
Las mujeres gritaron todo lo que les pasaba y que no podían decir a partir del 3 de junio del 2015. Ni Una Menos, Mi primer acoso, Cuéntalo y Yo te creo Hermana fueron los lemas de lo que en el mundo se conoció como la liberación de la palabra.
Los abusos sexuales eran moneda corriente y era el tiempo de hablar de lo que no se podía. Las periodistas escribimos de eso que pasaba, en las familias, en la televisión, en los clubes de futbol, en la política, como si no pasara nada. Para que no pase. Y sabemos que muchas de las cosas que pasaban ya no pasan. Es un éxito. Por eso molesta tanto. Porque no pueden hacer lo mismo que hacían y nadie les decía nada.
Pero a los que frenamos buscan frenarnos.
Ya no se puede escribir. Ya no se puede denunciar. Ya no se puede hablar. Si hablas te pueden enjuiciar por decir algo que no está probado en la justicia. Si vas a la justicia te dicen que el tiempo para denunciar ya paso y que la causa esté prescripta (igual que dicen que los actos probados en el expediente de la causa de Thelma Fardin existieron aunque no se puede probar la penetración, que solo se puede probar en el momento con ADN o con cámaras que no existen en la mayoría de los casos y que, por lo tanto, hacen imposible de denunciar prácticamente cualquier abuso) y que no se puede nombrar y que, además, si la nombras, te van a enjuiciar a vos.
Volvió el silencio.
Ya no se puede hablar de abuso.
No se puede hablar de abuso.
No se puede escribir de abuso.
No se puede contar de abuso.
Retrocedimos y volvió el silencio por la amedrentación del silenciamiento.
Si sos periodista y escribís y te aseguras que haya una causa judicial para poder relatar abusos de forma seria, sólida y además sin persecuciones innecesarias, los mecanismos de los sectores radicalizados te persiguen, te ponen en riesgo, te amenazan, obstaculizan tu trabajo y dinamitan tu salud mental.
Hoy ya no hay libertad de expresión y de ningún tipo ni para denunciar abusos sexuales, ni para hablar, ni para escribir.
Si las mujeres frenamos los abusos que todos conocían pero miraban para otro lado hoy podemos estar orgullosas que algunas de las prácticas naturalizadas no son más naturales. Pero el costo es que las que escribimos estamos viviendo situaciones de persecución, hostigamiento y amenazas que hacen imposible continuar con un periodismo que garantice la libertad necesaria para relatar y frenar los abusos.
Cambiamos la historia pero quieren hacernos pagar el costo de esta transformación.
Yo escribo en Infobae y pueden encontrar la cobertura de muchos casos de abuso que escribo con absoluta libertad y respaldo periodístico y humano. Hoy no es la norma. Por eso agradezco la humanidad y la libertad que son muy difíciles de encontrar y que garantizo que sucede en este medio. Pero aún desde un medio con libertad la censura es que el hostigamiento y las amenazas de muerte constan en una denuncia judicial que lleva más de dos años de investigación y 300 páginas de expediente por sectores a los que no les gusta lo que escribo.
La libertad no es hostigar, amenazar y hacer imposible la cobertura periodística de los abusos sexuales. La libertad retrocede y nuestras vidas y trabajos están en riesgo.
“Te mereces ser la próxima” me dijeron cuando publiqué en Instagram una nota que escribí para Infobae sobre femicidios. No es una forma de decir. Sacaron un teléfono a nombre de Thelma Fardin para amenazarme. Me escribieron con nombres falsos a mi whatsapp desde zonas remotas de Argentina. Encriptaron los IP y los emitieron desde Chile o zonas rurales del noreste. Sacaron un teléfono a mi nombre para realizar otras maniobras de hostigamiento o fake news. Hay sectores ligados a agencias de seguridad y fuerzas de seguridad involucrados en las maniobras de persecución por escribir y denunciar abusos.
No me quiero callar. No quiero que me callen. No quiero ser la próxima. No quiero dejar de escribir. Durante 25 años de carrera periodística escribí para que a las chicas no les vulneren su libertad, ni su integridad sexual. Para que el abuso sexual no pase como si nada. Para que los chicos también puedan defender su cuerpo y su dignidad. Para que las chicas puedan trabajar y desear. Estoy orgullosa de lo que conseguí y de lo que mejoramos. Pero en esta época de retroceso y de venganzas tengo miedo. Ya no puedo seguir escribiendo cuando cada letra tiene la contracara de la amenaza.
Hoy la libertad ya está en riesgo porque estamos en riesgo.
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