
La mejor manera de lograr el progreso de una sociedad, y sobre bases sólidas, es con la generación de trabajo. Esto significa crear empresas que incorporen recursos humanos capacitados y, al mismo tiempo, que tengan una orientación exportadora de valor agregado. Ante este reto, el rol de las pymes cobra una importancia vital. Pero, ¿por qué? Sencillamente, porque la pyme ocupa el 70 % de la mano de obra formal en Argentina.
Como país, no tenemos una vocación exportadora de productos de alto valor agregado. Son muy pocas las empresas que lo hacen: tenemos 9.500 empresas que exportan y el 85% son pymes, con el agravante de que la mayoría no se sostiene como exportadoras en el tiempo. Para exportar es necesario tener empresas con buenos índices de productividad que no se basen solo en un tipo de cambio favorable, sino en productividad real; y ofrecer al mundo productos innovadores y protegidos por patentes (otro indicador muy débil de la Argentina).
Ahora bien, crear pymes y desarrollar las existentes para incorporar personas al proceso productivo -ya sea de bienes y/o servicios- no es algo sencillo. El siglo XXI trajo la novedad que llamamos “Mundo exponencial” donde, a partir de la fuerte digitalización, se produce un efecto combinatorio de nuevas tecnologías que acelera la innovación.
Para hablar de productividad y de valor agregado tenemos que, forzosamente, introducir el término innovación, ya sea en los procesos y/o productos. Y para innovar hacen falta dinero y recursos humanos especializados. Es entonces cuando aparece otro problema de nuestro sistema empresarial que es la poca inversión en I+D: el país invierte menos del 1% de su PBI en estas actividades, y el 80% de este valor está en manos estatales. Adicionalmente, nuestras investigaciones revelan que las pymes se relacionan poco con los organismos estatales que tienen concentradas las tareas de investigación y desarrollo.
Si se suma la poca inversión en I+D, el escaso relacionamiento con el sistema estatal de ciencia y la limitada vocación exportadora, se hace muy difícil crear y desarrollar pymes que tengan niveles de productividad adecuados y sean innovadoras para crear trabajo de calidad que incluya a más personas.
Sin embargo, no todo está perdido. Existen ejemplos de empresas pymes que invierten en I+D y se relacionan con el sistema estatal de ciencia y tecnología para innovar, lo que les permite exportar en base a su productividad e innovación.
Lo que se debe tener en cuenta a la hora de dar un salto cuántico es la implementación de una estrategia más articulada que combine educación para el mundo exponencial, políticas fiscales para fomentar la inversión en I+D con orientación a exportación, políticas que fomenten la mayor interacción ciencia-empresa, y políticas económicas para el desarrollo de la productividad a través de la innovación. Una gran tarea nos espera y no hay tiempo que perder. Es hora de poner en marcha la productividad inclusiva.
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