
La Argentina ocupa el décimo puesto en el ranking mundial de países con mayor desarrollo en biotecnología y supera a naciones como Dinamarca, Noruega y Austria. A nivel regional, nuestro país tiene el mayor número de startups de deep tech y se perfila como un jugador importante en el sector.
La biotecnología, lejos de ser algo lejano a la cotidianidad, ya impacta positivamente en la vida diaria. Puede que no podamos percibirlo por la siempre agitada coyuntura política y económica, pero los avances del potencial nacional están plasmados todo el tiempo en un sector privado que planifica y apuesta por la innovación.
Las empresas biotecnológicas argentinas se especializan en los rubros de la medicina, el agro, la energía y la industria, según los datos que surgen del Primer Censo Biotecnológico y Nanotecnológico. En el caso medicinal, hay un claro expertise local en la cuestión sanitaria, en temas como el ADN-r, proteínas y moléculas, cultivo de células y tejidos, ingeniería medicinal, vectores génicos y ARN y bioinformática. Esto, que puede sonar complejo para el ciudadano de a pie, permite desarrollar tecnologías que mejoran la calidad de vida.
Los desarrollos que se aplican en la salud humana, también lo hacen en la sustentabilidad del suelo. La biotecnología agropecuaria, por ejemplo, aumenta la productividad agrícola y fortalece la resistencia de las plantas a plagas o desastres climáticos. Su principal ventaja es el uso de insumos orgánicos en la cosecha, un proceso que cuida el medio ambiente.
En el campo de la energía, la biotecnología puede ayudar a sustituir los combustibles tradicionales mediante la utilización de biomasa como fuente. La biomasa se sirve de materia orgánica para obtener calor y electricidad mediante distintos procesos; por ejemplo, la combustión o el aprovechamiento de gases generados por su descomposición. Es decir, permite generar combustibles con un balance neutro de emisiones favoreciendo la transición energética. El desafío es llevar ese aporte a una escala masiva para cubrir todas las necesidades.
En el caso del procesamiento industrial, la ventaja clave de la sustentabilidad surge de los residuos, que ya no son simplemente residuos sino que se convierten en una nueva fuente de recursos y materias primas que favorecen la economía circular. Industrias del sector del envase y embalaje ya se están sumando a esta ola.
De acuerdo al censo biotecnológico, en el país hay 340 empresas dedicadas a este sector y cuentan con 146 plantas productivas. Los polos se concentran en la provincia de Buenos Aires, CABA, Córdoba y Santa Fe. En términos económicos, estas compañías generaron en 2022 ventas por USD 1.323 millones y exportaron USD 216 millones. El sector emplea a unas 20.000 personas de las cuales el 20% corresponde a personal dedicado exclusivamente a la innovación y al desarrollo. En estos campos, las empresas han invertido USD 91,4 millones.
En el último tiempo han surgido varias empresas de este tipo, como es el caso del Silicon Misiones y sus proyectos de biofábrica, pioneros en la biotecnología aplicada al agro. De hecho, el 43% de las empresas biotecnológicas tienen menos de siete años de vida. Este tipo de compañías son un buen ejemplo de los beneficios de la colaboración público privada, Muchas de estas empresas se vinculan con universidades nacionales y otras unidades científicas de la red CONICET. En conjunto, realizan testeos y pruebas de nuevos productos, acceden a equipamiento e infraestructura y realizan transferencia tecnológica.
La biotecnología tiene el potencial de generar un cambio tan radical como la Revolución Industrial. En un futuro no tan lejano, la mayoría de los insumos que utilizamos o consumimos a diario incluirán procesos biotecnológicos. La Argentina tiene ese potencial, de hecho ya lo está ejecutando. Afortunadamente, los inversores ven cada vez más con buenos ojos a la biotecnología como un sector sumamente atractivo.
Para que estas empresas puedan desplegar su potencial al máximo es necesario despejar algunos obstáculos que afectan el crecimiento. El contexto macroeconómico y la dificultad de acceder a insumos siempre son motivos de complicaciones. También es necesario crear modos de financiación que permitan a las biotecnológicas existentes disponer de más recursos para la innovación y la mejora de infraestructura, e incentivar la creación de nuevas startup, aprovechando que somos el país con la mayor cantidad de investigadores científicos por habitante de la región.
Lo cierto es que las raíces de este sector ya están sembradas. El país estará en condiciones de hacer un gran aporte en este campo para resolver problemas globales en áreas como la salud, el agro, la industria y la energía, áreas que lideran la transición hacia la sustentabilidad del planeta. En esa transición, la biotecnología será el potencial argentino del futuro.
El autor es presidente de Agro Sustentable
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