
Según Alejo, “hoy la gente quiere prosperar, no solo trabajar”. Desde esa convicción, profundiza en los pilares culturales y humanos que permiten que los equipos logísticos sostengan la agilidad diaria, aprendan en ciclos cortos y operen con la consistencia que demanda el sector.
¿Qué valores personales te parecen esenciales para alguien que lidera en la intersección entre operaciones, innovación y personas?
Para mí hay un valor que sintetiza muchos otros: la confianza. Confianza entendida como integridad, intención, capacidades y resultados. En operaciones —y más en logística— todo funciona 24/7, y la gente necesita saber que puede confiar en quien lidera.
Pero junto con eso, hay algo de lo que hablo mucho: modelar bienestar. Hoy el liderazgo no es solo coherencia y empatía; también es mostrar que vos mismo estás bien, que tenés equilibrio entre lo laboral y lo personal. Eso conecta. Un jefe que está bien inspira.
¿Cómo convive ese concepto de bienestar en rubros como logística o comercio exterior, donde la operación nunca duerme?
Se convive desde la prosperidad de los colaboradores. Cuando ponés a tu gente en el centro de las decisiones de negocio y conectás el crecimiento de la compañía con su bienestar, todo se ordena. Sí, están 24/7, pero porque deciden estarlo.
Cuando un colaborador siente que invertís en su desarrollo y en su bienestar, aporta distinto. Y ese aporte es el que, en definitiva, genera resultados de forma sostenida, algo crucial en logística, donde todo es velocidad, precisión y resolución inmediata.
¿Qué elementos culturales necesita una empresa para generar esa prosperidad?
Para mí hay cinco pilares clave. El primero es salud y seguridad, no solo física sino también psicológica. El segundo es prosperidad financiera, un tema del que casi no se habla en las organizaciones, pero es fundamental: la estabilidad económica también es bienestar.

El tercero es el capital humano, es decir, potenciar las relaciones y el crecimiento de la gente. El cuarto es el desarrollo profesional, desafiar a las personas a hacer cosas nuevas y distintas. Y el quinto, para mí el ápice, es conectar el propósito personal con el propósito del negocio y con el impacto ambiental y social. Cuando alguien siente que lo que hace importa, se enciende.
Después de tantos años en logística, ¿qué observás del “talento logístico”?
Veo dos grandes poblaciones: el back office administrativo (finanzas, sistemas, atención al cliente) y el personal operativo, con un perfil muy distinto. Tenés que ofrecer beneficios flexibles y atractivos para ambos grupos.
Y cuando lográs que estén realmente conectados con el propósito, aparece la famosa “milla extra”. Y esa milla extra en logística es todo. Acá es rapidez, es hacerlo bien y hacerlo bien la primera vez. Muchas veces el trabajo pide más de lo que dice la descripción del puesto, y el que está comprometido da ese paso.
¿Y qué ves en los jóvenes profesionales que están entrando al mercado?
Muchísima energía, y una hoja en blanco. Tienen exigencias diferentes, no mejores ni peores. Piden calidad de vida, no solo laboral sino personal y social. Y las empresas tienen que escucharlo. Me parece que seguir midiendo todo únicamente desde el “indicador de compromiso”, que tiene más de 40 años, es un error. Hoy la gente quiere prosperar, no solo trabajar. Y prosperar se puede medir y gestionar.
¿Qué desafío representa eso para el management más tradicional?
Es una adaptación grande, pero ya está pasando. Parecía raro hablar de emociones en el trabajo, y hoy es cotidiano. Lo mismo con el bienestar. Ahora sucede lo mismo con la prosperidad del colaborador. Cuando un gerente general cambia su mentalidad y eso se traduce en resultados —más rentabilidad y más sostenida— otros líderes observan, prestan atención y adoptan el cambio. No es algo exclusivo de multinacionales: pasa en pymes, en medianas y grandes empresas nacionales.
Con tanta tecnología, automatización e IA, ¿cómo imaginás el escenario laboral de logística en la próxima década?
Se viene una disrupción enorme. Pero creo que lo tecnológico sin lo humano no sirve. El verdadero salto va a ser humanizar la tecnología. Podés tener el mejor sistema, pero si no está vinculado con el resultado que buscás ni con la persona que lo usa, no te sirve. La industria logística va a crecer con inteligencia artificial, sí, pero también con liderazgos más humanos. Ahí está el equilibrio.
Logística es una industria que aprende todos los días. ¿Qué pueden copiar otras organizaciones de ese dinamismo?
La mejora continua diaria. En logística retirás y entregás casi lo mismo todos los días, en los mismos lugares, con la misma gente. Ese 1% de diferencia, ese margen pequeño para aprender lo que hiciste ayer y hacerlo un poquito mejor mañana, es oro. Es adaptación, agilidad y crecimiento. Ese espíritu lo pueden adoptar todas las industrias.
Tenés una mirada de ejecutivo, pero también de coach. ¿Qué te da esa doble perspectiva?
Te da equilibrio. El rol de ejecutivo te enseña política organizacional, foco en resultados, productividad e indicadores. Pero cuando sumás la mirada de coach entendés que muchos resultados se logran desde lo emocional: empatía, coherencia, conversaciones que cambian el rumbo. Cuando equilibrás exigencia y respeto, resultados y valores, las conversaciones se transforman. Y los resultados llegan.
¿Con qué mensaje te gustaría que se queden nuestros lectores?
Con que la tecnología es clave, pero la gente es el centro. Que se puede automatizar, incorporar inteligencia artificial y transformar todo, pero sin perder la humanidad del liderazgo. Cuando ponés a las personas en el centro de tus decisiones, las conversaciones cambian y los resultados aparecen. Donde las personas prosperan, los negocios crecen. Y eso vale para cualquier industria, especialmente para la logística.
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