
La periodista Claudia Peiró publicó una interesante y polémica columna titulada “¿Qué es el trotskismo? ¿Utopía virginal o experiencia probada y fracasada?”, una nota que llama al debate y que intentaremos cumplir con la altura que el texto merece.
Es cierto que el Frente de Izquierda Unidad (FITU) logró alcanzar unos notables resultados que la convierten en la tercera fuerza nacional, con verdaderos triunfos no “testimoniales” en la #Elección2021 como la diputación por Jujuy del obrero recolector de basura Alejandro Vilca, los concejales elegidos en el oeste de la provincia de Buenos Aires y otras regionales, caso del distrito más poblado del país como La Matanza, además de Merlo, Morón, Moreno, José C. Paz, Florencio Varela y Coronel Pringles -cuna de César Aira y Arturo Carrera-, verdaderos bastiones obreros.
Las legislativas permitieron incluso por primera vez un curul por la Ciudad de Buenos Aires mediante la elección de Myriam Bregman.

También es cierto que el FITU comete el pecado del reivindicarse como “tercera fuerza” e incurre en un oportunismo parlamentarista que llega a recrear cierto seguidismo al kirchnerismo y que ni siquiera conforma un bloque de cuatro diputados, ya que cada fuerza que integra el frente formará un bloque propio. Incluso es conocido un tipo de punterismo dirigido por Eduardo Belliboni y un autoritarismo poco recomendable para el trotskismo que se materializó mediante la expulsión del fundador del Partido Obrero Jorge Altamira junto a 1200 militantes de la organización, medida avalada por las otras fuerzas del FITU. Sin embargo, la elección no deja de representar un gran avance para los intereses históricos de la clase obrera argentina.
Peiró descree de que el trotskismo pueda alcanzar el poder político, cuando en realidad las elecciones no son la manera que está fuerza concibe tal objetivo, sino que plantea una revolución insurreccional. Es una verdad de perogrullo que las elecciones son financiadas por fondos empresariales de acuerdo a sus intereses económicos e incluso por el imperialismo y que ninguno de estos “aportes” roza a las fuerzas cuartainternacionalistas. En ese sentido, la independencia “testimonial” del trotskismo resulta una virtud.
Si bien es cierto que la corriente trotskista es una continuidad y una superación del marxismo, también es cierto que Lenin se hizo trotskista cuando adoptó la fórmula de la “dictadura del proletariado”, cuyo nombre popular es “gobierno obrero” y que lo enfrentó con la vieja guardia bolchevique que no renegaba de León Trotski y que llevó a Lenin a publicar “Las tesis de abril” que reivindicaban el procedimiento de Trotski y que condujo a Lenin a denomimarlo como “el mejor bolchevique”, luego de amenazar con renunciar al partido y defender las tesis de la dictadura del proletariado entre las bases de la organización. En ese momento Trostki militaba en la Organización Interdistrital y en un primer momento el gobierno obrero fue integrado por los Socialistas Revolucionarios y los Mencheviques Internacionalistas, nada más alejado del sectarismo.

No se le podría achacar criminalidad a la “dictadura del proletariado” cuando, por ejemplo, sólo en 1921, cuatro años después de la Revolución, se expropió al gran capital. Es cierto que el Terror, que también fuera aplicado por el ala robesperriana de Mariano Moreno en la Revolución de Mayo, se produjo mientras 14 ejércitos imperialistas acosaban a la frontera rusa para restaurar el gobierno blanco de Kerenski. La tragedia de Krondstand se produjo en ese marco.
Peiró se pregunta por lo irrealizable de la revolución, sin embargo es cierto que las crisis capitalistas mundiales son cada vez más extensas -la última producida tras la caída de Lehmann Brothers no concluyó todavía- y es sabido que en la senilidad del capitalismo un resfriado es más riesgoso para su caída que en su rozagante juventud.
La revolución tiene un carácter internacional, y por eso los rusos ponían todas sus expectativas en la revolución alemana, traicionada por la Socialdemocracia. A la muerte de Lenin, Stalin, denostado por el fallecido en su testamento secreto, tomó el poder e instauró la teoría del “socialismo en un solo país”, contrapuesta con el marxismo, y llevó adelante una política criminal que no sólo instauró el “realismo socialista” sino que produjo las Grandes Purgas que asesinaron a la absoluta mayoría del comité central bolchevique a la vez que naturalizó el asesinato político y la delación.
Con razón, Peiró se pregunta sobre las modas izquierdizantes a las que se sube el FITU de manera oportunista, la otra cara del parlamentarismo que lo caracteriza de manera demagógica. Está en la naturaleza de esta coalición.
En épocas de profundización de la crisis económica, el trotskismo es la última alternativa a la barbarie.
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