
En las sociedades extendidas, con millones de individuos de intereses diferentes, hasta encontrados, anidan innumerables conflictos. Por eso necesitan acordar reglas para dirimirlos de forma previsible. Esa es la misión de los gobiernos en general y del Poder Judicial en especial. En la Argentina los conflictos y enfrentamientos sin resolver estorban para producir y mantienen la pobreza.
La marca distintiva de las naciones avanzadas, las de mayores ingresos, es la superación de conflictos encontrando beneficios para las personas. ¿Cómo lo hacen? Acordando intercambios, transacciones de derechos, libres de trabas artificiales. Ese modo de resolución de conflictos promueve el progreso y avance de la gente.
La proporción de transacciones, comercios (acuerdos/enfrentamientos) define la prosperidad de las sociedades. Los países más pobres son los abrumados por conflictos sin resolver y obtienen ingresos menores.
La pobreza está aumentando en la Argentina porque se acumulan conflictos que no se saben resolver. Los gobernantes entorpecen los negocios, los contratos, el comercio y las actividades productivas.
El análisis de los países por nivel de ingreso medio de los habitantes describe el éxito o frustración de la población mundial, consiguiendo recursos a través de los entramados institucionales de los países, superando enfrentamientos y logrando superar el valor promedio. Las diferencias son muy amplias, varían entre USD 250 por año por habitante, en Sudán del Sur, hasta USD 87.000 en Suiza, según datos del FMI al inicio de 2020, anteriores a la pandemia. Ahora han disminuido un 5% en promedio. La Argentina está debajo del promedio mundial.
Las sociedades avanzan en tanto acuerdan modos de superar conflictos en beneficio de su gente. Los que no lo consiguen se rezagan. Los enfrentamientos impiden contratar actividades productivas. La cuarentena, decisiones y reglas menos competentes aplicadas para enfrentar la pandemia de covid-19 lo confirman, la Argentina está entre los países cuyos ingresos cayeron más en ese período.
Contrariamente al saber popular, no son los descubrimientos tecnológicos, ni las inversiones, las causantes del progreso. La llave del progreso son las instituciones para superar enfrentamientos, divergencias, obstáculos, en beneficio de la población. Y los descubrimientos e inversiones son la consecuencia de las oportunidades abiertas al superar desencuentros. ¿Cuál sería el incentivo a invertir en sociedades plagadas de enfrentamientos que traban las capacidades productivas?
Aprender del fútbol
El fútbol y los deportes competitivos ilustran. Los jugadores actúan según reglas conocidas. Los árbitros deciden al instante pues las reglas están aceptadas, no se discuten, no están controvertidas. Son claras, precisas, las mínimas necesarias y suficientes.
Si los árbitros actuasen como muchos jueces en la Argentina, los partidos quedarían congelados, interrumpidos, ante la primera infracción o reclamo, no podrían continuar. Sin acuerdos precisos, ningún juego, actividad conjunta, prospera. Afortunadamente, los dirigentes del fútbol y deportes competitivos entendieron.

Popularizar el deporte implica conformar a las diferentes y más amplias audiencias, ponerse de acuerdo en las reglas del juego. Pues cada juego, deporte, actividad, competitiva, se puede desarrollar en tanto los jugadores compartan las reglas de intercambio en sus actuaciones. Y que, en caso de duda, controversia, acatarán la decisión judicial.
En el fútbol, y otros deportes de alta competencia, las decisiones arbitrales aparejan voluminosos costos e ingresos. Por eso, FIFA y las organizaciones regionales acordaron reglas y procedimientos de control de las decisiones individuales de los diferentes jugadores, árbitros, iguales, estables, esto es, aceptados a través del tiempo, jugadas y equipos. Con esas reglas, el público fue haciéndose cada vez más experto, conocedor, y las audiencias se fueron expandiendo en todo el planeta.
El fútbol se convirtió en el deporte más popular y competitivo del mundo. Sin importar la nacionalidad, cultura, otras particularidades, cada concurrente puede disfrutar del espectáculo. Pues juegan con las mismas e idénticas reglas, sin cambios, favoritismos personales, sectoriales. Con tales normas, los niños y jóvenes de todas las procedencias pueden prosperar en la actividad desde las pobrezas mayores.
Se comprueba así a qué aspiran las multitudes más amplias: Justicia, reglas iguales y previsibles para todos a lo largo del tiempo. Seguridad y confianza en reglas y procederes individuales.
Algunos economistas miden la competitividad según el tipo de cambio esté “atrasado”. El fútbol enseña algo más primario, central: competitividad es reglas iguales, mínimas, necesarias y suficientes para acordar el juego, las actividades conjuntas, por eso Suiza es el país más competitivo del planeta: lo prueban los ingresos de su gente. De eso se trata el libro “Por un País más Justo y Floreciente”.
El autor es Economista, Consejero Académico de la Fundación Libertad y Progreso. Escribió los libros: Dolarizar (2001), La riqueza de los países y su gente (2005), Fin de la pobreza (2018) y Por un país más justo y floreciente (2020)
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