
Los días pasan y lo único que parece gobernar es el más absoluto descontrol. La economía argentina parece estar transitando un camino donde solo abunda el desorden y la incertidumbre.
Los días previos a la elección están mostrando una realidad insoslayable dominada por una economía apagada, un sistema de precios absolutamente roto y millones de personas intentando simplemente sobrevivir a un gobierno que no parece tener ninguna capacidad de reacción.
Una de las fotos más representativas del gran desaguisado argentino fue sin dudas el debate por la quita de subsidios voluntaria propuesta por el gobierno para todo aquel que quiera prescindir de pagar un valor de boleto ridículamente bajo. Suena extraño quién alguien que indirectamente ya abona el pasaje lo que realmente vale –no a través del precio del boleto pero si a través del pago de impuestos y de la emisión monetaria inflacionaria para sostener el esquema de subsidios– desee pagarla además cada vez que adquiere un nuevo pasaje. Tan delirante fue la propuesta que en las primeras horas no se inscribió en el registro ninguna persona, ni siquiera los funcionarios que promovieron la insólita medida. Tan ingratos son los subsidios que buena parte del país paga la tarifa de transporte público varias veces más de lo que la paga alguien que viaja en el AMBA: la inequidad es abismal.
A este delirio se sumó uno adicional: en muchas estaciones de trenes abundaron los carteles que indicaban lo que cuesta hoy el pasaje subsidiado y lo que hipotéticamente costaría en caso de que Javier Milei o Patricia Bullrich lleguen eventualmente a la Presidencia: toda una muestra de deslealtad política. Además resulta inentendible viniendo de un Gobierno que hasta aquí acumula una inflación general del 713,2% y una inflación en el rubro “alimentos y bebidas no alcohólicas” del 805,5 por ciento.
El dólar también fue parte del menú que ha ofrecido la semana. Un dólar informal aunque coqueteando con una cotización en torno a los 1.000 pesos hoy –y de repente– dejó de venderse por lo que nadie sabe a ciencia cierta cuál es su cotización real. Las intervenciones del Gobierno en los diferentes mercados, las amenazas oficiales a financieras y operadores sumado a muchas dudas en lo que viene parecen haber suspendido parte del mercado de cambios informal.
Una muestra adicional de la suspensión económica por la que atraviesa la Argentina es el dinamismo que se está observando estos días en el consumo. En los supermercados comenzaron a abundar carteles indicando cuál es el máximo de unidades que una persona tiene permitido comprar: la escasez se manifiesta de manera cada vez más evidente. Sin embargo la más preocupante fue la advertencia que se vio en uno de los tantos puntos de venta: “Señor cliente: puede encontrar diferencias de precios en la línea de cajas debido a la volatilidad de precios”. Todo un mensaje que nos refiere a otros tiempos y que dan cuenta del nivel de delirio que se vive en materia inflacionaria.
La Argentina está detenida y esto no resulta sostenible en el tiempo. Hoy el comercio está en pausa a la espera de señales algo más claras, la cadena de pagos se encuentra suspendida y el nerviosismo está en pleno auge esperando lo que vendrá.
Parte de la incertidumbre reinante terminará cuando se conozca el resultado de la primera vuelta electoral el próximo domingo y a partir de allí la política deberá comprender que el país tiene que encontrar el camino que permita poder seguir adelante a pesar de tener sobre sus espaldas un gobierno que en su ocaso no parece querer darle respiro.
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