
El crimen ejecutado en la puerta del Hotel Faena de Puerto Madero ha desnudado, una vez más, la falacia de la Argentina segura que nos anunciaron hace unos días en el resumen de fin de gobierno de la era Macri.
La realidad es que la delincuencia sigue en alza en todos lados: sólo se encienden las alarmas cuando el hecho sucede a un turista y en el barrio supuestamente más seguro del país.
En diversos titulares hace unos días llamaba la atención la sorpresiva baja de la tasa de homicidios cada 100.000 habitantes de Argentina.
¿Que causaría que mientras en el distrito adonde vive casi la mitad de los argentinos subió el delito violento del 2018 a 2017 en casi un 30% (datos de la Procuración General de la Provincia de Buenos Aires) los homicidios en todo el país fueran en sentido contrario?
Esta pregunta llama a revisar ciertos números.
Según la OMS, las muertes por acción externa, es decir por causas no naturales, en Argentina son -en números redondos- unas 20.000. De ellas, 10.000 son catalogadas como accidentes (muchas de ellas delitos viales, no accidentes), otras 3.000 son suicidios y unas 2.300 como homicidios dolosos registrados.
Es decir, quedan en el limbo unos 4700 casos de muertes no naturales, no accidentales -o por delitos viales- ni suicidios.
¿No causa asombro en los técnicos estadísticos de nuestro país que mientras tenemos tasas de robos, robos agravados y violaciones muy por encima de la internacional latinoamericana, los homicidios sean similares a por ejemplo, los de los Estados Unidos, país con tasas de seguridad urbana bastante aceptables?
Mientras Estados Unidos utiliza el índice de medición del FBI de delitos violentos combinados (VCR), verdadero termómetro de la inseguridad, nosotros nos aferramos al único índice que podemos mostrar, los homicidios cada 100.000 habitantes, haciendo uso de la artimaña de los 4700 muertos al año sin causa.
Muchos de estos 4700 -que triplicarían la tasa declarada- son verdaderos homicidios dolosos, los que han sido caratulados policialmente como averiguación de ilícito, averiguación de causales de muerte, y un largo etcétera, muchas veces por negligencia, otras muchas para bajar la estadística real.
Es por ello que a la vez que estamos entre los latinoamericanos con tasa oficial de homicidios de las más bajas (aunque muy por encima de la media europea), por otra parte, somos los de tasa más alta de muertes inexplicables.
El problema de la inseguridad es grave, bajar la tasa de homicidios artificialmente es engañarnos y pretender engañar a la comunidad internacional, que ya se da cuenta, a partir de los numerosos hechos públicos acaecidos, que la vida en Argentina no tiene el resguardo que aparenta.
Específicamente en el caso de los motochorros, la normativa de circulación restringida en ciertos lugares con un motociclista por moto e identificación visible ya existe, pero raramente se aplica. Falta prevención del delito. A la vez, nuestro Código Penal carece de una figura legal que haga del delito de robo agravado en estas circunstancias, un tipo agravado. Y descuidar los robos agravados es quedar a un pequeño paso del homicidio.
Al delito se lo debe enfrentar con conocimiento en la materia, inteligencia criminal, alta tecnología y con la aplicación de penas disuasivas.
Todo un desafío para el nuevo gobierno.
El autor es abogado, doctor en Ciencias Penales, ex fiscal y miembro de Usina de Justicia
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