
Sobre el rol del profesional en este contexto, Matías resume una idea central: “comercio exterior no es solo importar o exportar. Tenés logística, almacenaje, rutas internas, costos, rotación, previsión y gestión de riesgo”. En esta entrevista, profundiza en la agilización normativa, el impacto del consumo, la dinámica multirrubro, la tecnología aplicada y los desafíos reales para importadores y pymes.
¿Cómo describís tu rol y el tipo de productos con los que trabajás hoy?
Me dedico al comercio exterior como asesor, consultor y responsable de áreas operativas. Trabajo con una empresa multirrubro, lo que implica manejar desde artículos para el hogar hasta accesorios, deportes, bazar, bisutería o alambres. Es un universo muy amplio, casi el equivalente moderno del “todo por dos pesos”, porque abastece a un mercado que cambia rápido y demanda variedad constante. Esa diversidad obliga a estar atento a tendencias, tiempos y a cómo se comporta cada rubro en un contexto económico dinámico.
¿Cómo ves la actualidad del comercio exterior y qué factores están marcando el ritmo del sector?
El comercio exterior atraviesa transformaciones profundas. Hay cambios políticos a nivel global, tratados nuevos que están abriendo puertas y mayor conocimiento por parte de la gente sobre productos importados.
A eso se suma un avance fuerte de la inteligencia artificial, que empieza a agilizar procesos que antes eran lentos. Un ejemplo claro es la eliminación de permisos previos como la SEDI. Antes tenías que pedir autorización, esperar semanas o meses y asumir costos por mercadería inmovilizada. Hoy, si el producto está listo, se importa directamente, lo que cambia por completo la planificación, los tiempos y la estructura de costos.
¿Podés dar un ejemplo concreto de cómo impactó este cambio en un producto o categoría?
Muchos productos —como bazar o artículos para el hogar— tenían licencias no automáticas o permisos que demoraban meses. Eso obligaba a producir en China, dejar la mercadería en un depósito (warehouse) y esperar a ver si aprobaban la importación. Ese tiempo generaba costos, incertidumbre y riesgos. Hoy el esquema es distinto: si la producción está lista, se trae. Es más ágil, más económico y te permite visibilidad real sobre tiempos y costos.
Eso no significa que todo sea perfecto, pero sí que la toma de decisiones es más rápida y permite aprovechar oportunidades que antes se perdían por pura burocracia.
¿Cómo ves la actualidad del sector textil?
En textil también hubo cambios importantes. Antes muchas prendas tenían valores criterio que encarecían la importación. Al eliminarse esas exigencias, es más viable importar producto terminado. Se nota un aumento de consultas y de operaciones desde China hacia Argentina, junto con una leve reducción de la producción local de terminado. La tela sigue importándose, pero el armado completo afuera creció.
Sin embargo, el flete sigue siendo un factor determinante. Producir afuera puede ser barato, pero el costo logístico modera esa diferencia. Por eso, para muchas empresas, lo más eficiente hoy es un enfoque híbrido, combinando producción nacional con importación.
¿Cómo se refleja esto en los tiempos de llegada de la mercadería?
Si hablamos de importadores que traen contenedores, el proceso completo lleva alrededor de dos meses. Tenés entre 15 y 20 días de producción, más 35 a 40 días de tránsito marítimo y cerca de una semana de desaduanaje. Para envíos puerta a puerta, en cambio, el ciclo puede ser de siete a diez días si viene por vía aérea, aunque algunas plataformas internacionales envían por marítimo y demoran hasta 45 días.
En cada caso, la clave es entender la cadena completa: producción, tránsito, aduana y disponibilidad final.
¿Cuáles son las claves para la elección de proveedores chinos?
Es fundamental conocer qué produce cada zona. Algunas provincias están especializadas en textil, otras en accesorios, otras en hogar o electrónica. Eso obliga a actualizarse permanentemente: qué fábrica, qué produce, dónde está ubicada, qué plazos maneja y qué calidades ofrece.
El proveedor confiable es parte esencial del éxito. En comercio exterior, confiar es inevitable, pero eso se construye con validación constante de calidad, tiempos y procesos, tanto como lo harías al comprar algo en el mercado local.

¿Cómo explicarías al consumidor todo lo que ocurre detrás de una prenda que llega desde otro país?
Dividamos dos escenarios. En importación tradicional, un contenedor requiere producción, tránsito marítimo, desaduanaje y distribución final. Es un ciclo de semanas o meses. En envíos online, la velocidad es mayor, pero siempre depende del tipo de transporte. Esa diferencia explica por qué un producto puede tardar desde siete días hasta varios meses en llegar al cliente.
Detrás de cada prenda o artículo que llega a una tienda hay un proceso complejo, y entenderlo ayuda a dimensionar por qué los tiempos no son inmediatos.
¿Más allá del textil, hay algún rubro que haya crecido de manera notable?
Sí: tecnología creció muchísimo. Hay productos donde todavía falta calidad a nivel local, lo que hace que la importación sea más conveniente. También crecieron categorías como bazar, artículos de playa, hogar o accesorios. Sin embargo, aunque la importación aumentó un 32%, el consumo solo creció un 1,2%. Eso generó un escenario de sobrestock, que obliga a ajustar compras, rotación y planificación para evitar inmovilizar capital.
¿Qué cambios estás viendo en el sector tecnológico?
La domótica —las llamadas casas inteligentes— creció muchísimo. Hoy podés manejar luces, cerraduras, electrodomésticos o sistemas de seguridad desde el teléfono. Antes era inaccesible por restricciones o desconocimiento; hoy es común ver lavarropas, microondas o iluminación inteligente en cualquier hogar.
Las redes sociales, la IA y la permisividad para importar hicieron que estos productos se vuelvan más visibles y deseados. Los chicos entienden la tecnología de manera muy natural y eso acelera la adopción. Es un segmento que está explosionando.
¿Qué debería tener en cuenta un profesional o una pyme que quiera operar mejor en comercio exterior?
Que comercio exterior no es solo importar o exportar. Tenés logística, almacenaje, rutas internas, costos, rotación, previsión y gestión de riesgo. Un buen profesional necesita visualizar el proceso completo, anticipar costos y evitar problemas como el sobrestock.
Y sobre todo, entender que lo importado y lo nacional no son contrarios. Deben convivir de forma híbrida: lo importado aporta volumen, variedad y tecnología; lo nacional aporta rapidez, control y adaptabilidad. Las empresas que entienden cómo combinar ambos mundos son las que mejor se posicionan.
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