
Las medidas cortoplacistas y espasmódicas que aplica el Gobierno al sector energético se están explicitando cada vez más. Las consecuencias son incontrolables ante una conducción del sector con dos facciones en pugna: el cristinismo desde el Instituto Patria y los funcionarios que aún responden al ministro de Economía Martín Guzmán.
En este espacio me limitaré a explicar la falta de gasoil o diesel. En condiciones normales en el país se consumen 16 millones de metros cúbicos de gasoil. De ese consumo se destinan 2,5 millones m3/año para generación termoeléctrica, que los compra o importa directamente Cammesa (Compañía Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico S.A).
La producción local es de 11,5 Mm3/año, limitada a ese valor por las características y capacidad de craqueo de las plantas de refinación de petróleo en el país. Ergo, se debería importar 4,5 Mm3, casi el 30% de la demanda.
La intromisión del Gobierno en la formación de precios internos del petróleo y sus derivados, a pesar de que son productos desregulados por ley, es la causa principal del actual desabastecimiento que todos lo vimos venir menos la conducción energética que piensa que puede intervenir en los precios de una commodity sin consecuencias.
Esa ilusión populista condiciona la demanda, la oferta local y la importación produciendo los faltantes de GO que hoy padecemos.

La señal de precios bajos generó una sobre demanda por acopio de los grandes usuarios del combustible, percatados de la inviabilidad de la situación a corto plazo cuando hubiera que importar al precio internacional. También una demanda extraordinaria ocurrió en las provincias limítrofes por parte de nuestros vecinos que se percataron que cruzando la frontera había gasoil un 49% más barato, a lo que hay que agregar el contrabando en camiones cisterna ante la falta de controles aduaneros. Entonces, la demanda creció por esos motivos y no por el “excepcional” crecimiento de la economía relatado por el Gobierno.
La oferta con producción local es algo menor a la de un par de años antes debido al mayor aporte de petróleos livianos de Vaca Muerta.
Además, el volumen disponible para la venta ahora tiene la mitad de biodiesel, debido a una resolución impulsada por Máximo Kirchner el año pasado que redujo el corte obligado de bios en gasoil del 10% al 5 por ciento.
Hay que agregar también la reticencia de las petroleras a colmar las refinerías con un petróleo a USD 62 el barril cuando exportándolo obtendrían más de 110 dólares.
Por último, las importaciones se limitan a los compromisos mínimos que tienen las petroleras con su cadena de distribución ya que por cada litro que importan pierden del orden de los 60 centavos de dólar.
Ninguno de estos problemas en demanda, producción e importación existirían si el Gobierno no hubiese intervenido los precios del crudo y de los combustibles. Además, se hubieran mitigado de haber tomado las medidas adecuadas a principio de año cuando ya era evidente lo que vendría. Pero no, reaccionaron recién cuando el problema se hizo evidente a la opinión pública.
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