
Uno de los dones que brotan de la celebración de la Navidad es la esperanza. Esta virtud, tan necesaria en los tiempos que nos toca vivir, se nos ofrece en cada Nochebuena al contemplar al Niño. Ese bebé, que al llorar y mostrarse débil, nos enseña que es el único Rey y que asume la fragilidad de un recién nacido. El gran misterio de la humanidad se revela en este llanto que cambia la historia. La historia para los cristianos no cambia por el mando de un soberano fuerte o por las palabras contundentes y firmes del poder humano. La historia marca un antes y un después cuando un Niño, cuidado por dos humildes padres y por pobres pastores, llora y nos invita a seguirlo.
De esa humildad de Belén brota la esperanza que el pueblo necesita renovar, que cada uno de nosotros, cuando llega la Navidad, la pedimos con insistencia. Lo hacemos por los dolores propios de nuestra vida, también por los tiempos de nuestra patria. ¡Necesitamos renovar la esperanza!
El silencio del pesebre, alejado de los ruidos de la gran ciudad, también nos invita a la escucha. El llanto del Niño es débil; hay que detenerse con atención para entrar en su sintonía. Ahí nace la gran compañera de camino de la esperanza: la escucha.
A la esperanza invitamos en todos los momentos y circunstancias. Estamos llamados a que esa virtud no sea solo un “mero optimismo” o una cuestión que serene nuestros ánimos y reacciones frente a las crisis. La esperanza es un proceso vincular que se vive entre quien la propone y quien desea sentirla en su corazón.
Muchas veces, los distintos líderes del mundo hacen un necesario y comprometido llamado a la esperanza en la Navidad. Quisiera valorar fuertemente este camino y unirlo a la virtud de la escucha, que está en el centro del magisterio del Papa Francisco. A los comunicadores, por ejemplo, les viene insistiendo en esta virtud, mucho más desde el Sínodo. La escucha es más importante que el hablar. “Primero escuchen, después hablen”, dice el Santo Padre.
La esperanza necesita escucha y quien desea esa virtud en su corazón necesita ser escuchado. Una persona, un pueblo, una familia no solo espera tener esperanza cuando las fuerzas flaquean o los escenarios son inseguros, ¡necesita ser escuchada en su profundidad y realidad! No hay esperanza que cale hondo en la vida si alguien no se siente escuchado y valorado. Si no puedo decir lo que me pasa y si soy descalificado en mi necesidad, es una esperanza simplemente “ambiental”. Donde hay una atmósfera que me dice que tengo que ser positivo, pero no hay una real escucha de la necesidad y de la realidad. Si hay algo que impide la escucha es la permanente confrontación social. En ese clima de violencia, la esperanza puede ser simplemente una palabra cargada de sentido, pero nula de penetración en el seno de nuestras familias, hogares y comunidades.
Los cristianos somos profetas de la esperanza. También debemos ser de la escucha. Lo decía el Santo Padre al comenzar la Asamblea Sinodal: “Primero escuchen al pueblo; una vez que lo escucharon, háblenle a Dios de ese clamor, y ahí sí, vuelvan a la gente para mirarla con misericordia”. Podemos hacer un paralelo para transmitir la esperanza de la Navidad: escuchemos el clamor, llevemos al Niño ese dolor y ese caminar, y entonces, de cara a un pueblo del que somos parte y amamos, con pasión le predicamos la esperanza.
La esperanza que brota del llanto del niño es verdadera. Y todos esperamos experimentarla. Como así también deseamos que la esperanza de la Navidad tenga un ancla y arraigo en el corazón de todos. También escuchemos, y en esa escucha atenta, además de sostener la esperanza de hermanos y hermanas, nos hacemos sensibles a sus necesidades.
Los más vulnerables de nuestra sociedad necesitan, junto a toda la comunidad, saberse escuchados, entendidos y amados. Y en esa comunidad nos rendimos al misterio de contemplar la vida frágil y llena de esperanza que en el llanto del Niño se manifiesta y en la cual nos vamos alentando los unos a los otros.
Pbro. Máximo Jurcinovic
Director de la oficina de comunicación y prensa de la Conferencia Episcopal Argentina
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