
El 17 de febrero hubo marchas en todo el país para exigir respuestas para que preserven la vida de las mujeres y generen políticas concretas para frenar los femicidios y transfemicidios. En Córdoba las mujeres volvieron a salir a la calle con barbijo y alcohol en spray entre las manos. Pero cuidarse, también, es protestar contra la violencia.
La Asamblea Ni Una Menos convocó con el lema: “Nos moviliza desde las entrañas el femicidio de Úrsula, de 18 años, asesinada por el policía Matías Martínez. Úrsula había realizado 18 denuncias contra su femicida. La justicia patriarcal actuó una vez más con desidia y finalmente Martínez concretó sus amenazas”.
“Nos queremos vivas, libres y sin miedo”, decía un cartel violeta que luce una adolescente en jeans, con camiseta blanca, con el dolor de las puñaladas que mataron a Úrsula y con el filo de esa muerte como una lección para tener miedo a salir y miedo a quedarse, miedo a vestirse y miedo a desvestirse.
Los femicidios no matan solo a una, sino que disciplinan a muchas. Por eso, las protestas colectivas son una forma de sostén para no dejarse acobardar por los temblores y, a la vez, pedirle al Poder Judicial, al Poder Ejecutivo y al Poder Legislativo acciones que no dejen a las mujeres denunciando como una carta que se echa a un buzón que nadie recibe. En la marcha por la Ciudad de Córdoba los carteles retumban con preguntas que no pueden quedar en el aire. “¿Y de la policía quien nos cuida? #JusticiaporUrsula”.
Otro cartel mostraba que el caso de Úrsula no es un caso más, pero es un caso más de uno de los 41 femicidios que ya se dieron en el 2021 y eso lo hace intolerable. La foto es de Úrsula, pero rodeada de tantas otras fotos de mujeres que faltan, grafica: “No es un caso aislado”.
El femicidio de Úrsula impacta y se convierte en un nombre propio que desgarra los oídos con el insoportable pedido de ayuda de la adolescente que no fue escuchado por la justicia y que derivó en una muerte que se tendría que haber evitado y no se evito.

Ayer el Presidente de la Nación Alberto Fernández recibió, en la Casa Rosada, a Patricia Nasutti, la madre de la joven de 18 años de Rojas asesinada por el policía Matías Martínez. El integrante de las fuerzas de seguridad ahora está detenido por femicidio agravado.
Pero el movimiento feminista no respondió nunca a ningún gobierno de turno. Uno de los pilares históricos del movimiento de mujeres en la Argentina es la autonomía. Por eso, se le exige al Estado mayor responsabilidad aunque desde la presidencia se muestren gestos de apoyo. Los gestos y la burocracia no alcanzan. Se necesitan respuestas y acciones concretas.

Un ejemplo de los agujeros en las políticas públicas es la falta de un organismo que centralice la búsqueda de las mujeres desaparecidas (como desde hace años pide la familia de María Cash). Actualmente lo que hay no alcanza o, al contrario, la atomización de respuestas oficiales termina sin servir y sin dejar avanzar hacia respuestas más eficaces.
En la actualidad existen agencias provinciales y nacionales para la búsqueda de mujeres desaparecidas. Sin embargo no es claro cómo se operativiza, en las redes sociales y los medios de comunicación, la búsqueda. Y no puede depender de compartir una foto o de la acción de las familias o los movimientos sociales.
Hoy el mayor problema es la cantidad de microorganismos del Estado que no logran responder efectivamente a un problema que necesita respuestas unificadas y desenredar la telaraña de hilos burocráticos en donde muchos se ocupan de algo y, finalmente, nadie se ocupa de la responsabilidad final de salvar la vida de las mujeres.

En Córdoba los carteles reclaman “Aparición con vida de Ivana Módica YA!”. La desaparición de Ivana también es un ejemplo de lo que está mal. Las mujeres no desaparecen, no se las traga la tierra. Por eso, tiene que crearse o recategorizarse el organismo encargado de la búsqueda de mujeres desaparecidas (que hoy forma parte del Ministerio de Seguridad) para que las respuestas sean efectivas.
Si no están desaparecidas y fueron asesinadas que se encuentre su cuerpo y no quede impune. Si están desaparecidas que se las rescate vivas. Si es un caso de violencia de género que no quede encubierto como una desorientación o accidente. Si son víctimas de redes de trata que no se dulcifique la extorsión sobre su existencia.
Si se necesita publicar en medios o redes sociales que sea un organismo el que diga si es mejor postear para lograr atención y no cadenas en Twitter, Instagram y Facebook desorganizadas y riesgosas sin saber si eso ayuda o es un boomerang (puede verlas un asesino que accione el gatillo o reconocerlas una vecina que las rescate, pero eso lo tiene que decidir alguien con datos en la causa y no cada cual desde su celular).

Ivana Módica desapareció en La Falda. Su pareja, Javier Galván, fue detenido el 15 de febrero a pedido de la fiscal de Cosquín, Jorgelina Gómez y quedó acusado por “falso testimonio agravado y desobediencia a la autoridad”. Galván es piloto de la Fuerza Aérea de Córdoba.
Él violó la orden de restricción de acercamiento que le había puesto la justicia a partir de una denuncia de Ivana por violencia de género. Ivana se comunicó por última vez con su hija Nicole el 11 de febrero pasado, a la noche, a través de mensajes por el teléfono. El reclamo por Ivana lo llevan muchas.
Dos nenas marchan con su tía y llevan carteles colgados al cuello, con flores y corazones de colores que piden: “Libertad para las mujeres” y “Vivas nos queremos”.
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