
La dinámica del comercio exterior argentino atraviesa un período de transición. Para Leandro Scaldafferro, los procesos se han vuelto más ágiles y menos burocráticos, aunque persisten desafíos vinculados al consumo interno y a la planificación logística. “Hoy la gente prioriza el precio por sobre la calidad”, asegura, destacando cómo el contexto económico redefine hábitos y estrategias en toda la cadena.
¿Cómo describirías la actualidad del comercio exterior en el sector de la indumentaria en Argentina?
Por suerte, hoy el panorama es más relajado que hace algunos años. Las tramitaciones están mucho más fluidas: ya no hay tantas restricciones ni demoras con los pagos al exterior. Importar se volvió más ágil, y eso ayuda mucho al día a día del trabajo. Lo que sí se nota es una desaceleración en el consumo interno, que repercute directamente en el stock y en la necesidad de importar.
La realidad macroeconómica afecta el poder adquisitivo, y eso hace que las personas prioricen el precio antes que la calidad. Se busca más la oferta, incluso si el producto tiene menos presentación o packaging.
¿Cómo es gestionar operaciones con mercados tan distintos en idioma, horarios y costumbres?
Depende mucho del país. Con mercados latinoamericanos, el intercambio es más fluido: compartimos idioma y costumbres, y eso agiliza todo. En cambio, con Oriente la relación es más estructurada. Tenés que ser muy preciso en lo que pedís, tanto en lo documental como en los detalles técnicos del producto. Ellos valoran la exactitud y la previsión. Además, la diferencia horaria obliga a planificar todo con anticipación: los correos que se envían hoy se responden mañana. Eso te enseña a trabajar con más estrategia y organización.
¿Qué aspectos logísticos considerás críticos para garantizar la disponibilidad de productos en tiempo y forma?
La planificación y los tiempos son lo más importante. Muchas veces te piden algo “para ayer”, pero si el insumo viene de Oriente, sabés que hay un tránsito mínimo de dos o tres semanas. Esa demora puede frenar una producción completa. Por eso, la clave está en coordinar con todas las áreas internas, entender el nivel de stock y priorizar necesidades. Cuando el trabajo es colaborativo y anticipado, la logística fluye y se evitan urgencias innecesarias.
¿Cómo imaginás el futuro del comercio exterior en el sector indumentaria?
Creo que el mercado va a exigir un salto de valor. La competencia va a pasar por la calidad, el diseño y la diferenciación. Argentina tiene muy buenos diseñadores y una identidad fuerte en moda, por eso confío en que cuando cambie el contexto económico, el comercio de indumentaria va a volver a crecer, tanto en importaciones como en exportaciones. Es una industria que se reinventa todo el tiempo.
¿Qué rol creés que tendrá el e-commerce dentro del comercio exterior?
Hoy no trabajo directamente en e-commerce, pero desde afuera se ve que está tomando cada vez más protagonismo. Las compras internacionales por aplicaciones crecieron muchísimo, aunque todavía se prioriza el precio sobre la presentación o la durabilidad del producto.
A futuro, creo que el desafío va a ser lograr esa misma inmediatez, pero con artículos de mayor calidad y mejor packaging. Va a llegar un punto en el que comprar un producto en otro país sea tan rápido y confiable como hacerlo localmente.

¿Y qué pasa con la logística inversa en ese contexto?
Ahí el reto es grande. Las diferencias de talles, hormas y materiales son un problema real. Una prenda puede variar mucho según el tipo de tela o el corte, y eso complica las devoluciones. El e-commerce en indumentaria necesita afinar ese aspecto, trabajar mejor la descripción de los productos y entender el perfil del cliente. Es un desafío que combina logística, marketing y conocimiento técnico del producto.
¿Qué impacto tiene el comercio exterior de la indumentaria en la vida cotidiana de las personas?
Tiene un impacto enorme, aunque muchas veces no se note. Desde que un producto se diseña hasta que llega a una góndola o a un local, hay un trabajo invisible detrás. Nosotros, los que estamos en comercio exterior, somos un poco “fantasmas”: hacemos que todo funcione, pero casi nadie sabe que estamos. Coordinamos documentación, controlamos tiempos, garantizamos calidad y trazabilidad. Todo para que el producto llegue en condiciones al consumidor.
Mencionás el trabajo invisible. ¿Qué reflexión te deja eso?
Que sin comercio exterior, la logística no podría funcionar del todo. Son dos partes que se necesitan mutuamente. La logística abarca mucho más que el transporte: implica planificación, abastecimiento, control documental y cumplimiento de tiempos. Y para que todo eso se concrete, el comercio exterior tiene que estar presente desde el inicio. Si falla uno, falla el otro. Son sinónimos, y juntos forman el corazón de la cadena de suministro.
¿Qué opinás sobre la relación entre precio y logística?
Creo que muchas veces el consumidor no ve la película completa. Compara el precio de una prenda en otro país con el local, pero no considera los costos de importación, los aranceles, los fletes y los impuestos.
Una remera que en Miami cuesta un determinado valor puede tener el mismo precio acá, pero con una estructura completamente distinta detrás. Además, la comparación suele hacerse con productos en liquidación o de otras temporadas. En realidad, cuando ponés todo en la balanza, la diferencia no siempre es tan grande como parece.
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