercado actual.
¿Qué vuelve a estas áreas tan relevantes? ¿Pueden realmente potenciar el cambio y rendimiento de la empresa? La respuesta es “sí, definitivamente”. Según el más reciente informe de BCG “How to Create a Transformation That Lasts”, sin las OT el 70% de las iniciativas de transformación no alcanzan sus objetivos o fracasan rotundamente; en cambio, estas áreas específicas permiten mejorar la creación de valor en un 50%, ya que funcionan como un núcleo de generación y potenciador del cambio.
¿Cómo implementar áreas de transformación y qué se requiere para establecer estrategias sistemáticas de cambio? Pues las OT están compuestas por los mismos elementos fundamentales de cualquier empresa: objetivos claros, metodologías específicas, monitoreo de resultados y, lo, más importante de todo, liderazgo. Contar con un liderazgo audaz y formado será la clave para la integración de los demás elementos.
Estos equipos dedicados requieren de líderes capaces de establecer y alinear los objetivos y los plazos, así como el diseño de metodologías que integren los recursos financieros, comunicacionales, tecnológicos, humanos y analíticos de la compañía. Una estrategia correcta, respaldada por datos, transparencia y responsabilidades claras, permitirá potenciar la innovación y convertir el proceso de transformación en cuestión de rutina.
No basta con inspirar el cambio: hay que medirlo, seguirlo e impulsarlo; la transformación es más similar a una maratón que a una carrera de velocidad. Y como en cualquier competición de larga duración, mantener el ritmo, la concentración y la moral es tan vital como la propia carrera. Como resultado, transforma no sólo los productos y los procesos, sino lo que es más imperativo: la cultura y la propia ética de la compañía. Según BCG, las empresas que lo logren tienen el triple de posibilidades de superar la rentabilidad media para accionistas a corto plazo y a largo plazo en su sector.
En resumen, no se trata de debatir si las transformaciones son necesarias o no; de hecho, son inevitables. La cuestión es definir si las organizaciones harán frente a la transformación con acciones intencionadas y equipos dedicados a la tarea, o seguirán persiguiendo el cambio mientras se acelera más allá de su alcance. La creación de una oficina de transformación es el primer paso para garantizar que la empresa no se encuentre entre los rezagados, sino a la vanguardia de la nueva era empresarial.
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