
Columna publicada originalmente en http://martinwullich.com/por-siempre-tango-casi-un-reclamo/
Poco faltó para ese loco albur porteño de hacer caminar a Carlitos por la avenida de los gallegos; de que Mariano Mores tuviese otra vez su “gran organización” con una orquesta de cien músicos. Eso sí, nada faltó para que le devolvieran el tango a la gente.
Es que esa afición, consecuente, siempre está esperando que le muestren lo que es suyo, sin dobleces, mixturas, fusiones, ni aggiornados firuletes. Por siempre tango, así se llama el espectáculo que en el españolísimo y porteño Teatro Avenida trae sinfonía, baile, poesía, milongas, alegrías y lágrimas de añoranzas puras de melancolía.
Su orquesta es soberbia, más cuando uno se entera de que está conformada por chicos de entre 18 y 23 años. Pero la edad otorga poco, porque de inmediato se eleva cuando a poco del arranque suena Danzarín, la maravilla de Julián Plaza. Tiene en la dirección a su gran maestro Néstor Tedesco, y con El Choclo, La Yumba y La Cumparsita, momentos que impactan al mejor oído. La organización se llama Aeropuertos Argentina 2000 y es financiada por la pasión del titular de esa empresa.
Me resulta difícil contar que es un holograma. Por lo que vi se trata de un vidrio en la puerta de un café y en el que aparece Gardel hablando y cantando. Son cosas de la ciencia que, para nosotros, ¡minga de puerta cancel! Pero allí está la imagen de Gardel, que habla (ahora se dice interactúa) con los artistas. Eso sí, cuando canta es él, de verdad y, la orquesta en vivo: “Salú la barra…”. ¿Y la barra?: “Agradeciiiida”.
Entra Ariel Ardit, un cantante prolijo y completo que se luce con El día que me quieras. Ella, Ana Fontán, pasa su mejor momento en un popurrí reo, evocando a Virginia Luque y a Tita Merello. Fontán tiene algo que pocos notan y es cuando va bajando la potencia y la velocidad de su voz, como regulándola, sin detenerla a hablar ni a decir. Allí es armonía y seducción.
Después, la ovación por todos esperada. La voz que nos trae el antes y el ahora: Néstor Fabián. Impecable con esa garganta melodiosa, que baja, sube y se torna contundente, mostrando al cantor de rigor. Por eso es que puede hacer Uno como pocos, quizá también por ser la de su querido maestro Marianito.
Como a pocos le brotan aquellos tiempos para acordarse de la “bañadera” (colectivo), el Parque Japonés y la piba del barrio que siempre esperaba ver pasar y que bien pudo ser Malena. No se asusta ni teme el Pichi a la hora de actuar y transcurre, como nadie lo hizo, del loco gracioso a un loco de pasión: “¡Quereme así piantao, piantao, piantao…!”.
Así, Por siempre tango resulta un espectáculo que responde a un reclamo. Lo hace con arreglos orquestales, pero con seriedad y clasicismo. Nos devuelve el tango.
Próximas funciones: Viernes 7 y sábado 8 a las 21 en Teatro Avenida (Av. de Mayo 1222 – Capital Federal)
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