
Hablar del General José de San Martín es hacer mención a una de las personalidades de nuestra historia que ha logrado el reconocimiento indiscutido de todos los argentinos.
Fue un organizador político y militar en nuestro país, un líder militar exitoso en Chile y un estadista en Perú, lo que lo erige en un hombre indispensable para la emancipación de los pueblos sudamericanos.
Dio a la Revolución de Mayo la dimensión continental de una causa regional; pero su voluntad política fue que sus restos descansen en la Catedral de Buenos Aires.
San Martín comparte con Napoleón, Aníbal, Alejandro y otros el sitial de genio militar y estratega, pero su figura se agiganta cuando vemos que sus hazañas en el campo de batalla tuvieron como correlato una vida ejemplar fuera del mismo y comprendemos que su cabal dimensión, su verdadero tamaño histórico, estriba en la grandeza de su pensamiento y sus acciones.
Porque no fue un conquistador de naciones sino un libertador de pueblos.
Porque no quería seres sojuzgados bajo la ignorancia y el oscurantismo, sino hombres libres redimidos por la educación.
Porque tras alcanzar el poder supremo en Perú, lo resignó tranquilamente cuando entendió que había culminado su servicio.
Porque al regresar al país años más tarde, rehusó el gobierno diciendo que quería dar ejemplo a quienes habían dañado a la Patria con estériles enfrentamientos, mostrándoles –decía- “la diferencia que hay entre un hombre de bien y un malvado”.
Y, sobre todo, porque hasta el final de sus días demostró su capacidad de no endurecerse ni entristecerse ante la difamación y la calumnia.
Con su visión estratégica percibió claramente cuál era el camino que debían transitar los pueblos americanos para constituirse en naciones libres y soberanas. Su obsesión fue la libertad de su patria. Ese fue el objetivo que lo desveló hasta el momento de su muerte. He ahí la razón de su mandato: “Seamos libres, que lo demás no importa”.
Valentía, abnegación, honradez, austeridad, altruismo, el vigoroso entusiasmo, la infatigable actitud de servicio. Todos valores y ejemplos que caracterizaron también la vida del Libertador, nos identifican como soldados y nos dan el mandato irrenunciable de que las armas de la Patria deben estar subordinadas a los objetivos de la Nación.
Tenemos suerte los argentinos: no debemos ir a buscar modelos extraños; tenemos en el padre de la patria el perfecto y evidente ejemplo a seguir, no en la grandeza militar de su gesta – históricamente irrepetible- sino en la sencillez de sus actos civiles.
El trabajo de cada docente que educa reproduce la gesta libertaria de San Martín; la acción laboriosa del que construye en vez de criticar reproduce sus esfuerzos; nuestro accionar como militares y como ciudadanos comunes movidos por valores simples y fuertes emula su forma de conducirse en la vida.
Los pueblos siempre evocan su pasado de gloria; en tiempos sin apremios, para rendir homenaje de agradecimiento y reconocimiento a sus próceres por sus obras y acciones; en épocas de crisis, para buscar en ellos los ejemplos necesarios para enfrentar los grandes desafíos.
Hoy, volvemos nuestra mirada al General José de San Martín para nutrirnos de sus convicciones y de su conducta y explorar en su ejemplo soluciones para nuestro diario devenir. La gesta sanmartiniana nos recuerda que hubo argentinos que pudieron vencer todos los obstáculos y que, con coraje y con valor, con honradez e inteligencia, se puede servir a la patria dignamente.
Para el logro de esa gran nación que él soñó, hoy más que nunca, debemos reafirmar lo que exclamó el padre de la patria: “Compatriotas, la patria existe y triunfará”.
Por todo esto, por la grandeza de una vida que fue ejemplo de virtud, por las convicciones y los ideales que sentaron las bases de un país independiente junto a sus vecinos y por ese legado que se proyecta y debe ser guía de nuestro presente, esa tarde de agosto de 1850 el General José de San Martín no murió, pasó a la inmortalidad.
He querido compartir estas reflexiones no para que se conviertan en un comentario obligado de aniversario, sino porque como Jefe del Estado Mayor Conjunto quiero que el legado sanmartiniano sea un factor identitario que actúe como principio y fundamento de nuestras Fuerzas Armadas. Que su legado sea una herramienta viva de discernimiento en nuestro quehacer cotidiano y que siendo agradecidos por la confianza de nuestro pueblo que nos legó el deber de protegerlo, estemos dispuestos a en todo servir en el cumplimiento del deber y nuestras leyes.
*El autor es Jefe de Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas de Argentina
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