
“La logística en gastronomía es fundamental: sin eso no podés ni empezar”, destaca Claudia, sobre un proceso de evolución que exigió organización, visión y constancia. Además, en paralelo, impulsa iniciativas para que más mujeres se animen a emprender y generar independencia económica.
¿Qué desafíos implica liderar una empresa familiar con crecimiento internacional?
Fue un crecimiento muy paulatino. Empezamos mis hermanos y yo con un solo local en el centro de la Ciudad de Buenos Aires y fuimos pasando de cinco locales propios a más de doscientas franquicias, y luego al exterior. Lo que más cuidamos fue mantener nuestros valores y la calidad, tanto en los barrios donde crecimos como en cada nuevo país.
Siendo el café un producto tan tradicional, ¿cómo impactan las particularidades de cada zona, región o país?
En cada lugar hay que entender la cultura, los proveedores, los equipos, los clientes. No es lo mismo Neuquén que Jujuy, ni Argentina que Paraguay o Uruguay. El gran desafío es crecer sin perder nuestras tradiciones y asegurando que el consumidor reciba siempre lo mejor.
Con ese crecimiento, ¿qué desafíos logísticos encontraron?
Desde el inicio la logística fue fundamental. El café no se produce acá, hay que importarlo de países tropicales. Una vez tostado, hay que distribuirlo a cada local garantizando trazabilidad, tiempos y condiciones. Eso no es nada fácil con una empresa en constante crecimiento y con expansión al exterior.
También están los productos gastronómicos, que tienen corta durabilidad. Como trabajamos con proveedores que nos entregan casi todo listo, es clave que llegue fresco y en perfecto estado. Todo eso implica planificar pedidos, fechas, entregas y coordinar recursos en otros países para cumplir en tiempo y forma.

¿Podés identificar etapas de ese crecimiento logístico?
Sí, claro. Al principio éramos prácticamente distribuidores, así que la logística era nuestro negocio. Con el tiempo, al sumar franquicias, supermercados y venta online, hubo que ampliar todo el sistema. Pasamos de un local pequeño a centros de distribución y a exportar productos ya tostados.
Al comienzo incluso yo misma hacía las tortas en una cocina, pero después empezamos a tercerizar. Ahí apareció otro desafío: teníamos proveedores excelentes en producto, pero sin la logística adecuada para abastecer tantos locales. Eso nos llevó a buscar una empresa especializada que pudiera manejar distintos niveles de frío y asegurar que todo llegara en condiciones.
Cada incorporación significaba un proveedor más, un costo más, y había que equilibrar para que el producto llegara con calidad y precio competitivo. En gastronomía, sin logística no podés ni empezar: necesitás distintos esquemas para cada tipo de producto.
Además de tu rol empresarial, también trabajás en el desarrollo de mujeres. ¿Cómo surgió ese camino?
Empezamos sin hacer publicidad, pero igual crecimos porque nos buscaban los clientes. En eso noté algo: mientras en la empresa tenemos un 70% de mujeres colaborando, como franquiciadas apenas llegaban al 14%. Ahí entendí que había una brecha. Muchas mujeres están capacitadas, pero no se animan a invertir o a independizarse económicamente.Entonces creé una fundación para acompañarlas. Invité a las que ya eran franquiciadas a apoyar a otras, a mentorearlas y mostrarles que sí se puede. Si ese 14% pasa al 50%, es porque hay muchas que tienen el potencial pero les falta animarse. La idea es acompañarlas en el camino del emprendedurismo.
¿Qué mensaje te gustaría dejarles a las mujeres que están pensando en dar ese paso?
Que se animen a abrir caminos. Nosotros abrimos el nuestro y ayudamos a que los franquiciados abran el suyo. Lo mismo con los proveedores: cada nuevo producto que incorporamos fue abrirles un camino. Ese es el espíritu que quiero transmitir, en especial a las mujeres que a veces dudan más. La independencia económica y el emprender no son imposibles. Con acompañamiento y decisión, se pueden abrir todos los caminos que uno quiera.
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