
Como ciudadanos. dedicamos la mayor parte de nuestro tiempo a vivir y no a preguntarnos por qué o para qué, dónde realmente estamos, qué hacemos en este mundo. ¿Será todo una ilusión? Un sueño, diría Calderón de la Barca. Científicamente hablando, ¿vivimos en una simulación de computadora?
En los últimos años, las charlas sobre videojuegos, deportes electrónicos y su ecosistema se cambiaron por el concepto de metaverso y su inconmensurable potencial. Para entenderlo tenemos que partir de una palabra importante que define nuestra propia existencia: realidad.
Hace unos meses, dando una charla a empresarios sobre la irrupción del metaverso, alguien muy pragmático comentó: “Eso no es real”. Y pregunté: “¿Y qué es la realidad?”. Seguramente la realidad sea todo aquello que percibimos como, valga la redundancia, real. Eso que sentimos, escuchamos, vemos, olemos, todo lo funcional a nuestros sentidos y que despierta una reacción en nuestro cerebro: la percepción. Si, así también podemos decir que el amor, angustia, felicidad, tristeza que sentimos también lo son.
Vayamos a la explicación más lógica que encontré en este tiempo. Alguno habrá dicho, muy acertadamente, que“definir al metaverso es limitarlo”. Más de uno conoce el videojuego “Los Sims”; para los que no, se trata de un juego de simulación de la vida real. Podés tener una persona o familia del tamaño que quieras e ir desarrollando sus interacciones a lo largo de su vida. Crecen, comen, se divierten, aman, se procrean, se deprimen, aprenden, viajan, envejecen, mueren, entre tantas otras cosas que hacemos también nosotros y que EA Games (sus desarrolladores, también conocidos por estar atrás del reconocido juego de simulación de fútbol FIFA) logra emular tan bien.
Sabemos que no todas las computadoras tienen la misma potencia de procesamiento. Los más avezados en el tema saben que año a año la industria lanza al mercado computadoras más y más potentes. Imaginemos un Los Sims, ese videojuego del cuál hablábamos, instalado en una súper, ultra o mega computadora, una máquina infinitamente más poderosa a cualquiera que podamos siquiera imaginar. ¿No estaríamos entonces parados sobre algo similar a la realidad que consideramos hoy “real”?
El crecimiento de procesamiento de más computadoras es vital para entender el concepto quizá más decepcionante y a la vez desafiante de nuestra existencia. ¿Podríamos estar viviendo dentro de una computadora extremadamente avanzada? ¿Podríamos no darnos cuenta? Quizá. ¿Es divertido y educativo pensar en esto? Seguramente.
Me viene entonces la famosa y últimamente tan citada Teoría de la Simulación. Que básicamente plantea algo de ese estilo. Al final del día no importa si vivimos en una simulación o no, si vamos a vivir en el metaverso, cuando el amigo Mark Zuckerberg termine de programarlo (si sus inversores lo dejan) o quizá sea otro donde terminemos viviendo y experimentando igual que lo hacemos hoy. ¿Se va a amar dentro del metaverso? Seguramente.
Lo hacemos hoy, o creemos que lo hacemos, y ni sabemos dónde estamos. Y lo hacemos con ganas, ¿verdad? Lloramos con dolor al perder a un ser querido, a un padre, madre, hermano, hermana, o quién sea que sea importante para nosotros. Y es que también sonreímos, nos brillan los ojos, cuando estamos cerca disfrutando de quienes logran hacernos sentir eso que sentimos. Y otras tantas reacciones químicas.
¿Y si elegimos vivir sin importar dónde estemos?, ¿si elegimos dar lo mejor de nosotros para vivir y no simplemente para que el tiempo pase? ¿Y si construimos lo que sea que queramos construir? Porque al final del día se trata de eso, de caminar y seguir viviendo, ya sea acá o en el metaverso que se venga.
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