
La semana pasada me sorprendió -creo que al igual que a muchos argentinos- un extenso documento de Mario Firmenich en el que, junto a diversos temas de análisis internacionales y nacionales, cuestiona el modo en el que se están implementando alguna medidas para combatir la pandemia en nuestro país preguntándose “La cuarentena exitosa … ¿hasta cuándo?”.
Reitero mi posición respecto a la libertad que toda persona tiene -aunque fuera responsable de crímenes de cualquier índole- de expresar sus opiniones. Compartirlas o no es derecho de cada uno de nosotros. Pero tratándose de alguien que ha sido responsable de la muerte de mi padre y de tantos compatriotas (tanto enemigos como amigos de Firmenich) no puedo menos que sentirme molesta por el hecho de que quien las expresa no sólo no ha respondido ante la justicia por ello sino que tampoco ha explicado a la nuestra sociedad las razones que creyó haber tenido entonces para derramar tanta sangre de argentinos. Y para pedir perdón por eso, en caso que hoy considere que su actitud de entonces fue equivocada.
Quizá mi molestia no sería tan notoria si Firmenich no hubiera mencionado en su documento frases y palabras que -sin mediar la explicación o pedido de perdón que consideré necesario mas arriba- suenan de una notable hipocresía, casi cercana a la burla a quienes sufrimos las consecuencias de su accionar. Esto es muy importante, especialmente cuando hay millones de argentinos -los menores de cincuenta años- que o eran muy pequeños o no habían nacido aún, que saben poco o ignoran totalmente quién fue Mario Firmenich, sumado al deliberado ocultamiento de un pedazo de nuestra historia (1973-1976) por parte de un sector de nuestra dirigencia política.
En su documento Firmenich menciona críticamente la frase “...guerra civil genocida...”, dice (¿preocupado?) que “...la historia argentina tiene largos antecedentes de violencia política en guerras civiles...”, habla desde “afuera” de ella de “...la guerra entre peronistas y antiperonistas...”, menciona repetidas veces la palabra “peronismo” (con buen criterio no menciona a Perón, a quién combatió) y hasta afirma con conciencia humanitaria que “una caída económica se recupera, pero una vida perdida no...”. Y cuando aborda el tema que hoy mas nos preocupa a todos, el coronavirus, cuestiona la cuarentena impuesta proponiendo, de alguna manera, su “levantamiento” en los términos en los que se viene implementando.
¿Y si dejamos que presidente, gobernadores e intendentes -con la valiosísima colaboración de científicos- continúen conduciendo este duro proceso que atravesamos? ¿Estaría mal esperar de Firmenich otras declaraciones, mas relacionadas a su rol en nuestra historia reciente, que en muchos casos está plagada de visiones sesgadas, verdades a medias, deformaciones de los hechos y en muchos casos mentiras obscenas? ¿Y si en lugar de la cuarentena “levantamos” la impunidad, la mentira, la deformación de los hechos, el “de eso no se habla”?
Reconozco que sería un mero ejercicio de imaginación. A pesar de nuestros pedidos insistentes desde hace años, el Juez Ariel Lijo decidió no citar a declarar a Firmenich en la causa del asesinato de mi padre. Desconozco sus razones. Pero me permito soñar con el “levantamiento de la impunidad” algún día.
Significaría -por ejemplo- saber que la organización que dirigía Firmenich creía que Juan Domingo Perón no tenía derecho -después de ganar las elecciones con mas del 60% de los votos- a llevar adelante el proyecto en el que creía y por el que lo habían elegido millones de argentinos, y que debía llevar adelante el proyecto que Firmenich consideraba mas adecuado. Saber también que como Perón no accedió a esos reclamos, se decidió “tirarle un muerto sobre la mesa” y asesinar a mi padre, secretario general de los trabajadores y hombre de extrema confianza de Perón. Conocer que al poco tiempo la organización que conducía Firmenich decidió -tras la reacción de enojo de Perón- un enfrentamiento abierto con el entonces presidente democráticamente elegido, pasando poco tiempo después a la clandestinidad y realizando innumerables acciones armadas como asesinatos de integrantes de fuerzas armadas, de seguridad y de dirigentes y activistas políticos y gremiales; atentados con explosivos, incendios, robos y secuestros. Todo ello en democracia. Cuando todavía no había llegado la dictadura y sus atrocidades.
Para quienes han sido victimas inocentes de esa “impunidad selectiva”, de la historia contada a medias, del relato de “los jovenes peronistas llenos de ideas sanas en la búsqueda de una sociedad mas justa” quizá no resulten sorprendentes estas declaraciones proclives a la defensa de la vida, a la necesidad de mayor justicia social, al rechazo a los enfrentamientos internos y la búsqueda de la unidad nacional y hasta la preocupada advertencia frente al riesgo de “una rebelión social contra la cuarentena”. Para los que conocemos la historia, por haberla sufrido, o por haber investigado los hechos de la realidad, queda un gusto amargo de que quien así se expresa todavía no se hizo cargo del dolor provocado, pidiendo perdón por ello.
Insisto en proponer que el manejo de la lucha contra la pandemia la lleven adelante quienes tienen la responsabilidad de hacerlo, junto a la invalorable colaboración de quienes saben cómo hacerlo. Mientras tanto, muchos argentinos seguiremos bregando por el levantamiento de la impunidad.
La autora es senadora bonaerense y ex diputada de la Nación
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