
“Una empresa que perdura lo hace por la gente y por la constancia”, afirma Guillermo. En esta entrevista, repasa los desafíos que atraviesan la industria automotriz y la logística en Argentina, desde la presión fiscal y la apertura de mercados hasta la necesidad de líderes que valoren a sus equipos.
¿Cómo ves la actualidad del comercio exterior dentro de la industria automotriz?
Lo que veo en la industria automotriz, como en muchas, es que Argentina sigue exportando impuestos. Hay gente que dice “el auto se exporta sin IVA”, pero si el auto se fabrica en una provincia, igual se exportan seguridad, higiene, ingresos brutos; se exporta una carga impositiva que, sumada al costo laboral —que en otros países es más bajo— nos saca de competitividad.
Además está la falta de infraestructura: traslado, bateas, llegar al puerto para exportar los automotores. Entonces yo creo que antes de una apertura indiscriminada el Estado tiene que darle al productor argentino opciones para mejorar eficiencia: menos tributos, modernización laboral, y agilidad logística en la salida del producto hacia el puerto. Si no, no podés competir.
¿Cómo ves la renovación de flotas en logística y la apertura de importaciones de vehículos terminados?
Para renovar flotas hace falta diferenciales en impuestos y planes de financiamiento a tasas razonables. Hoy un leasing con tasas del 50–60% hace inviable la renovación. La flota se paga con trabajo: si la tasa es impagable no se renueva.
Sobre la apertura de vehículos terminados, si entran autos sin condiciones y la industria local no tiene competitividad, las autopartes y pymes pierden. Hay que corregir competitividad —modernización laboral, financiamiento, ofertas para pymes— para que la importación no destruya la producción local sino que coexista con ella.
¿Qué rol tiene Argentina como jugador a la hora de la producción y exportación de vehículos?
Argentina participa en una liga reducida: hay pocos países que producen automotores en el mundo, y estar entre ellos es importante. Tenemos un parque vehicular grande —motos y autos— y hay especialidades: por ejemplo, somos fuertes en pick-ups y ciertos segmentos.
La calidad del trabajo argentino y de los técnicos es muy buena; la industria local está a la par en estándares de calidad con plantas de otros lugares. El punto es que hay que mantener la industria activa y que sea proveedora de la región. Si dejamos entrar todo sin condiciones, las autopartes y las pymes locales lo sufren.
Me gusta la comparación con la Fórmula 1 porque es una liga reducida: solo compiten los mejores, y para estar ahí hay que ser eficiente al extremo. La industria automotriz global funciona parecido: hay que invertir, mejorar procesos, y ser competitivo. Argentina tiene recursos —hasta minerales críticos— que podrían alimentar modelos eléctricos o híbridos, pero hace falta una visión federal y de gobernanza que permita aprovechar esas ventajas.
Mencionaste la necesidad de un país más federal. ¿Cómo influye eso en la industria?
Si las provincias tuvieran más autonomía económica y participación en la coparticipación, podría haber mejores incentivos locales para producir y exportar desde distintos puntos del país. Pienso en regiones con gran potencial —si se gestionaran como polos productivos— podrían generar consumo interno y capacidad exportadora sin concentrarlo todo en un solo puerto o centro. Eso mejora eficiencia y competitividad.

¿Cómo ves la actualidad económica del país?
Creo que, después de muchos años, hay señales de equilibrio fiscal: por primera vez los impuestos recaudados cubren gastos, como cuando en una casa no necesitás usar la tarjeta para pagar el mes. Eso es positivo.
Pero la presión impositiva en ciertos insumos es muy alta: un camión, las cubiertas, los combustibles, todo tiene gravámenes altos. Si esos recursos se aplicaran a infraestructura —rutas en condiciones, calzadas seguras— se reducirían costos logísticos, se evitarían accidentes y se mejoraría la circulación del comercio interno y las exportaciones.
¿Qué rol tiene la logística hoy en Argentina?
La logística en Argentina es hoy una limitación concreta. Al que recibe en el exterior no le importan nuestras complicaciones internas: le importa el producto y que llegue en tiempo y forma. Si no solucionamos infraestructura y procesos, exportar es una odisea.
Admiro a quienes logran exportar pese a todo: tienen paciencia y voluntad. Hay que controlar no solo la corrupción en escritorios, sino también en playas y patios de puertos; hay prácticas que se deben erradicar para que la logística funcione con transparencia y eficiencia.
¿En qué aspectos deberían fijarse los líderes hoy?
El líder, sea empresarial o de una orquesta, tiene que anticipar cambios y valorar a sus equipos. Hay dos clientes fundamentales: el cliente externo que compra el producto, y el cliente interno, el colaborador que lo produce. Si uno falla, la organización falla.
La gratitud y el reconocimiento son claves; tengo casos de gente que lleva 20 o 30 años en la empresa y pudo comprar su casa, educar a sus hijos; eso demuestra que si tratás bien a tu gente, la empresa crece. Liderar hoy es cuidar a las personas con profesionalismo, honestidad y capacidad.
Una empresa que perdura lo hace por la gente y por la constancia: hemos pasado muchos ministros, muchas crisis, y la única forma de seguir es con trabajo, humildad y rigor. También creo que el apellido o la marca tiene capital: si ponés tu nombre, tenés que ser exageradamente prolijo; la confianza se construye con hechos.
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