
“Cada rubro te exige una logística distinta en cuanto a trazabilidad y control”, subraya Gastón. En la entrevista cuenta cómo fue pasar de operaciones inmediatas en salud a importaciones masivas de juguetes y, más tarde, a exportaciones alimenticias donde el tiempo, el costo y la comunicación regional se vuelven determinantes.
Tuviste un recorrido por diferentes industrias. ¿Qué diferencias fuiste notando entre una y otra?
Hace más de 15 años que trabajo en comercio exterior. Arranqué en el rubro de salud, después pasé a la industria del juguete, que fue un cambio total porque hoy prácticamente se importa el 100% desde China. Eso implicaba operaciones grandes, de cuatro o cinco contenedores juntos. No era tanto por lo económico, sino por el volumen de producto terminado que llegaba.
Luego pasé al sector industrial, específicamente en detección y extinción de incendios, algo muy distinto a lo anterior. Y hoy estoy en el sector alimenticio, donde hago exportaciones además de importaciones. Es otro desafío, aunque muchas veces hasta me resultan más sencillas. En definitiva, aunque cada sector tiene sus particularidades, lo central es siempre lo mismo: sacar las operaciones lo más rápido posible y al menor costo.
¿Por qué te resultan más fáciles las exportaciones que las importaciones?
Porque en las exportaciones el esquema de pagos es mucho más claro. Una vez nacionalizado el producto, se puede cobrar sin tantas trabas. En cambio, con las importaciones hemos tenido momentos muy críticos. En 2023, por ejemplo, había empresas que aun presentando todos los papeles no lograban pagar y todavía hoy arrastran esas deudas. En la exportación, el proceso depende más de la producción propia y de despachar a tiempo, lo cual es bastante más sencillo.
Cuando gestionabas importaciones, ¿qué aspectos tenías en cuenta además de la industria?
En juguetes, por ejemplo, todos los proveedores eran de China y la comunicación era un tema: usaban WeChat y los horarios eran completamente distintos. Eso demoraba bastante. Hoy, con el WhatsApp y las herramientas de traducción, la comunicación con Asia es mucho más fluida.
En el sector industrial, trabajando con proveedores de Taiwán, también se fue notando esa mejora tecnológica. Actualmente, en el sector alimenticio, las importaciones son más regionales, principalmente dentro del Mercosur. Importamos materias primas de Brasil, Colombia, Ecuador o Perú, y exportamos a Chile y Uruguay. El bloque facilita mucho porque no se pagan derechos ni tasas estadísticas, lo que lo hace más conveniente que buscar proveedores en lugares más lejanos.
¿Qué importancia tiene la trazabilidad en cada industria?
En salud, las operaciones debían ser inmediatas, porque se trataba de productos para gente con problemas específicos. La importación era directa y había mucho movimiento también con la asistencia al viajero, que genera un gran volumen de casos.
En alimentación cambia mucho: muchas cargas deben ir refrigeradas o con temperatura controlada, como el licor o la manteca de cacao. Lo mismo pasa en la distribución nacional.
En juguetes era diferente: los contenedores tenían equipos de refrigeración que transitaban con el motor apagado, lo que abarataba costos. Cada rubro te exige una logística distinta en cuanto a trazabilidad y control.
¿Y cómo incide la distancia de la carga en esa exigencia?
Si la importación viene de Brasil, suele tardar entre 7 y 10 días, y no estamos tan pendientes porque llega rápido. En cambio, de Italia, España o China el transit time es mayor, y muchas veces los transbordos en puertos como Santos generan demoras adicionales. Ahí la trazabilidad es clave porque hay más riesgo de que la carga quede frenada.

¿Cómo ves hoy el comercio exterior en Argentina?
Depende mucho de los gobiernos. Cada cuatro años cambian las reglas y eso no permite avanzar. El comercio exterior es dinámico y uno se adapta, pero tanta inestabilidad complica la confianza de los proveedores. ¿Cómo le explicás a alguien en Europa que recién podés pagar a 30 días de nacionalizado?
En muchos países se paga anticipado el 80% o el 100% de la carga. Eso acá solo pasa con bienes de capital. Por eso algunos proveedores no aceptan las condiciones y se pierde la operación. Los del Mercosur lo entienden más porque Argentina es un mercado importante en la región, pero no todos se adaptan. Los más habituales se “aggiornaron”, pero otros directamente piden anticipos que muchas veces no se pueden girar.
¿Qué aprendizajes o técnicas fuiste trasladando de una industria a otra?
Lo principal es ser prolijo y ordenado en cada operación. Siempre apoyarse en despachantes de aduana y forwarders, buscar varias cotizaciones, estarle encima a las cargas. En alimentación, por ejemplo, trabajamos con mucha antelación porque hay que producir y despachar, y a veces son operaciones urgentes. Lo importante es estar en contacto permanente con los actores de la cadena y buscar cómo sacar la carga lo más rápido y al menor costo.
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