
Luego de los atentados terroristas ocurridos este viernes en Jerusalén, que dejaron 7 muertos y decenas de heridos, la mayoría de los países del mundo repudiaron y condenaron sin dudar lo que fue el asesinato contra civiles que salían de una sinagoga o transitaban las calles de la ciudad al comienzo del Shabat. El gobierno argentino también lo hizo, creemos que tarde, pero difundió su comunicado.
El mismo dice textualmente:
“La Cancillería argentina condena en los términos más enérgicos el atentado ocurrido el día de hoy en una Sinagoga de Jerusalén, como consecuencia del cual murieron por lo menos 7 personas y otras resultaron heridas.
La Argentina reitera su firme condena el terrorismo en todas sus formas y manifestaciones.
La Argentina expresa su profunda preocupación por la escalada de violencia de días recientes en Medio Oriente y hace un llamamiento a las partes para evitar un mayor nivel de confrontación.
En esta delicada coyuntura, se debe hacer todo lo posible para desescalar la violencia y privilegiar el diálogo entre palestinos e israelíes.
La Argentina está convencida que el único camino es el logro de una paz definitiva en Medio Oriente, que consagre el derecho del derecho de libre determinación del pueblo palestino, incluido al establecimiento de un Estado independiente y el derecho de Israel de vivir en paz con sus vecinos dentro de fronteras seguras e internacionalmente reconocidas”.
Es evidente que el Gobierno argentino no tiene la verdadera dimensión del conflicto que enfrenta a un grupo terrorista con un Estado democrático. Que los palestinos son rehenes de este grupo que busca únicamente la desaparición del Estado de Israel. De ninguna manera es una guerra con el pueblo palestino. Muchos de sus habitantes trabajan en Israel todos los días de su vida y conviven con israelíes en forma permanente.
Llama poderosamente la atención que en ningún momento el gobierno argentino mencione a Hamás en sus comunicados, y sí varias veces lo haga con Israel. Un país que vive defendiéndose, jamás es el primero en atacar.

Cuando su servicio de inteligencia detecta una fábrica de misiles desde donde se bombardea a Israel, busca eliminarla. No le imaginamos al gobierno argentino (ni a ninguno del mundo) quedarse de brazos cruzados cuando sus ciudadanos son atacados dentro de su país, tiroteándolos, acuchillándolos o atropellándolos.
El 26 de enero, el gobierno argentino había emitido otro comunicado condenando a Israel e, insólitamente, casi declarándolo como único responsable de los hechos de violencia.
El boletín 027/2023 decía lo siguiente: “La Argentina condena la escalada de violencia en Cisjordania y el uso desproporcionado de la fuerza por parte de fuerzas militares israelíes. La Argentina se ha pronunciado siempre a favor del respeto de los derechos humanos, en contra del terrorismo y del uso desproporcionado de la fuerza, así como ha declarado su firme oposición a la política de asentamientos en los territorios ocupados llevados a cabo por las autoridades de Israel. Al tiempo que la Argentina ratifica su posición irrevocable a favor del derecho de Israel a vivir en paz y seguridad dentro de sus fronteras internacionalmente reconocidas, exhorta a este país a actuar en pleno respeto del derecho internacional, en particular de los derechos humanos».
Es decir, según el gobierno argentino, “el uso desproporcionado de la fuerza y la política de asentamientos” son la causa de la violencia en Israel.
Imaginamos los compromisos ideológicos, políticos o comerciales con Venezuela y Cuba, aliados de Irán (país que financia a Hamás y Hezbollah), pero no podemos aceptar que desde nuestro país se lo considere responsable.
Lo volvemos a repetir: no son dos partes, no son dos países. Es un país y un grupo terrorista. Uno elige dónde quiere pararse. La mayoría del mundo eligió. Parece que Argentina también.
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