
“Si pensamos en logística sin tecnología, sería como retroceder al pasado”, comenta Emiliano. Su enfoque subraya cómo las innovaciones tecnológicas están revolucionando el transporte de última milla, haciendo los procesos más rápidos y precisos para todos los actores involucrados.
¿Cómo llegaste al mundo de la logística y qué te llevó a agregarle un componente tecnológico?
Yo nunca soñé con trabajar en logística. Desde joven siempre fui emprendedor. A los 20 años, empecé con una empresa de limpieza junto con un socio, pero pronto nos dimos cuenta de que el negocio no era lo que buscábamos. Queríamos algo más, así que comenzamos a pensar en lo que estaba pasando en otros lugares, como Europa, con las aplicaciones de delivery.
Decidimos crear una aplicación similar para Argentina, pero cuando estábamos listos para lanzarla, ya habían llegado todas las aplicaciones internacionales. Sin embargo, mientras desarrollábamos el negocio, descubrimos que esas mismas aplicaciones necesitaban mucha logística. Ahí fue cuando nos dimos cuenta de que el verdadero nicho no estaba en la logística de comida, sino en la logística de paquetes, y que podíamos aplicar la misma tecnología al e-commerce para mejorar la experiencia de entrega.
¿Por qué seguir en la logística y con la incorporación de tecnología?
La logística es un mercado extremadamente amplio, está en todos lados, desde el transporte de personas y productos hasta la cadena de suministro de materias primas. Es un sector que tiene aplicaciones tecnológicas infinitas y donde siempre hay algo nuevo por hacer. A pesar de que muchos sectores ya están muy digitalizados, la logística sigue siendo un negocio tradicional, con mucha dependencia del papel y procesos manuales.
Pero con la tecnología, podemos mejorar y transformar la forma en que funciona. Un ejemplo claro es cómo, al igual que las fintechs transformaron los bancos, las telecomunicaciones cambiaron las empresas de telefonía, la logística puede ser digitalizada y optimizada con el uso de tecnología. Aún hay muchas áreas en la logística que no están desarrolladas, lo que nos da muchas oportunidades para seguir innovando.
¿Cómo te imaginás una logística sin tecnología?
La verdad, si pensamos en logística sin tecnología, sería como retroceder al pasado, a tiempos prehistóricos. Sin tecnología, la logística sería algo completamente manual, como en 1300, cuando se utilizaban carretas para transportar productos. A futuro, lo que imagino es una logística sin humanos, en la que los procesos estén completamente automatizados.
Hoy, la logística implica que muchas personas tomen microdecisiones constantemente, pero creo que la tecnología está evolucionando para que esas decisiones las tome una computadora. Lo bueno de la tecnología es que elimina la subjetividad y se basa en datos históricos para tomar decisiones objetivas, mejorando la eficiencia de los procesos logísticos.

¿Y cómo crees que el consumidor final va a recibir esta “impersonalidad” de la logística y la toma de decisiones automatizadas?
La logística de última milla está compuesta por cuatro actores principales: la marca, el consumidor, la empresa de logística y el chofer. La tecnología y la inteligencia artificial se pueden aplicar a estos cuatro actores para mejorar la experiencia de todos.
Para el consumidor final, la aplicación de estas tecnologías no es algo que vean de forma explícita, pero sí se reflejará en una mejor experiencia de entrega: mejores tiempos, costos más bajos, mejor visibilidad del paquete, y mejor comunicación. A veces, el consumidor no sabe cómo se realiza la logística internamente, pero cuando tiene acceso a un buen sistema de tracking y comunicación, se genera confianza y menos incertidumbre.
Sin embargo, si el tracking no es confiable, no importa cuánta tecnología se haya aplicado, la comunicación será inútil. Lo mismo ocurre con los bots de atención al cliente. Si el bot te entiende pero la información que te da es incorrecta o no responde a lo que necesitas, la experiencia será negativa.
La verdadera magia de la inteligencia artificial en logística está en la capacidad de anticipar problemas antes de que ocurran, como en el caso de los sistemas de ruteo inteligentes o las alertas en tiempo real. Aunque estos procesos son transparentes para el consumidor final, se reflejan en la calidad del servicio.
¿Cómo ves la logística en los diferentes países de Latinoamérica?
Latinoamérica tiene ciertas similitudes culturales, aunque cada país tiene sus particularidades. Por ejemplo, en Argentina el consumidor tiene más confianza en los servicios de entrega; sabe que su pedido llegará a tiempo y no está tan preocupado por el proceso. En cambio, en México y Colombia la desconfianza es mayor. En México, por ejemplo, es común que el consumidor llame a la empresa para asegurarse de que su pedido ya ha sido enviado. Estos niveles de confianza afectan el desarrollo de la logística en cada país.
También hay diferencias operativas significativas. En Argentina, el mercado está muy consolidado y bien estructurado, con un crecimiento ordenado. En Colombia, hay una gran oportunidad de mejora en métricas internas y en la relación con los choferes, mientras que en México, el mercado crece a un ritmo vertiginoso. Esto genera tanto desorden como oportunidades, porque aunque el mercado se expande rápidamente, aún queda mucho por hacer en términos de organización y eficiencia.
¿Qué perspectivas tenés para el futuro de la logística?
El futuro de la logística parece inevitablemente ligado a la automatización y digitalización. A corto plazo, los choferes seguirán siendo humanos, pero dentro de unos años, en las oficinas de operación y en los equipos de customer service, probablemente habrá menos personas.
A medida que la tecnología avance, cada vez más procesos serán automáticos, y probablemente veremos el uso de vehículos autónomos y robots para la entrega. Los drones, aunque aún lejos de ser una solución común, ya se están probando en algunos lugares. Si bien es difícil predecir exactamente qué forma tomará la logística en 10 o 15 años, lo cierto es que la automatización será parte fundamental del proceso.
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