
Al referirse a las oportunidades del sector cárnico, Isaías comenta que “hay mucho margen para diversificar destinos, aprovechar nuevos acuerdos y profesionalizar cada etapa de la cadena”. En esta entrevista, recorre los principales retos del trabajo diario, el movimiento internacional de mercadería y la importancia de una gestión colaborativa.
¿Cómo describís la relevancia del supply chain en tu industria?
Esta área se volvió cada vez más transversal. En Argentina, el término fue evolucionando y dejó de asociarse solo a lo operativo. Hoy abarca toda la cadena, desde que un producto sale de producción hasta que llega a la mesa del consumidor.
Para mí es un rol fundamental, no como algo aislado, sino como un espacio que articula con calidad, desarrollo, producción, abastecimiento y logística. La mirada tiene que ser global y, sobre todo, colaborativa.
¿Cómo ves la evolución exportadora del sector frigorífico?
La región —Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay— exporta más del 40% de la carne que se consume en el mundo. Eso es muchísimo. La carne argentina está muy bien valorada y tenemos espacio para crecer con nuevas aperturas de mercado y acuerdos comerciales.
El sector está en una transformación fuerte: nuevos jugadores entran, otros salen, y solo quienes tengan procesos robustos, calidad consistente y logística integrada van a sostenerse. Hoy exportamos a casi 100 países, y eso requiere un cuidado minucioso desde que llega el animal hasta que el producto llega a destino.
¿Qué aporta el supply chain para sostener la competitividad?
El contexto cambia todo el tiempo. Puede haber una guerra y se modifican los ruteos, o una frontera se abre y aparece un nuevo mercado. Por eso necesitás gente que piense en planes A, B, C y Z.
Además, en esta industria la materia prima no es estándar: ningún animal es igual al otro. Cada uno define para qué mercado sirve y qué insumos requiere. Una mala planificación genera exceso de stock o quiebres. El margen de error es mínimo.
¿Qué particularidades tiene la cadena de frío en este rubro?
Un producto puede pasar 30, 45 o 60 días en un barco, llegar a destino, entrar a góndola y finalmente al consumidor. El cuidado debe ser extremo. La tecnología ayuda a monitorear temperatura, vida útil y alertas en tiempo real. Sin trazabilidad y control continuo es imposible garantizar la calidad final en destino.
¿Qué nivel de visibilidad permiten hoy las herramientas tecnológicas?
Muchísimo. Hace unos años la tecnología era un plus; hoy es supervivencia. Necesitamos analítica de datos, visibilidad completa de cargas y capacidad de anticipación. Podés ver dónde está un buque, en qué condiciones viaja la mercadería y detectar cualquier alerta al instante.
Ya se usan programas de inteligencia artificial que escanean al animal y determinan características clave para planificar el destino del producto. Hay que estar abiertos a lo que viene y salir de la dependencia del Excel.
¿Qué oportunidades detectás para la industria regional en los próximos años?
Si seguimos invirtiendo en procesos robustos, calidad y tecnología, el crecimiento exportador es muy posible. Hay mucho margen para diversificar destinos, aprovechar nuevos acuerdos y profesionalizar cada etapa de la cadena.
¿Qué entendés por una gestión estratégica del supply chain?
En muchos países más desarrollados ya no se piensa en supply chain como un área que “tiene sectores a cargo”, sino como un equipo staff que mira los intereses de toda la compañía. Ese concepto me gusta mucho: un área que guía, acompaña, da soporte y conecta. Es más estratégica que operativa. Creo que hacia ahí vamos en la región.

Liderás un equipo grande. ¿Cómo manejás la complejidad de esa gestión?
La cadena es compleja porque interactúa con proveedores, clientes, autoridades sanitarias, organismos públicos, empresas de transporte, operadores logísticos y todos los sectores internos. En teoría la respuesta es simple: comunicación. Pero llevarlo a la práctica requiere que todos entiendan qué necesita el otro.
La clave es generar vínculos fuertes, relaciones de largo plazo, mostrar las cartas y trabajar con empatía. Si cada área se encierra en lo suyo, todo se traba.
¿Qué lugar ocupa el factor humano en tus equipos?
Para mí es lo más importante. La parte técnica se aprende; lo que busco es compromiso, empatía y ganas reales de resolver. No se trata de buscar culpables, sino de entender el problema y solucionarlo. Los mejores equipos que me tocó liderar eran excelentes desde lo humano. Después venía lo técnico.
¿Cómo se transmite esa forma de trabajar?
En equipos amplios siempre hay personas que están en la misma sintonía. Ellos se vuelven mis “traductores”, quienes ayudan a contagiar la cultura. Con el tiempo empieza a permear y, cuando ya traspasa la barrera del equipo propio y contagia a otras áreas, es mágico. El grupo mismo termina apartando a quienes no se adaptan.
¿Te gustaría compartir alguna reflexión final?
Hay algo divertido en todo esto: en los asados con amigos soy el responsable de llevar la carne. Y ahí no hay margen de error. Tiene que ser el mejor asado de sus vidas. El que lleva el vino ayuda a matizar, pero la presión está.
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