
“Cuanto más vidas cambias, más cambia tu vida”, afirma Marcos. En esta entrevista, repasa su camino como emprendedor, el impacto de los procesos en la productividad y la gestión de equipos, y traza paralelismos con la logística y la exportación de servicios como claves para crecer en un mundo cada vez más dinámico.
¿De dónde surgió tu interés por todo esto? ¿Cuál es el origen y qué es lo que te mantiene activo en este rubro?
Empecé a emprender muy chico, como a los 15 años. Arranqué vendiendo ropa puerta a puerta, después pantalones y hasta tuve una barra de batidos proteicos en el gimnasio donde entrenaba. Fui probando muchas cosas y en ese camino me presentaron un modelo de negocio multinivel. No me gustó tanto, pero me permitió ver lo que era.
A partir de ahí creé mi agencia de marketing y empecé a ayudar a negocios locales, desde una pizzería hasta un negocio de parapente. Luego pasé a crear contenido sobre negocios y más tarde empecé a ofrecer cursos, consultorías y mentorías uno a uno.
Lo que me mantiene son tres cosas: la ambición de seguir creciendo, el impacto en las personas y la libertad. Mi manera de trabajar es con las cuatro P: la persona a la que apuntan, la promesa que le hacen, el precio que van a cobrar y el paquete que diseñan para que sea más atractivo.
¿Qué podés contar sobre “lograr más con menos horas de trabajo”? ¿Cómo puede ser vinculado a la logística?
Lo más importante es cortar la relación entre horas y productividad. No es cuántas horas trabajás, sino qué hacés. Podés estar 14 horas frente a la computadora y no avanzar nada, o trabajar seis bien enfocadas y lograr muchísimo.
Hay estudios que muestran que a partir de cierto número de horas, la productividad baja aunque uno sienta lo contrario. Yo lo noto en carne propia: si estoy cansado, tardo el doble en una tarea. Entonces, ¿realmente importan las horas que pongo? No.
En logística pasa lo mismo. No se trata solo de sumar horas, sino de buscar la forma más eficiente. Un ejemplo simple: llevar una caja en bicicleta puede tardar tres días, pero en avión llega en horas. También se pueden usar automatizaciones, como notificaciones por WhatsApp o sistemas de tracking para que el cliente sepa dónde está su pedido sin necesidad de llamar. Eso es ser eficiente sin agregar más horas.
Me gusta el ejemplo de los espejos en los ascensores: no resolvieron el tiempo de espera, pero cambiaron la percepción y mejoraron la experiencia de forma barata. Esa mentalidad también puede aplicarse en la logística.
En tu día a día, ¿cómo impacta la logística cuando tenés que dar conferencias en distintos países?
En mi caso la logística más importante es la de equipo. Hay empresas de productos, donde la logística se centra en mover cosas; y empresas de servicios, donde pasa por organizar equipos.
Yo trabajo con cuatro áreas: marketing, ventas, servicio y operaciones. Cada una tiene un director. Hacemos reuniones semanales para revisar resultados y decisiones, y reuniones diarias para compartir victorias y hacer entrenamientos de roles. Esa es la base de nuestra logística interna.
También usamos herramientas de automatización. Por ejemplo, grabamos todas las llamadas, las transcribimos y la inteligencia artificial hace resúmenes y calificaciones. Eso facilita que los directores puedan revisar sin perder tiempo.
Así es como puedo viajar o dar conferencias sin descuidar el negocio: con un equipo organizado, responsabilidades claras y procesos bien definidos.

Tu labor es un claro ejemplo de exportación de servicios. ¿Cómo lo ves?
Exportar servicios no es tan complicado. Lo primero es tener una forma de cobrar internacionalmente. Lo segundo es poder llegar a clientes de otros países, y la manera más rápida es a través de anuncios digitales segmentados. Y lo tercero es hablar en la moneda adecuada, ya sea dólares o la moneda local.
También se puede prospectar en frío, enviar mensajes y publicar contenido, pero si querés abrir un mercado nuevo, lo más directo es hacer campañas dirigidas al país que te interesa.
Para cerrar, ¿qué reflexión te gustaría dejar?
Todos tenemos logística en nuestro día a día. Desde llevar a los hijos al colegio hasta cepillarnos los dientes. A mí me gusta llamarlo procesos. Cuanto más documentado está un proceso, más fácil es mejorarlo.
Si tenés un guion de ventas, podés probar cambios y ver si los resultados suben o bajan. Si improvisás, nunca sabés qué funcionó. Eso pasa con todo.
Y si me pedís una reflexión final, diría lo siguiente: mi filosofía es que cuanto más vidas cambias, más cambia tu vida. En mi negocio, mientras más valor aporto, más crezco. No siempre es monetario: puede ser en cualquier aspecto. Pero si ayudás a cien, mil o un millón de personas, es imposible que no te vaya bien.
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