
Esta semana amanecimos con una noticia más que nos impacta e interpela como sociedad. Otra vez el alcohol al volante terminó con un hecho fatal: un joven de 20 años y una adolescente de 15 murieron por un irresponsable, cuyo test de alcoholemia arrojó 0,51 gramos de alcohol por litro de sangre. Este exceso podrá parecer no tan grave para algunos. Sin embargo, este es uno de los grandes mitos del alcohol al volante: se subestiman los efectos del alcohol sobre los reflejos, el campo visual y las percepciones de distancias al momento de conducir un vehículo.
El tránsito es interacción social y no podemos permitir que los conductores irresponsables sigan poniendo en riesgo la vida de todos los argentinos. No hay más margen para estas acciones, necesitamos cambiar esta realidad para pacificar la vía pública y que movilizarse por las ciudades no sea un peligro extremo.
Recientemente firmamos un convenio con la Ciudad Autónoma de Buenos Aires para intercambiar información sobre personas con Licencia Nacional de Conducir radicadas en esa jurisdicción que acumulen 10 o más infracciones de tránsito consideradas graves. Este es un avance fundamental para poder identificar a los conductores temerarios e irresponsables que ponen en riesgo la vida de nuestros seres queridos y, eventualmente, podremos solicitar la suspensión provisoria de su licencia de conducir en caso de que no resuelva su situación conforme la normativa local.
Esto significa un trabajo en conjunto para prevenir y poner un freno a todos los que no respeten las normas y pongan en riesgo la vida de otras personas. Es imperioso identificar a aquellos que conducen de manera recurrente bajo los efectos del alcohol o cualquier sustancia que disminuya las aptitudes psicofísicas normales, que exceden los límites de velocidad permitidos, no respetan los semáforos o adulteran patentes como parte de la mal llamada “viveza criolla”.
Estamos sentando las bases para salvar vidas, sacar a los temerarios de las calles y reeducarlos en cuestiones de tránsito. Esta medida no sólo tiene carácter sancionatorio respecto a las transgresiones a la seguridad vial, sino que tiene una finalidad educativa para dimensionar las consecuencias de las “vivezas” en la calle. Es el primer paso para normalizar el tránsito y no tener que lamentar víctimas fatales. Por esto digo: no hay más lugar para los irresponsables al volante, necesitamos una nueva cultura vial basada en el respeto a las normas de tránsito para salvar vidas.
Por Pablo Martínez Carignano, director ejecutivo de la Agencia Nacional de Seguridad Vial
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