Hace 114 años nacía don Arturo Frondizi, mi padrino. Es una fecha que tiene mucha importancia para mí, y no sólo porque me lleva a recordar con emoción a una persona muy vinculada con mi familia. Sino también porque, con él, nació una esperanza y una oportunidad de construir una Argentina distinta.
Frondizi fue, sin lugar a duda, uno de los presidentes más importantes que hemos tenido y probablemente el último gran estadista de nuestro país. Obligado a sintetizar tanta obra en un solo mensaje, creo conveniente recordar hoy, con nostalgia y alegría, algunos párrafos del discurso que pronunció en su momento más prestigioso: el día en que asumió, con 49 años, la primera magistratura de la República Argentina, el 1 de mayo de 1958.
Pocos discursos en una inauguración presidencial han sido más recordados. Es que en él supo marcar el rumbo a seguir con meridiana claridad, y de alguna manera nos interpela aún hoy. Frondizi hizo un llamado a la unidad de los argentinos, procurando clausurar una etapa de divisiones que habían enfrentado a unos y a otros a partir de la traumática experiencia anterior.

Expresó que “para que se pueda llevar a cabo esta empresa (...) es condición previa e indispensable sellar definitivamente el reencuentro de todos los argentinos y alcanzar una plena y efectiva paz nacional. Debemos eliminar los motivos de encono, los pretextos de revancha (...) debemos extirpar de raíz el odio y el miedo del corazón de los argentinos. Recibimos y valoramos todo el pasado, con su grandeza y sus debilidades, pero ese pasado queda a nuestras espaldas. No nos volveremos a remover las culpas ni a deslindar responsabilidades que, allí, desde hoy, quedan para que las juzgue la historia (...) Cerramos una etapa para poder dar, entre todos, un gran salto adelante”.
¡Y ese gran salto, vaya que se dio! Tuvo su correlato en una multiplicidad de aspectos de la vida nacional. Podemos afirmar que el esplendor de la Argentina de los sesenta aún hoy nos ilumina y es parte de nuestro prestigio internacional. Con las actualizaciones lógicas, es un modelo de ciclo virtuoso a seguir.
En su momento de mayor gloria Frondizi adelantó que “a partir de hoy gobernaré para todos los argentinos y reclamaré el concurso de cuantos comparten los anhelos del pueblo, cualquiera sea su militancia política y sin otra condición que su honestidad y su capacidad (...) Debemos terminar con el sectarismo y la intolerancia para emprender una tarea fecunda basada en el respeto para con el adversario, el estudio en común de los grandes problemas nacionales y la participación de los más capaces en las tareas concretas (...)”.
No quisiera cerrar este recuerdo sin dejar de añadir algo más íntimo y personal. Tengo presente siempre en mi memoria las oportunidades que, durante mi infancia, pasaba al cuidado de la entrañable Elena Faggionato en el departamento de siempre de la familia Frondizi en la calle Beruti, mientras veía conversar a esos dos hombres que, tiempo después, pude comprender lo que habían significado para nuestro país. En aquel entonces eran simplemente mi abuelo y mi padrino.

Como algunos saben, cuando Rogelio Frigerio conoció a Arturo Frondizi, sus vidas cambiaron. Ambos mantuvieron a lo largo del tiempo un acuerdo fundamental que les permitió escribir páginas fundantes de nuestra historia, donde las presencias de uno y otro se entrelazan. Las ideas que sostenía uno vigorosamente en un debate apasionado, tal vez sin recordar que se habían originado en el otro, mejoraban el pensamiento de los dos. Era un continuo diálogo que es la base de la verdadera política.
Fueron un modelo para mí. Son un paradigma, un ejemplo de amistad intelectual y política que hoy debería ayudarnos a los argentinos a reencontrar un camino de unidad nacional y desarrollo para todos. Décadas más tarde seguimos teniendo los mismos objetivos: combatir y reducir la pobreza y unirnos. Porque como dijo el presidente Frondizi: “Es tal el desafío que tenemos por delante que no es proeza de un solo hombre; es un desafío de todos los argentinos”. La fuerza y el talento de nuestra gente están intactos desde entonces. Pero en los tiempos que nos tocan, a diferencia de aquellos, podemos contar con un enorme aliado que es la tecnología.
Vamos a sacar el freno de mano para llevar a la Argentina a una economía moderna floreciente. Vamos a desmontar “las máquinas de impedir” y a construir una República Argentina integrada y desarrollada.
Los tiempos han cambiado, pero el sueño está intacto.
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