La causa AMIA es, sin dudas, el paño sobre el cual, como sociedad, exponemos en carne viva muchas de las características más distintivas que tenemos.
A lo largo de estos 26 años muchos ciudadanos hemos sostenido en el tiempo una línea recta y una posición férrea a la hora de clamar por justicia.
Siempre hubo posiciones encontradas sobre responsables y metodologías sustentadas en la insoslayable responsabilidad política que tienen los gobiernos que ejercían por entonces el Poder Ejecutivo respecto de la instrucción de la escena del hecho. Como en todo crimen, cuando se instruye mal la escena y se adulteran pruebas por incapacidad, boicot o por ambas cosas, la verdad jurídica nace herida de muerte.
El responsable de ese nacimiento condenado en la causa AMIA fue el gobierno de Carlos Saúl Menem.
Ningún gobierno está exento de sufrir un atentado, pero tal como suele suceder en todo el mundo, tiene la obligación de resolverlo a través de un impoluto accionar sobre la instrucción de la escena del hecho para proveer a la Justicia un trabajo incuestionable e inmaculado que permita la solución cívica de estas tragedias.
Teniendo como antecedente la bomba a la Embajada de Israel en nuestro país, en 1992, también sin solución jurídica, sin duda, su responsabilidad política se ve doblemente agravada.
Lo mismo ocurrió con la firma del Memorándum con Irán en el año 2013 y con el asesinato del fiscal Nisman en 2015. Ambos hechos atados de manera indisoluble a esta trágica saga que nos atraviesa como sociedad. Ambos -al igual que los atentados de 1992 y 1994- ya cuentan con juicios cruzados, pésimas instrucciones sobre la investigación de los hechos y grietas que se sostendrán en el tiempo entre quienes podemos ser laxos y plásticos para diversas cuestiones, pero nunca en una causa en la que vimos morir asesinadas a 85 personas por el solo hecho de estar en uno de los iconos de la vida judía en nuestro país. Tal vez ese sea el objetivo: que discutamos de manera neurótica y eterna mientras los responsables y sus cómplices gozan de impunidad.
Escribo esta columna en este día tan triste con la misma pasión que siempre tuve para con esta causa. Siempre respeté a quienes pensaron distinto en este tema. Lo que no puedo es respetar a quienes fueron cambiando de posición al respecto a lo largo del tiempo en función de su conveniencia política.
Uno puede, en un momento de su vida, promover el libre mercado y luego abrazar el socialismo como ejemplo de tantas metamorfosis que las personas sufrimos en nuestras trayectorias. Lo que no podemos es cambiar los valores éticos y morales que nos definen en temas que deberían ser innegociables sin pagar algún precio por eso.
Este 18 de julio, para mí, es doblemente triste. A la ya mentada carga emocional que la gran mayoría de los argentinos nos invade este día se le suma la exhibición de este cambio radical que experimentó nuestra dupla ejecutiva gobernante a lo largo del tiempo. En el caso de la Vicepresidenta su compromiso con la causa fue inquebrantable hasta el 27 de octubre del 2010, fecha en la que murió el ex presidente Néstor Kirchner. Ahí todo cambió. Fue Néstor Kirchner quien creó la UFI AMIA y designó al fiscal Nisman a su cargo y a quien le escuché pronunciar el discurso más enérgico que un mandatario argentino haya dado en las Naciones Unidas acusando a la República Islámica de Irán, tal cual surge de lo actuado por nuestra Justicia del atentado en cuestión. Fue en el año 2007 y lo aplaudí conmocionado.
Pero la triste novedad de este aniversario es la vuelta en U que ha pegado nuestro presidente Alberto Fernández respecto de este tema.
Nuestro Presidente dijo una media verdad ayer, 16 de agosto, en su entrevista con el American Jewish Comitee. No es cierto que solo se expresó en contra del Memorándum con Irán y que definió como asesinato la muerte del fiscal Nisman en repudio al trato que a este hecho se le dio desde un primer momento desde aquel Ejecutivo gobernante. Escribió en los albores de 2015 sendas columnas -“Hasta que el silencio aturda a la presidenta” y “Por algo será”- en las que plasma con su firma tremendas definiciones y acusaciones jurídicas sobre el gobierno de Cristina Fernández que cobran otra dimensión tratándose de un abogado y profesor de derecho penal siendo además ella hoy su compañera de fórmula. Repito: ambas plasmadas por escrito y con su firma. A muchos nos debe explicaciones y definiciones sobre este tema.
Siempre se debe utilizar con ubicuidad la política como herramienta para resolver con convicciones los temas sensibles. Pero nunca se pueden utilizar como herramienta los temas sensibles sin convicciones para resolver nuestra ubicación política.
Ese es el último bastión del respeto. Que no se exige sino que se gana.
Memoria, verdad, justicia y por sobre todo respeto.
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