Olga Cossettini nació un 18 de agosto en San Jorge (Santa Fe). Junto a su hermana Leticia, nacida el 19 de mayo de 1904, gestó el comienzo y selló la impronta de una nueva educación: la escuela serena, donde compartirían no sólo sus ideas fundantes, sino una de las experiencias más importantes de América latina.
Olga cursó la primaria en la Escuela Fiscal de Rafaela y se recibió de maestra en la Escuela Normal de Coronda. Ejerció como docente en una escuela de Sunchales y, en 1930, asumió como regente del Normal Domingo de Oro, de Rafaela. En sus comienzos fue cuando descubrió que se podía enseñar y aprender en un marco de libertad y alegría, no en medio de formatos rigurosos.
Olga y Leticia llegaron a Rosario en el año 1935 para desempeñarse como directora y maestra respectivamente de la escuela Carrasco, de barrio Alberdi. Fueron fieles representantes de la Escuela Nueva, también llamada Escuela Activa, movimiento que instaba al niño a ser protagonista de su propio aprendizaje, cuyo modelo de enseñanza ya se desarrollaba en el mundo. Ellas pudieron, en forma paulatina, ir cambiando la mirada sobre el rígido sistema educativo de la época y generar una nueva mirada de la didáctica a partir de ese momento. Ambas fueron fieles representantes de la nueva escuela que ellas tanto promovían.
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Son muy conocidos los antecedentes de la Escuela Activa; autores como Montessori, Decroly, Freinet, entre otros, fundamentan las bases que con tanta sabiduría aplicó la Srta. Olga, también llamada escuela serena porque las actividades que protagonizaban los chicos en las clases, basadas en el interés de ellos y en el contacto con la naturaleza, los mantenía en calma.
Olga Cossettini transformaría su escuela en un lugar único en su tiempo, incluso muchas personalidades extranjeras que visitaban el país querían conocer la “escuela de la Señorita Olga”. Entre los distintivos personajes que llegaron para ver la experiencia fueron : la poetisa chilena Gabriela Mistral, el español Juan Ramón Jiménez y Javier Villafañe.
Hasta el mismísimo Julio Cortázar le envió una carta en la que decía: “He leído “El Niño y su expresión”, y sentí de inmediato la necesidad de escribirle, para que supiera Ud. de mi admirado reconocimiento ante la obra que se lleva a cabo en la Escuela de su dirección. Obra que- y es triste tener que afirmarlo en esta tierra joven donde todo parece viejo- se alza como una excepción, como un ejemplo solitario que ignoró si será escuchado.

Su libro, Señorita Cossettini, donde junto a su palabra claras y llanas se nos muestra la pura poesía de esos poemas y esos cuadros, duerme acaso ya en anaqueles olvidados. Yo no puedo olvidar a sus chicos y a Ud. Leí y vi esos milagrosos frutos de la espontaneidad bien encaminada, y creí comprender la viva lección que de todo ello surge. Por eso, no vea Ud. en esta carta un elogio circunstancial; créame íntimamente ligado a todos los que, con Ud. a la manera de guía, intentan una escuela que no mutile a los niños que ayude a su creación purísima. No sé si esta carta, alejada de cánones retóricos, le expresará a Ud. mi aprecio y mi admiración. Pero pienso que sí, porque Ud. vive plenamente, y busca que sus alumnos logren esa total expresión del ser, virgen de postulados y preconceptos. Por eso, que queden estas frases más como claro testimonio de amistad y comprensión. Para Ud., para las maestras que han comprendido y la acompañan, y para todos esos chicos admirables- que quisiera poder nombrar uno a uno- el saludo y la gratitud de un colega a quien la distancia no aleja de tanta belleza y tanta claridad. (Julio Florencio Cortázar. Escuela Normal Chivilcoy)
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La música, la pintura, el modelado, los títeres, el laboratorio de ciencias, las excursiones por el barrio, una revista escolar, la cooperativa de alumnos, entre otros, se integraron con armonía al quehacer cotidiano y eran todo aquello que llamaba la atención en una escuela anquilosada.
Decía la Srta. Olga acerca de los cambios propuestos: “es una reforma profunda de la vida de la escuela que con espíritu nuevo iba a abrir de par en par las puertas de las aulas a la vida”
Los rosarinos fuimos protagonistas, a través de la prestigiosa labor de Olga Cossettini, del Movimiento de la Escuela Nueva. Como toda corriente tuvo representantes que - lamentablemente- se han olvidado. Su legado es tan magnificente que nos obliga a seguir revalorizando esos años, que no por viejos son obsoletos y que engrandecieron la historia de la educación argentina y universal.
La escuela funcionó entre 1935 y 1950 cuando fue cerrada por considerar las autoridades del Ministerio que no respondía a los planes educativos oficiales. El gobierno de Perón exoneró a las hermanas Cossettini y a la ciudad y a la región le quitó la posibilidad de ser protagonistas de un cambio fundacional que mostrara que otra enseñanza y otros aprendizajes son posibles. Un hecho político que obturó un cambio pedagógico. Una vez más perdió la sociedad.
FELIZ CUMPLEAÑOS OLGA COSSETTINI
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