
Mañana es 17 de octubre, una fecha histórica e imborrable para nosotros los justicialistas, y siento un enorme deseo de comunicarme con todos los compañeros. Estén donde estén. No es el momento de acentuar el por qué de la fecha ni qué nació ese día porque ya lo sabemos. Es tiempo de reiterar que desde 1945 a hoy, es decir 75 años, el justicialismo ha estado alternadamente en el poder 33 años. Los demás estuvo proscripto, perseguido o en la oposición.
Nací en 1950, el Año del Libertador, y asumo los grandes aciertos y los errores desde aquel entonces. Los tiempos de oscuridad y el momento del retorno definitivo de Juan Domingo Perón a nuestro país tras una larga contienda interna y el reclamo por su presencia de sus seguidores y de quienes en el pasado lo combatieron. Volvió sin resentimientos y nos aconsejó que era hora de honrar la nacionalidad, la grandeza, de echar a la espalda los malos recuerdos y de llegar a una política de coincidencias “respetando a las fuerzas políticas, aún a aquellas que no comparten nuestras ideas, porque ni todo lo que pensamos nosotros es bueno, ni lo que piensan ellos es malo”.
Tuvo la gran virtud de aceptar la mano de los anteriores adversarios y la lucidez para advertir que dentro de los pliegues de su movimiento se encontraban agazapados “los simuladores”, que formaban parte de lo que denominó “el entrismo”. Los mismos que propugnaban una revolución armada socialista que la mayoría no aceptaba y para alcanzarla no repararon en límites. A los que exigían esto, como bien recordamos, los echó de la Plaza de Mayo.
Pocas semanas más tarde de aquel hecho, Perón nos dejó y poco después todo terminó en un tiempo de circunstancias irreparables del que pudimos salir tras un conflicto internacional, en el que dejamos a muchos héroes en la turba malvinense.
Hoy, tras años de larga convivencia de las instituciones democráticas, nuestro país se encuentra inmerso en una profunda crisis en todos sus estamentos. Para peor, se sostiene que gobierna el peronismo, cuando nosotros sabemos que no es así porque los que detentan el poder buscan un sistema de ideas que nada tienen que ver con nuestro pensamiento ideológico. No somos socialdemócratas ni conspiramos con aquellos que propugnan un socialismo para el Siglo XXI. Fuimos y somos Occidente.

Buscamos recuperar lo que nos hizo grandes. La unidad nacional en el marco de las lógicas discrepancias; la generación de confianza a través del respeto a la ley; garantizar la propiedad e iniciativa privada. Terminar con la política del “pobrismo” y hacer realidad aquello de que “cada uno debe producir por lo menos lo que consume”. No nos dejemos encandilar con grandes proyectos que vienen del exterior con la supuesta excusa de apoyar un controvertido despegue económico, cuando sabemos que llegan para vaciar nuestras riquezas y comprometen nuestra seguridad en un mundo que no nos consulta.
En definitiva, terminemos con los silencios cómplices. Defendamos nuestro legado y cuidemos nuestro futuro que es el de nuestros hijos, a los que queremos aquí y no afuera de la patria. ¡Hagámoslo por ellos!
Compañeros, tenemos un destino común junto con todos nuestros hermanos argentinos. Aquí y afuera, en principio, con nuestros vecinos. Por lo tanto no ahorremos esfuerzos por fortalecerlo entre todos.
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