
Para Lando, entender el polo argentino es entender una forma de vivir: familias, caballos, profesionales y un talento que se perfeccionó durante generaciones. Ese universo lo inspiró a pensar en global desde el inicio. Aquí, comparte su mirada sobre el crecimiento del deporte, la exportación y el futuro de una cultura que trasciende fronteras.
¿Cómo influyó tu historia personal y tu paso por distintos países en la manera de encarar los negocios?
Es el secreto de la experiencia. La experiencia, además del talento que uno pueda tener, hace la diferencia. Todo lo que viví antes de iniciar mi proyecto fue muy bien recibido. Yo trabajaba en Estados Unidos y cuando volví a Buenos Aires por un problema personal, decidí crear una marca. En ese momento no tenía productos: era simplemente una marca pensada para exportación.
¿Y por qué enfocarla al exterior?
Porque el mercado internacional es mucho más grande que el argentino. Y te hablo de hace cuarenta y pico de años. Argentina no cambió mucho: tiene subidas y bajadas constantes, elecciones cada dos años, y es muy difícil proyectar políticas a largo plazo. Como viví doce años en Estados Unidos, eso me dio una visión internacional que apliqué al negocio. Nunca fue un proyecto pensado para vender en Argentina.
¿Y por qué desarrollarlo desde Argentina y no desde otro país?
Porque el polo es argentino. Si bien sus orígenes se atribuyen a hindúes, pakistaníes o a los ingleses en la India, el polo moderno que domina el mundo se consolidó en Argentina. El hombre de campo, el caballo, la tradición: todo eso hizo que, desde hace más de cuarenta años, Argentina sea imbatible. Jugadores, caballos, veterinarios, petiseros… todo es argentino.

¿Por qué el polo dejó de ser una disciplina olímpica?
Se retiró porque el polo usa caballos, y si tenés ocho períodos, no podés usar el mismo caballo. Cada país debía trasladar muchos animales. Es un deporte muy costoso de mover. No es como ir con tu raqueta a competir en tenis. Por eso salió del calendario olímpico.
Siempre buscaste asociar tus productos a un estilo de vida y una identidad cultural. ¿Qué importancia tiene hoy el storytelling?
En mi negocio es el 110%. Yo vendo storytelling. Después le pongo productos o servicios. Lo que hago es recabar historias del mundo del polo, que tiene una riqueza enorme. No es solo vender una camiseta: es transmitir un universo cultural.
No solo de la cultura argentina, sino del mundo del polo. Cada deporte tiene su cultura. En Argentina pasó como con el boxeo: hubo una cultura tan fuerte que generó campeones mundiales. Con el polo ocurrió lo mismo. Cuando el deporte se asentó acá, se transformó en algo extraordinario e imbatible. Yo represento esa vida: la familia, el jugador, la mujer, el padre, el petisero, los caballos, los chicos. Ese mundo específico argentino es lo que yo represento.
¿En otros países tiene ese mismo valor?
En los países donde se juega polo, sí. Estados Unidos, Inglaterra, España, Italia, Alemania, India… hablar de Argentina es como tocar el cielo con las manos. Vienen a ver el campeonato argentino, compran caballos, contratan jugadores argentinos. El deporte está dominado por Argentina. Y en general, el deporte argentino es un lujo: tenemos campeones del mundo en un montón de disciplinas siendo un país relativamente chico. Pero no se reconoce tanto porque el país tiene otros problemas.
Hablemos de competitividad en producción, comercio exterior y diseño.
Mi proyecto siempre nació como una marca, no como una fábrica. Desde el día uno dije: “Estoy acá para crear una marca”. Y para crear una marca hay un ABC que hay que seguir rigurosamente. Me llevó veinte años llegar al éxito internacional. Después explotamos en Europa: Italia, Francia, Alemania, España, Grecia, Inglaterra… mercados inalcanzables para la mayoría de los productos argentinos del rubro. Y lo logramos porque primero se creó la marca y después el producto. El producto se hace donde mejor se hace, no necesariamente en Argentina. Hoy casi nada se fabrica acá.
¿Y lo que se vende en Argentina es producción local o importada?
Vendemos producción local si conviene. Si no, importamos. Muchas veces afuera es más barato y la calidad es mejor. Nosotros vendemos calidad: en el deporte y en lo que ofrecemos. No podemos traicionar eso.
Para ir cerrando, ¿qué te sigue motivando a crear y emprender?
Yo soy como soy. Si me voy diez días de vacaciones, me pregunto qué hago conmigo mismo esos diez días. Soy ansioso, tengo defectos, pero esos defectos sirven para hacer cosas. La gente que hace cosas suele tener un toque de neurosis o ansiedad. Yo disfruto, pero trabajo siempre. Estoy en una playa y laburo. Para algunos es un defecto; para mí, a veces, es una virtud. Tengo 83 años y actividades en muchas partes del mundo. Eso exige, pero me gusta.
¿Qué mirada tenés sobre las nuevas generaciones de emprendedores?
Es una pregunta que necesita una respuesta seria. Estamos en un momento bisagra en la historia humana. La inteligencia artificial está transformando todo, y el 90% de la gente no tiene idea de lo que realmente implica. Cuando hablo con especialistas, te das cuenta de que estamos ante un antes y un después del desarrollo humano. No hablo de un país o una empresa: hablo del mundo. Lo que manejamos hoy ya no sirve. Yo estoy suscripto a personas que analizan estos temas y, aunque me cuesta, trato de entender. A veces necesito que mi hijo me lo explique. Pero veo que estamos ante un cambio radical.
¿Y cómo te llevás vos con la tecnología?
Mal. Compramos un auto nuevo y no lo puedo manejar. No sé ni prender las luces. Soy anti digital. Pero eso me hace ver desde afuera lo que está pasando. Y por otro lado, me entusiasma ver hacia dónde van los nuevos emprendimientos. Escuché a figuras internacionales en charlas semiprivadas y te quedás pensando: “¿Y ahora qué hacemos?”. Es impresionante lo que se viene.
¿Cómo ves a las nuevas generaciones en Argentina?
Argentina está muy adelantada respecto a la región. Tiene potencial europeo. Pero necesita tecnología y ahí entran los problemas políticos. Aun así, la gente joven es increíble. Hay futuro. Y no es un verso: es real.
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