
Al referirse a la complejidad de gestionar tres países con reglas y ritmos muy distintos, Juan comenta que “no podés aplicar el mismo manual, porque cada mercado funciona con lógicas propias”. En esta entrevista desarrolla qué exige la cadena tecnológica en abastecimiento, cómo evolucionó la logística en la región y por qué escuchar, ser transparente y analizar información son hoy elementos decisivos para sostener la competitividad.
¿Cómo describís tu experiencia liderando operaciones en Argentina, Uruguay y Bolivia?
Lo primero es entender que cada país requiere un enfoque distinto. En Argentina, la gestión demanda una dosis permanente de resiliencia y capacidad de adaptación. Las reglas cambian con frecuencia y no podés dar nada por sentado: hay nuevas condiciones, nuevas restricciones o modificaciones prácticamente todas las semanas. El negocio fluye solo si aprendés a convivir con ese ritmo y a ajustar rápido.
Uruguay, en cambio, es un mercado estable, previsible y ordenado. Ahí la prioridad no es la adaptación constante, sino la eficiencia: hacer más con la misma estructura, afinar procesos y mejorar año a año sobre un escenario que no tiene sobresaltos.
Bolivia presenta un desafío distinto. En esta industria todavía hay un alto componente de informalidad, lo que te obliga a estar muy cerca del canal para entender realmente quiénes son los actores relevantes y cómo funciona la cadena. No es peor ni mejor: es diferente. Requiere comprender que las reglas tradicionales de un mercado más formal no siempre aplican y que la cercanía operativa es clave para que la oferta responda a lo que ese mercado necesita.
En síntesis, liderar la región implica no trasladar un modelo de un país a otro: hay que leer el contexto y operar en consecuencia.
¿Qué habilidades considerás fundamentales para gestionar equipos en tecnología?
La primera es escuchar. Si no escuchamos primero —entre nosotros y hacia los partners—, las decisiones salen mal orientadas.
También es crucial la capacidad de aprendizaje constante. La tecnología evoluciona rápido: lo que era vigente hace un año, hoy puede estar completamente desactualizado. Y a veces el ciclo dura menos de un año. Si no estás dispuesto a revisar lo aprendido y actualizarte, perdés relevancia en el negocio.
A eso se suma la transparencia, tanto con el equipo interno como con los mayoristas y canales. Explicar cómo funcionan las cosas, por qué pasan y qué restricciones existen genera autonomía: permite que otros tomen decisiones correctas sin depender todo el tiempo de un único punto de información. Eso agiliza la operación y reduce errores.
Cuando hablás de partners, ¿a quiénes te referís?
En memoria y almacenamiento, el fabricante no vende directo al usuario final. La cadena integra mayoristas, resellers, retailers, e-tailers y canales que conectan la producción con el consumidor.
Cuando hablo de “partners”, hablo de todos ellos: quienes compran, distribuyen y venden. Trabajar muy cerca de esa red es fundamental para entender qué pasa, cómo rotan los inventarios, qué demanda aparece y qué problemas pueden anticiparse.
¿Cuáles son los principales desafíos para gestionar abastecimiento y logística en la región?
En teoría, todos los países siguen pasos similares: comprar, importar, pagar aranceles, mover el producto y distribuirlo. En la práctica, cada mercado tiene condiciones específicas que cambian por completo la operación.
En Argentina, durante varios años el principal desafío no era la eficiencia logística sino obtener permiso de importación. Quien lograba esa autorización tenía ventaja, y el resto de las habilidades quedaban relegadas. No importaba tanto si consolidabas bien o mal: si tenías el producto, tarde o temprano se vendía.
Ese escenario cambió radicalmente. Hoy vende el que planifica, consolida, importa correctamente y entiende los costos. El foco volvió a estar en la eficiencia logística, la elección del momento adecuado para traer el producto y la capacidad de operar con costos razonables en un mercado donde el precio final define si el usuario compra o no.
En Uruguay y Bolivia, estas habilidades ya eran centrales desde hace tiempo. Son mercados donde la eficiencia logística siempre tuvo más peso, aun en contextos económicos muy distintos.
Además, la industria de memoria y almacenamiento es particularmente sensible al precio. El valor de los productos cambia varias veces en un año; una mala decisión de internación puede dejar una partida demasiado cara y sin demanda. Si el precio queda desalineado, el producto no se mueve y se inmoviliza en inventario, algo que nadie quiere.
¿Cómo se sostiene la competitividad en un sector tan dinámico?
Además de la eficiencia logística, hay que dedicar tiempo a analizar información. Mucha. Si los mayoristas y canales reportan inventarios, ventas y proyecciones de manera consistente, esa información se vuelca en herramientas de “business intelligence” que permiten ver dónde hay exceso de stock, dónde hay riesgo de quiebre, qué productos necesitan rotación, qué líneas están creciendo o cayendo y demás.
Sin ese análisis, gran parte del negocio queda librado al azar o depende exclusivamente del movimiento que hagan los demás actores de la cadena. La competitividad real aparece cuando anticipás, no cuando reaccionás.

¿Cómo ves el potencial tecnológico de Argentina, Bolivia y Uruguay en los próximos años?
Uruguay lleva tiempo consolidándose como un hub tecnológico regional: tiene mano de obra calificada, estabilidad y atracción para grandes compañías que instalan operaciones allí.
En Argentina, el panorama cambió notablemente en el último año y medio. La mayor previsibilidad y un entorno de negocios más claro hicieron que actores internacionales vuelvan a mirar al país como un destino posible para inversiones. El talento argentino siempre fue atractivo —por calidad y por costo—, pero ahora está acompañado de condiciones que permiten pensar en desarrollos a más largo plazo.
Incluso hay interés de empresas globales en instalar centros vinculados a inteligencia artificial y proyectos de gran escala. Falta que esas inversiones se materialicen, pero hoy tienen más probabilidad que hace cinco o diez años.
Argentina también tiene ventajas climáticas y energéticas que favorecen la instalación de centros de datos, además de un ecosistema técnico capaz de exportar servicios y conocimiento.
Bolivia sigue otro ritmo, pero con volumen significativo en ciertos segmentos y una dinámica comercial que también puede crecer si se formalizan más procesos y herramientas.
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