
Tiene 44 años, es arquitecta y guionista de televisión, elegante y bien plantada. Administra bien las sonrisas Olena Zelenska, pero no las destierra. La primera dama del presidente ucraniano Volodomir Zelenski ha lanzado un misil de gran impacto sin derrumbes ni víctimas. Preparado con sigilo y tiempo para una operación de delicadeza extrema y discusión segura, la guerra en Ucrania: su imagen en la tapa de Vogue, el medio supremo de la moda y la elegancia pero no en su totalidad, no se agota allí. Vogue suelta con frecuencia sorpresas: belleza con handicap de modelos con posibilidades diferentes, asiáticos, africanos, toda la amplitud de ser un humano siempre, demasiado flacos como en sutil protesta y ”gordos” para la dictadura del diseño y la industria. Vogue es, en medida muy fuerte, un hecho periodístico en la moda, pero también en otros aspectos. Desde ese objetivo central –se creo en Inglaterra en 1916, se extendió hacia Francia en 1924 y se edita hoy en más de 20 países- evolucionó para un mensaje chic primero semanal luego mensual que agregaría lectura y opinión.
Al ver y leer a Olena y Volodimir- mucho más Olena, centro del blanco en una revista de ese foco en todo el mundo (aquí se ha tratado de la edición de Ucrania y fue hacia Kiev Annie Leibovitz, la fotógrafa más cotizada y creativa para unir la imagen con ese bzzzz de emociones y transformación que se llama arte con la actualidad). Con mochila política pesada y hasta impensable surgieron las previsibles críticas y comentarios.
Una barrabrava abierta o solapada pro Rusia le ha caído con un hacha a Olena. Previsible delante de lo que no era ni es la noticia del día- pasa todo a gran velocidad- ha sido un curioso scoop, una exclusiva destinada a mostrar signos, señales, símbolos. Se extiende desde el entrevistador profesional y con pregunta cantada hasta los adoradores de Vladimir Putin-que hay muchos, aquí, bajo la alfombra o a cara descubierta-, dispuesto desde el Kremlin a recuperar el sueño de opio dirigido a reconstruir el imperio ruso con primer paso en Ucrania. Tanto Olena como Volodimir nacieron con nacionalidad de la república soviética de Ucrania, para cambiarlo con la independencia caído el muro y alcanzado la independencia en 1991.

El entrevistador o comentarista promedio no tiene remedio que preguntar y preguntarse cómo es posible que entre tanta sangre, masacre y civiles torturados, despedazados y enterrados vivos en fosas comunes por el ejército ruso como hicieron los rusos en Bucha – Olena Zelenska señala el lugar a la fotógrafa en Vogue-, se hace una nota con tapa mientras la guerra se empantana y gana en ferocidad. Putin vio las imágenes y le alcanzó con una palabra: “repugnancia”.
Es que el invasor y sus corifeos ideológicos o de pago han sido sorprendidos con los pantalones bajos. Todo cuanto ocurre en una guerra y hacer ese número de Vogue, se arguye, es un gesto insoportable de frivolidad. Pero poner juntos guerra y belleza es una contradicción fake. No hay incompatibilidad entre la guerra emprendida por el invasor y la fuerza de la vida, empeñosa, que quiere expresar despertar en todo momento al mundo del lento olvido y acostumbramiento que día tras día la humanidad se aleja del foco de desastre. Que se vive y pelea, tomar aire, exponer una mujer bonita, con jeans - diseñadores ucranianos-, su pensamiento sentada en los escalones de la residencia guardada por alambres de púa, trincheras, bolsas de arena y soldados . En la capital que el invasor no podido rendir, ella con los ojos fijos en la cámara, los codos sobre las rodillas.
“El país entero replica con todas las fuerzas posibles para detener y recobrar territorios. Yo vivo por entero la guerra, pero no he abandonado el trabajo de evitar la discriminación, educarse, no ser esclavizados ni escondidos en cuevas. Hay un millón más de mujeres que de hombres en el país. Las abrazó en la defensa de Ucrania“.

Los Zelenzki comen, duermen en lugares desconocidos, búnkers: mercenarios con entrenamiento especial están en el territorio con la misión de matarlos. La sorpresa y misil Vogue es una forma de defensa: aquí tenemos libertad, pertenecemos al mundo occidental y al progreso. Poner la cara es una manera de decirlo: no hay mordaza. Bajo el bombardeo hay lugar para entender que no se puede vivir con cadenas.
Así se mira desde estas teclas y las neuronas que se hubieran reunido. Con la convicción natural de que puede verse como un error, un hecho desconcertante tanto como derecho de opinión como de ira por la bofetada en la cara del ácrata ruso. Solo que aquí la mirada es distinta. Olena en la escalinata , con el presidente- “la guerra nos ha mejorado como matrimonio, nos ha hecho más fuerte porque hay algo superior, nuestra tierra, nuestra patria, los caídos, los que abandonaron el país”.
Tienen dos hijos, el presidente es comediante, después de abogado, llevado a la fama por un programa satírico y mordaz, sobre la corrupción rampante en el Estado, Olena entre los guionistas. Se llamó “El servidor del pueblo”. El éxito absoluto de “El servidor del pueblo”, que así se llamó el partido político construido luego, lo llevó casi sin proponérselo a la presidencia: noventa por ciento en las elecciones .
Mientras los rusos negociaban la compra de drones a Irán, desde la tapa de Vogue apareció en la guerra un arma secreta : Olena. La edición impresa saldrá en octubre. Será para conservar un número.
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