
La Argentina se juega la cabeza. Los desconcertantes meandros políticos y aún de personalidad, falta de grandeza, pequeñez o torpeza condujeron, en aguas turbulentas y en poquísimo tiempo, una victoria que se descontaba, la de Juntos por el Cambio, por obra de lo anterior, hizo sapo. Cristina, que ejerce en materia estratégica una calificación importante, lo pescó de inmediato.
Era el famoso minicuento de Monterroso: ”Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí. Estaba allí”. Se dio cuenta de que estaban, a pesar de la desastrosa gestión de gobierno: era posible, si se pusiera al que podía servir.
Ayer nomás.
Era -dijo un político de respetabilidad y grande- la oportunidad de conseguir un triunfo aplastante. Definitivo. Y no. La disputa en el interior de Juntos por el Cambio oxidó aquello que era coser y cantar, tal el grado de dispersión, fuga, relato penoso, datos de la realidad mal diagnosticados: difícil encontrar un gobierno más prolongado y peor en la zona crepuscular donde suben a la superficie islotes de agua podrida. Imposible. Vergüenza, desencanto, evidencia de las trampas y fingimientos, una izquierda nacional, algo parecido, esperpéntica y listo para liquidar un ciclo que se remonta a fechas muchos más lejanas que las de la era kirchnerista: a los días del 45. La idea no es crítica sino solo histórica.
Con Perón y Castro, marcaron el siglo XX en Hispanoamérica, antitéticos y en alguno que otro punto confluyentes: se intentó tender un puente entre los dos - el delegado del general, John William Cooke y su esposa, Alicia Eguren- procuraron unirlos- y no funcionó en absoluto por varias razones, la más importante el raigal anticomunismo fóbico y asentado en modelos que nada que ver del argentino.
Nadie, o pocos, supuso que el primer viaje del Pontífice Jorge Bergoglio fuera a Cuba: Fidel mantenía como conducta y vías ideológicas su formación y educación por jesuitas. Así las cosas cambian y nunca nos bañamos en el mismo río porque siempre es otro, corre, lo único permanente es el cambio.
Recuerdo apenas traspuesto el Colegio de la calle Bolívar sentí una gran congoja cuando se supo que habían muerto a Ernesto Guevara. Hoy me parece un hombre fotogénico.
Teorema del taxista.
Era un hombre maduro y rehusaba el GPS. Un tarde de calor, pocos coches en la avenida Alem. Dialogamos sobre la situación y las elecciones, los candidatos. -Mire- me dijo- gane quien gane yo voy a tener que levantarme a las cuatro y media, tomar unos mates solo todavía de noche, abrir el taxi sin querer ser asaltado, abrir, preparar todo, guardar el canuto escondido en algún lugar y hacer doce horas con una parada para el huevo duro que me preparó mi mujer con una Coca –me llamará varias veces para encargarme algo, no falla- y volveré para comer y dormir algo.
Hipótesis, tesis y demostración, el teorema quedó resuelto. Como corolario, todo lo expuesto se hará peor, porque sin remedio se ajustará. Pegado con engrudo de barrilete de barrio modesto, Juntos por el Cambio se dispersa. Va de babor a estribor, rola, creo que dicen los navegantes, parece en emergencia y naufragio. El ala dura se acerca a candidato rupturista y extraño aunque con una convocatoria que tres años atrás nadie podría entender ni las propuestas ni de quién se trataba.
Sergio – hablemos con alguna campechanía, somos pocos – inteligente, astuto , rápido, pone sobre la mesa la carta de su vida. En teoría, el dólar, la inflación ,la pobreza, el regreso al analfabetismo, las cabezas empobrecidos del promedio incapaces de evaluar o pensar nada, se levantan los factores emocionales, psicológicas, las consignas rancias y, al lado, el pragmatismo amargo: todo eso lo sabemos, lo que podría venir, no . La guillotina de las redes cae todo el tiempo sobre los pescuezos del poderoso candidato, aquello que fue y ahora es de otro modo, ser a la vez uno y otro, la promesa de un futuro venturoso a partir del mismo espacio que integra y es lamentable.
No importa, una vez más Cristina: en política, los peores agravios duran seis meses. Javier rasga la forma y la norma de una democracia -que necesitamos se sostenga- de baja intensidad pero una, encuentra el concepto de casta, el liberalismo anárquico lo zambulle en situaciones embarazosos, es atacado por defensores de pobres que empobrecen, por educadores y defensores de la educación pública que han destruido de manera miserable. La personalidad, los estallidos de ira delante de cualquier que considere ignorante de una verdad irrefutable, la mirada en ocasiones a la Malcolm McDowell en La Naranja Mecánica, asoman con dificultades de conducta pero no es un psicótico,no es loco.
Ahora, a lo que viene con este paquete y su título: se debe establecer con claridad la obligación de aceptar la derrota de cualquiera de los dos. La Argentina se juega la cabeza. Se votará con furia o con resignación. Los argentinos, en realidad, soñarían con la verdadera posibilidad de atisbar algún futuro, una luz, una llovizna de felicidad ausente.
Si pudiera presentarse Taylor Swift conseguiría una elección casi plebiscitaria, pongamos. Pero no. De todos modos, la suerte no está echada. Son horas de tensión que no solo involucra a la realidad doméstica sino también a la política internacional. Nos dice Rosendo Fraga -atención- que en los dos o tres días anteriores al voto se produce siempre una aceleración y una definición.
Ya ahora.
Se verá entonces cómo viviremos bajo el volcán.
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