
La doctora Carla Vizzotti- en adelante Carla, para acortar algo de distancia- es la ministra de Salud de la Nación. Segunda de la cartera hasta hace muy poco, recibe el trono caliente de Ginés. Lo recibe de la cabeza guillotinada por causa del terremoto y crisis tanto político como institucional, y con pérdida menguada en cuanto a confianza: los vacunados por izquierda.
Ahora con pausa y aislamiento por su hisopado positivo de COVID-19, Carla tuvo que dejar paso a la nariz -como todos los ministros- obligación para llegar Congreso en el inicio de sesiones ordinarias por estas horas. Cumplido el examen y con el resultado en mano, se espera el retorno al ministerio en buena salud. Allí se formalizará de lleno la tarea que ejerció en funciones oficiales y siempre delicadas -la salud, por cierto-, con el sonrosado doctor Ginés y con el doctor Manzur, hoy gobernador de Tucumán, donde muchos habitantes de allí y su antecesor Alperovich apelan ante ellos al reliveran, un medicamento conocido. Y Carla, sin ruido, hizo su tarea.
Es infectóloga, especializada en enfermedades inmunoprevenibles -vacunas- y está a cargo, desde la brusca llegada de la pandemia, del equipo de médicos que saturaron los medios hasta una discreta retirada luego de los achatamientos de las curvas y las cuarentenas: la Argentina ha ingresado al club de países que tienen más muertos por millón en el mundo.
Carla asoma apenas por los canales, jugó por alguna razón gorda a la vacuna rusa con viaje a Moscú y todo, hizo sin mayores rubores los juegos mímicos de la payasa Filomena, muy simpática -la lluvia, el arbolito, las olas- al ritmo de la monótona melodía. Diezmado el gobierno de científicos, queda -y cómo- Carla, la mujer que con mayor responsabilidad asume, el problema sanitario. Junto a la zona yerma de la economía, caballos del apocalipsis. Uno la ve digamos tranquila, con una mirada de ojos entrecerrados como cualquier miope, toda de negro, zapatos austeros. Los desafíos y tremendos problemas son tanto de salud como políticos, sus dos oficios. Es difícil proveerse de vacunas, llegarán los fríos, mientras la calle ,en cambio, se muestra caliente y con destellos de violencia como en las marchas de días atrás.
¿Ignoraba Carla la vacunación paralela? En todo caso, no se vacunó. No lo sabemos. ¿Era su reemplazo inmediato por GGG una forma de traición o un deber superior? Tampoco. Sí sabemos que los dos oficios tendrán que marchar con todos los motores encendidos y que Carla a primera vista cae bien, como una simpática muñeca, la doctora Carla, para los niños. ¿O una muñeca brava? Quizás surja otro modo guardado por si hiciera falta. Las papas queman.
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