
Refiriéndose a la industria de la suplementación deportiva, Cecilia comenta que “hay que estar siempre atento a los detalles”. En esta entrevista, repasa cómo las tendencias de los superalimentos, la planificación de stock y la trazabilidad marcan el rumbo del comercio exterior y la logística del sector.
¿Qué particularidades identificás en el comercio exterior de los productos que habitualmente gestionás?
Encuentro una particularidad muy grande. A nivel internacional la mayoría de los productos se están convirtiendo en “superalimentos”. ¿A qué me refiero? A que les agregan un plus de proteína, de minerales, de hierro. Eso hace que el producto salga de lo común y se destaque en una góndola. Esta tendencia viene desde hace varios años y hoy se ve mucho en supermercados. Cuando vas a comprar, seguramente notaste que muchos productos de consumo masivo tienen un agregado de proteína, y cada vez aparecen más dietéticas y más variedad de opciones.
Antes quizás encontrabas solo proteína en polvo o creatina. Hoy tenés productos listos, que los ponés en la tostadora o en el microondas y en minutos los consumís. Son productos cuya demanda aumentó muchísimo y se masificaron. Antes estaban dirigidos casi exclusivamente a deportistas o a quienes entrenaban fuerte; hoy los consume cualquier persona que va tres o cuatro veces al gimnasio por semana y busca cumplir con su cantidad de macros diaria.
Todo esto impulsó el comercio exterior, porque al aumentar la demanda también creció la exigencia del consumidor. Ya no alcanza con vender cierta cantidad, sino que se busca algo específico que le aporte un valor agregado. Eso genera oportunidades para los productores, que pueden detectar brechas en el mercado y cubrirlas.
¿Cómo se construye un buen vínculo colaborativo?
Lo principal es el diálogo constante. Aunque el proveedor esté lejos, hay que mantener comunicación permanente: reuniones virtuales, mensajes, llamadas y demás. Cuando el proveedor ve que sos un consumidor fiel, empieza a darte beneficios: descuentos, mejores plazos de pago y cuentas corrientes. Y eso en comercio exterior es fundamental, porque todos sabemos que el tema de los pagos en Argentina muchas veces es complicado.
Si además tenés la oportunidad de asistir a ferias internacionales o hacer visitas de negocios, el contacto personal es palabra mayor. En este rubro, el cara a cara sigue siendo muy importante.
¿Cuáles son los países o mercados que lideran el abastecimiento de estos insumos?
Depende del insumo. Muchos excipientes vienen de China e India, son los principales abastecedores. Pero si hablamos de proteína en polvo, los referentes están en Estados Unidos y en Europa, sobre todo Países Bajos y Alemania. Además de ser grandes productores, ofrecen muy buena calidad.
¿Qué rol juega la planificación de stock internacional en este rubro?
El objetivo es evitar tanto la escasez como el exceso de stock. Si te falta materia prima, parás la producción; si te sobra, se vence o rota poco y eso implica costos financieros. La planificación debe hacerse en base a la demanda esperada y al nivel de ventas, considerando también insumos complementarios como envases, estuches o cajas.
Muchas veces evaluás si conviene importar o comprar localmente. Por ejemplo, si necesitás una cantidad mínima y la importación exige un lote mucho más grande, quizá no tenga sentido. Entonces, hacés un costeo general y decidís según convenga.
En cuanto a la parte sanitaria, es clave cumplir con las normativas locales. Si querés importar una materia prima con altos niveles de metales pesados y acá no está permitido, no podés traerla. Lo mismo si tu planta está registrada como libre de gluten: necesitás el certificado correspondiente para poder usar esa materia prima. Por eso es fundamental contar con personal especializado en registros y normativas.
¿Qué tan compleja es la operatoria en comercio exterior para estos productos?
Es compleja hasta que le agarrás la mano. La mayoría de las veces necesitás algún tipo de intervención previa: ANMAT, Senasa o alguna secretaría específica. El proceso es bastante sistemático: juntás la documentación, presentás todo y si está en regla, lo aprueban.
Eso sí, hay que estar atentos porque las normativas cambian. Hace unos meses, por ejemplo, se modificaron requisitos para importaciones desde Estados Unidos y la Unión Europea. También hubo reducciones arancelarias en varias posiciones. Entonces, lo que antes no convenía importar, ahora quizás sí.

¿Qué cuidados especiales requiere en cuanto a la operación logística?
La logística depende del tipo de materia prima. Por ejemplo, una cápsula blanda hecha con aceite de pescado necesita mantenerse entre 5 y 25 grados, con una humedad controlada. En esos casos, se recomienda envolver la mercadería con manta térmica y transportarla en avión para garantizar celeridad y calidad.
Si el tránsito es marítimo desde China, podés estar tres meses entre trasbordos y viajes, lo que no siempre es viable. Con productos sensibles como el chocolate pasa algo parecido: si sufre oscilaciones de temperatura, aparece una capa blanca y el consumidor lo rechaza aunque esté en buen estado.
¿Cómo se maneja la trazabilidad y el seguimiento de tantas materias primas?
Lo principal es tener un sistema de gestión. Cada materia prima se registra con su número de lote, que figura en certificados y fichas técnicas. Si aparece un problema, podés rastrear rápidamente en qué etapa ocurrió y aislar el lote afectado.
Lo mismo pasa con insumos de packaging. Si una tinta usada en una lámina resulta tóxica, tenés que saber dónde se usó y qué productos se fabricaron con ella. La trazabilidad permite decidir si se puede remediar o si hay que retirarlo del mercado.
¿Qué particularidades tiene la logística interna en Argentina para estos productos?
En general no hace falta transporte refrigerado si el trayecto es corto, como de Ezeiza a una planta en Buenos Aires. Pero si el destino es más lejano, como Córdoba o Mendoza en verano, sí cambia la situación.
Muchas materias primas llegan en polvos o jarabes dentro de tambores o pallets de hasta una tonelada. Eso suele venir en contenedores marítimos sin problemas. Ya en el depósito final, todo debe almacenarse en ambientes controlados, separados de la producción.
Para el producto terminado, se embala en cajas madre y se distribuye al cliente con las recomendaciones necesarias sobre cuidados frente al calor, la humedad o el sol. Después, lo que haga el cliente en el último tramo de la cadena ya no depende de nosotros.
¿Te gustaría compartir una reflexión final?
En esta industria hay que estar siempre atento a los detalles. Desde la demanda del consumidor hasta la normativa que regula una importación, pasando por la logística y la trazabilidad. Todo influye y todo está conectado.
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