
La crisis de combustibles que atraviesa Bolivia se proyecta como un serio obstáculo para la logística interna y el comercio exterior en la región. Las dificultades para acceder al diésel y la gasolina no sólo presionan a los transportistas locales, sino que también generan efectos que trascienden las fronteras del país andino.
Según un reporte de un medio especializado en energía, las operaciones de transporte internacional en Bolivia se han reducido en alrededor del 70% debido al desabastecimiento de combustible, especialmente diésel. Otro medio especializado aseguró que más de 11.000 camiones están paralizados por esta causa, lo que representa pérdidas estimadas en más de 2 millones de dólares diarios para el comercio exterior boliviano.
El problema se explica por varios factores estructurales: en los primeros meses del año, Bolivia importaba aproximadamente el 85% del diésel y más del 50% de la gasolina que consumía. Además, la caída de las reservas internacionales netas (RIN) y la falta de divisas han reducido la capacidad del país para afrontar importaciones de hidrocarburos.
En el plano regulatorio, el Senado de Bolivia aprobó recientemente un proyecto de ley de emergencia que habilita a individuos o empresas a importar gasolina y diésel durante tres meses, con el objetivo de aliviar la crisis de suministro. Esta medida temporal busca desatar los cuellos de botella que han afectado al sector logístico.
Impacto en la logística y el comercio exterior
Para el sector de transporte, esta crisis se traduce en atrasos, costos más altos y capacidad operativa reducida. El efecto inmediato es sobre el transporte de cargas y de insumos: cuando los camiones no pueden moverse, la cadena logística presenta fallas que se traducen en menor volumen exportable y mayor volatilidad en los plazos de entrega.
En Bolivia, regiones agrícolas clave como Santa Cruz ya sienten el impacto: la falta de diésel pone en riesgo labores de siembra y cosecha, y por extensión la producción primaria, que es fundamental tanto para el mercado interno como para el comercio regional. Esto puede afectar también al comercio internacional con los países de la región.
Además, la política de subsidios al combustible del país andino, que mantiene precios bajos para el consumidor final, ha generado un desincentivo a la producción interna y a una gestión eficiente de los recursos y puede incrementar el contrabando hacia países vecinos.
Para Latinoamérica, los efectos secundarios se perciben en formas diversas:
- Los proveedores de transporte y logística que operan en la región podrían verse obligados a reorganizar rutas que atraviesan Bolivia o a asumir costos adicionales.
- El encarecimiento del transporte o la falta de disponibilidad de flotas puede implicar mayor tiempo de espera para la exportación o importación de bienes, y en particular para mercancías sensibles al tiempo como productos agrícolas, insumos industriales o bienes de consumo.
- Las empresas logísticas que operan en corredores binacionales podrían ver un impacto directo en su planificación, en los tiempos de entrega y en la competitividad de sus tarifas.
Perspectiva política y económica
El presidente electo de Bolivia, Rodrigo Paz, ha señalado que está dialogando con “países amigos” como Estados Unidos, Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay, para buscar apoyo en la solución de la crisis de combustibles. En particular, Paz anunció un viaje próximo a Washington para gestionar cooperación internacional y reservas de combustible.
El escenario obliga a Alemania y a otros países a considerar su papel en la estabilización del suministro energético boliviano, aunque faltan detalles sobre los acuerdos concretos. En este contexto, Bolivia asume la responsabilidad de “garantizar la gasolina y el diésel” una vez asuma la nueva administración.

Claves para el sector logístico latinoamericano
Para los operadores logísticos y de comercio exterior en la región, la situación boliviana exige tomar en cuenta varios factores:
- Revisión de rutas que atraviesan Bolivia o dependen de su mercado, con alternativas listas en caso de cortes prolongados.
- Evaluación de contratos de transporte que puedan verse afectados por aumentos de costo o demoras, para renegociar términos si fuera necesario.
- Seguimiento de los costos logísticos incrementados por el repostaje más caro, esperas en estaciones de servicio o paradas de flotas.
- Monitoreo de los efectos indirectos: reducción de exportaciones bolivianas puede generar menor demanda de servicios logísticos, pero también nuevas oportunidades en logística triangular hacia mercados alternativos.
En síntesis, la crisis de abastecimiento de combustible en Bolivia no es un asunto únicamente interno: tiene ramificaciones directas sobre el comercio exterior y la logística regional, particularmente para quienes operan entre Argentina, Bolivia y Brasil. En un contexto de estrechez de divisas, subsidios persistentes e infraestructura logística comprometida, el sector debe anticipar escenarios adversos y adaptar su planificación para mitigar el impacto.
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