
Tuve la oportunidad de estar presente en el Congreso Mundial del Atún, celebrado en Vigo, España, el 11 y 12 de septiembre.
Antes de entrar en materia, hagamos un poco de historia. Hace 30 años, un joven economista empezó a trabajar en una de las empresas de trading más grandes del mundo, dueña de compañías automotrices, navieras y alimenticias. Mi función era la de coordinador del departamento de alimentos, y el objetivo consistía en ayudar a crecer un commodity: el atún enlatado en el mercado europeo, aprovechando que dicha corporación poseía una firma con sede en Róterdam (Países Bajos), dedicada al retail de frutas enlatadas y otros productos.
Mi contraparte en Europa era el vicepresidente de esa empresa. En su primera visita a Ecuador, desde el primer momento tuvimos una gran química laboral y su instrucción fue: “Tú eres mis ojos y oídos en Ecuador y vamos a hacer historia”. En ese momento no entendí la amplitud de sus palabras, pero para mí era una gran oportunidad de demostrar lo que podía hacer por la compañía y lo que podíamos lograr como equipo.
Así fue como se empezó casi de cero en exportaciones de atún enlatado de Ecuador a Europa (en presentaciones de 48 latas de 160 gramos y 6 latas de 1.000 gramos, con marcas institucionales de importadores europeos), hasta que, dos años después, esa sociedad se convirtió en el mayor exportador-importador de atún enlatado en Europa, estableciendo estrechas relaciones con procesadoras ecuatorianas y colombianas.
Luego de cuatro años de colaborar con esa multinacional, tomé la decisión de dar el salto a la industria logística, específicamente en carga aérea, como gerente de una aerolínea ecuatoriana. Mi aprendizaje en la parte marítima ya lo tenía, debido a que todas las exportaciones de atún enlatado se realizaban en contenedores de 20 pies. Gracias a ello me relacioné con casi todas las navieras. Posteriormente fundé distintas compañías del sector logístico y me vinculé activamente a los gremios en Ecuador, Latinoamérica y el mundo.
Regresando al tema del Congreso Mundial del Atún, fue un gran placer ver muchas caras conocidas que no veía hace muchísimo tiempo, y sobre todo comprobar cómo había cambiado radicalmente el negocio atunero, no solo en la manera de pescar el atún, sino también en la de comercializarlo. España siempre fue un gigante, y Ecuador era el hermano menor, “molestoso, pero controlable”. Treinta años después, Ecuador es el segundo exportador más grande del mundo, pisándole los talones al primer exportador mundial.
El “niño” creció y se hizo grande, muy grande, más de lo que podíamos soñar, convirtiéndose en líder indiscutible del mercado europeo, que ahora lo mira con recelo: en vez de ser proveedor de lomos de atún precocidos para la industria española, portuguesa o italiana, se volvió un gran competidor en latas de atún (producto final) en sus mercados.

Los retos urgentes del crecimiento
Cuando se crece de esa manera y con ese nivel de exposición, también surgen amenazas. Ecuador tiene tarjeta amarilla por parte de las autoridades europeas. Ha mejorado mucho en temas de sostenibilidad y procesos, pero lo que hay que reforzar con dichas autoridades es una trazabilidad transparente e inmediata, en la cual todos los actores de la industria atunera participen. Si las autoridades europeas decidieran imponer tarjeta roja a las exportaciones de atún de Ecuador, significaría dejar de exportar 1.600 millones de dólares al año, ocasionando un impacto devastador no solo en la industria, sino también en el país.
Conversando con mi amigo y colega europeo, 30 años después y hoy un referente de la industria atunera, me indicaba que Ecuador, siendo líder, debe actuar como tal: ser proactivo y no reactivo. No pedir siempre ayuda cuando hay un problema, sino, conocedores de lo que se debe mejorar como industria, llevar las soluciones directamente a las autoridades europeas y eliminar la tarjeta amarilla, que es una auténtica espada de Damocles sobre la espalda.
En el Congreso hubo tres intervenciones que me llamaron la atención:
- Un reconocido empresario español, líder de una de las compañías atuneras más grandes de Europa, mencionó que Ecuador es una amenaza. Señaló que ya habían visitado a las autoridades europeas para denunciar incumplimientos de Ecuador y, además, cuestionó cómo, si se capturan 250.000 toneladas, se exportan 700.000 a Europa. Los datos son incorrectos, pero dejó en el salón la idea de que Ecuador no cumple con las normas de origen exigidas por Europa.
- Un pionero de la “segunda gran ola” de procesadores de atún en Ecuador indicó que la industria ecuatoriana —una de las pocas industrias reales y exitosas del país— ha logrado tener éxito sin ayudas externas ni internas, con intereses del 10% en dólares, sin instituciones públicas que la respalden en tiempos de crisis o de incendios, enfrentando problemas de seguridad derivados del narcotráfico en los últimos años. Una industria resiliente, perseverante e innovadora.
- Un gerente español de una compañía atunera en Tailandia expresó que escuchó con mucha tristeza la intervención de su colega que proponía quejarse ante las autoridades europeas para obstaculizar las importaciones de atún latinoamericano. Señaló que estaban presentes los colosos del mundo del atún y que esperaba compartir experiencias y mejores prácticas. Que Tailandia tiene mucho que aprender de España, pero que España también debe aprender de los demás.
Mi espíritu gremial se identifica totalmente con las palabras mencionadas por este último expositor: para hacer más grande una industria, los actores deben ponerse de acuerdo en los temas de fondo, en las amenazas transversales que los afectan; deben compartir experiencias tanto de los grandes como de los medianos, erradicar los egos y tener la humildad de seguir aprendiendo. Al final del día, nadie tiene el monopolio de la verdad.
PD: En el Congreso Mundial del Atún no se presentó ni se degustó ningún producto relacionado con la industria atunera. Como amante del atún, esperaba verlo en todas sus presentaciones, sabores y colores… otra vez será.
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