La ausencia de respeto entre las partes bloquea la escucha y el diálogo. Hoy se transitan demasiados conflictos, algunos absurdos como los que se derivan de la pandemia. ¿Cómo entender el abuso de autoridad de gobernadores, en particular del perpetuo de Formosa, que cierra la frontera provincial para sus propios ciudadanos?
¿Cómo entender el conflicto moral que generan ministros de la Nación, voces supuestamente comprometidas con los derechos humanos, cuando permanecen en silencio y ausentes ante esa profunda falta de respeto? Al mirar la estela que se ha dejado, en la navegación de la vida colectiva desde que comenzó el siglo, se ve la siembra de conflictos que se acumulan sin resolver. El mayor es la pobreza, que venía de años, ni siquiera contenida a base de imprescindibles subsidios.
Pobreza que es una fuente en expansión de conflictos continuados. De estos 20 años 16 gobernaron los que llegaron al poder invocando a Juan Perón, quién decía: “Gobernar es crear trabajo”. Un mandato que vale para todos, incluidos aquellos que han llegado al poder agitando la bandera contraria. Crear trabajo con una productividad tal que genere, como mínimo, el propio sustento para una vida digna.
Los subsidios son una imperiosa necesidad generada por la incapacidad de desarrollar políticas capaces de crear condiciones para que exista el trabajo, que es indispensable para la vida y la organización social.
Pero en las condiciones estructurales de la Argentina, en la que gran parte de los consumos -como consecuencia de la bajísima producción nacional de bienes transables- contienen un enorme porcentaje de importaciones, la política imprescindible hace que el déficit fiscal y el externo sean alimentados por la falta de empleo. ¿Hay consenso acerca de esto?
Hay otros conflictos que son heridas difíciles de restañar, como lo fue la que generó la 125. Un ejemplo de la irracionalidad en el tratamiento de la relación entre requerimientos fiscales y la necesidad, igualmente prioritaria, de la generación de dólares. Allí se parió un conflicto que está latente. Destacados ministros y legisladores que quisieron ayer instalar la 125, hoy transitan la ruta contraria, con la misma energía y sin siquiera reconocer aquel error. Hoy militan señalándolo y sin asumir su responsabilidad en la génesis. No es el único caso.

¿Se construye acaso, con esa ausencia de reconocimiento público de la propia responsabilidad, el respeto a uno mismo, se valida así la moral de la propia trayectoria? Este es también un elemento esencial de la paz que requiere respeto propio y a los demás. ¿Acaso el oportunismo, los giros sin señal, acumulan el respeto que los que han girado se deben a sí mismos y nos deben a los demás? ¿La falta de respeto a uno mismo obliga a generar enemigos de mayor talante en pos de crecer ante los ojos de los demás?
Se está en un campo minado de conflictos. Muchos funcionarios y aliados del gobierno inventan conflictos cuyas consecuencias negativas pueden ser mayores que el conflicto mismo. Los casos de la toma de tierras, que van de la cuestión Mapuche a la cuestión Guernica o el ridículo que ha hecho Juan Grabois en Entre Ríos, forman parte de una escalada de provocación sin destino.
La reacción tardía y hasta contradictoria del Gobierno, ante cada uno de esos conflictos, refleja la ausencia de reflexión que los domina y del resultado positivo que se espera del pensar: un programa, el que siempre es hijo de una visión que procura la reflexión centrada en el futuro.

La reacción tardía es un problema de la gestión Fernández. De alguna manera la Carta de CFK le está marcando el atraso. Le ha señalado que no todo el Gobierno funciona, imputar la evidencia no es ayudar; y además le reclama que es necesario un Acuerdo y lo señala quién ha hecho todo lo posible por cultivar el desacuerdo en los hechos a quién llegó anunciando el fin de la grieta que es el paso previo, la paz, al acuerdo.
CFK no lo convoca. Sólo le hace un llamado al Presidente para que convoque a las mesas de concertación. Esa demanda no se le niega a nadie. Pero, a causa de tanta mención y amague se ha ido vaciando el sentido del Acuerdo. Y no contiene lo esencial.
La cuestión del apetito y la necesidad de dólares sólo se resuelve con un replanteo de la estructura productiva que exige acuerdos sobre objetivos e instrumentos. Para eso es imprescindible la paz, la amistad política sincera y el diálogo.
El país tiene un enorme potencial de recursos. Ha sido territorio de enormes frustraciones y lo es hoy de enormes conflictos finalmente distractivos. País con recursos y sin ideas, ni proyectos de realización. Tanto enfrentamiento ha vaciado la voluntad creativa.
Tal vez este estado, tan sombrío, madure la paz para el diálogo del acuerdo y así poder resolver los problemas estructurales y no los síntomas.
El autor fue subsecretario de Economía del ministro José Ber Gelbard y uno de los que redactó ese plan, además de escritor, autor del libro “Economía y política en el tercer gobierno de Perón”, y profesor en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA
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