
Mientras la discusión sobre la magnitud del cambio climático se topa todos los días con fenómenos que van desde temporales en la Argentina, temperaturas polares en Estados Unidos o lluvias torrenciales en Asia Oriental, los datos dan cuenta de otra realidad contundente: el impacto que tiene el fenómeno en términos económicos.
En el marco de la COP 28, se estimó que las consecuencias del calentamiento global le costarán a América Latina y el Caribe 462.000 millones de dólares en función a los daños ocasionados para el 2050. Los expertos indicaron incluso que, sin incentivos reales para virar hacia una producción más sostenible, ese número será aún mayor para el 2070. Esta situación macro, para el día a día de las empresas, implica que el impacto económico es cada vez más real.
La reducción de la huella de carbono se convirtió en un tema fundamental en la agenda económica de algunos países, con consecuencias directas para las compañías. La Unión Europea cuenta con mercados de carbono regulados que promueven la descarbonización y a principios del 2023 sancionaron una ley que prohíbe el ingreso de la “deforestación importada”. Es decir, cualquier producto (soja, carne, cuero, por ejemplo, de los que viajan desde la Argentina), que provenga de un campo deforestado, no podrá ingresar a la UE. Además, en octubre de este año pusieron en marcha un Mecanismo de Ajuste en Frontera por Carbono (CBAM). Su objetivo es penar las importaciones de bienes que cuenten con un exceso de emisiones de carbono, teniendo como referencia las exigencias con las que operan las empresas en territorio europeo.
Está claro que, a medida que la situación ambiental recrudece, también aumentan la cantidad de mercados internacionales que exigen condiciones de producción sustentables. Dicho de otra forma: transformar la economía en una más verde abre al país a más mercados, mientras que la inacción puede dejarnos mirando cómo los demás nos cierran la puerta en la cara, y otros lo aprovechan.
Asimismo, optimizar los procesos productivos de una empresa en estos términos también puede tener un impacto directo en los costos y en la apertura de nuevas oportunidades. Hay un ejemplo tan sencillo como contundente en Córdoba: en la Aceitera General Deheza, por ejemplo, todos los desperdicios de la producción -como cáscaras de maní y girasol- se convierten en energía térmica. De esta forma, la producción se hace más eficiente, con una menor huella de carbono y más atractiva para las cadenas globales de valor, para las instituciones financieras y de crédito, y hasta para los recursos humanos.
Una investigación realizada por Boston Consulting Group (BCG) en el 2022 mostró que más de la mitad de los encuestados pagarían más por un producto o servicio que sea sustentable. Además, 67% de los participantes está más motivado en un empleo si su organización tiene un compromiso con la descarbonización y el 56% afirmó que consideran la sustentabilidad de una compañía a la hora de buscar trabajo. Cambiar hacia una producción más sostenible y baja en carbono atrae talentos profesionales comprometidos con el propósito de la organización, consolida una cartera de clientes fidelizados y como consecuencia tiene el potencial de mejorar el rendimiento y negocio de la empresa.
El cambio climático está reorganizando los mercados, cambiando la forma de producir, consumir y de relacionarnos. A medida que el escenario comercial cambia, las industrias de altas emisiones de carbono dejan de ser atractivas para los inversionistas, que reconocen las oportunidades en los proyectos verdes. Según Climate Bond Initiative, sólo durante el primer semestre del 2023 se movieron 488.000 millones de dólares en bonos sostenibles. En cuanto al mercado argentino, de acuerdo con BYMA, los bonos verdes han aumentado en un 61% con respecto al año 2022. Como dice Larry Fink, fundador de BlackRock, el fondo de inversiones más grande del mundo: “La descarbonización de la economía global dejará atrás a las empresas que no se adapten”.
El cuidado del ambiente se ha vuelto una tendencia y cada vez son más las personas que se preocupan por apoyar a marcas que contribuyan a la conservación y a la regeneración. Las empresas capaces de contribuir con un narrativa y hechos concretos alineados a los valores de la sustentabilidad, se posicionan de una forma más competitiva y tienen la capacidad de acceder a mercados más exigentes, a inversiones y financiamiento internacional. Una oportunidad para las empresas argentinas que no estamos en condiciones de desaprovechar.
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