El nuevo escenario del comercio exterior y el valor de acompañar con experiencia y formación

Alejandro Vargas, despachante de estudio aduanero, analiza el impacto del cambio normativo, el valor estratégico de su rol y la importancia de acompañar con conocimiento

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Alejandro Vargas es despachante de
Alejandro Vargas es despachante de estudio aduanero (Foto: Movant Connection)

“Hay que acompañar a quienes quieren meterse en el comercio exterior, entendiendo la necesidad de Argentina de integrarse más al mercado internacional”, afirma Alejandro, al referirse al rol del despachante en el comercio exterior actual. En esta entrevista, comparte su mirada sobre la formación necesaria, el impacto de los cambios normativos recientes y las claves para acompañar a quienes se inician en el sector.

¿Qué oportunidades de desarrollo identificás en el comercio exterior argentino para los profesionales del sector?

Hay algo que está en vías de desarrollo, y la gente está buscando la forma. Los que ya están en el sector tienen su camino hecho. Pero muchos otros están tratando de entender cómo insertarse. Hay mucho movimiento y, en Argentina, se puede ayudar mucho simplemente informando, viendo las capacidades productivas de quienes quieren exportar o las necesidades específicas de quienes quieren importar.

Los importadores, por ejemplo, están necesitando muchos repuestos e insumos, que se están comprando intensamente para producir. Eso es importante, porque no hay que olvidarse que esto es una balanza.

Hay que producir, vender lo producido y comprar lo que no se produce. Es una ida y vuelta constante. Hay que acompañar a quienes quieren meterse en el comercio exterior, entendiendo la necesidad de Argentina de integrarse más al mercado internacional.

Mencionás la idea de la balanza comercial. ¿Sentís que hoy hay una mayor conciencia de esa dinámica?

Sí. Escuchás muchas veces que estamos mal con las importaciones, pero en realidad lo importante es tener criterio. Yo creo que hoy se está actuando con criterio. No veo que se estén importando productos terminados de consumo masivo, como pasaba hace años.

Hoy se está importando insumos: rollos de tela, por ejemplo, para confeccionar. Antes se producía tela localmente, pero eso ya no está y probablemente no vuelva. Esa producción hoy está en países como China o Estados Unidos, y Argentina compra para poder producir. Para mí, se está comprando bien y también exportando muy bien.

¿Cuáles considerás que son hoy las mejores opciones de formación para quienes quieren desarrollarse en este campo?

Después del “DNU 70″, hubo una revolución en el sector. Para quienes no están familiarizados: ese decreto eliminó la obligatoriedad de que las operaciones de importación sean realizadas exclusivamente por despachantes de aduana con título.

Antes, solo podías operar a través de un despachante. Hoy, cualquiera que tenga las habilidades puede hacerlo. Pero si no tenés el conocimiento, te vas a encontrar con un problema: querés, pero no sabés cómo.

Ahí es donde entra la capacitación. Hay lugares donde se pueden hacer cursos, pero después insertarse en el circuito no es fácil. Aunque legalmente cualquiera pueda actuar como despachante, si no sabés clasificar, declarar o armar un permiso de embarque, vas a tener problemas con la Aduana.

Por eso creo que formarse como despachante sigue siendo fundamental. Las empresas continúan eligiendo a los profesionales con título. Algunos contratan sin conocimientos y eso termina saliendo mal.

¿Qué necesidades detectás en las pymes que quieren dar sus primeros pasos?

Muchas empresas no saben por dónde empezar. El primer paso es conocer las normativas para poder darse de alta como importador o exportador. Luego, identificar nichos donde insertar productos o encontrar proveedores.

También hay un gran desconocimiento sobre cuestiones básicas: hay gente que propone facturar menos de lo real, sin saber que hay normas muy claras al respecto, o que no conoce los Incoterms. Eso no lo aprendés en internet: lo tenés que estudiar.

Si querés hacer comercio exterior en serio, tenés que formarte. Tenés que saber de Incoterms, de pagos, de cobranzas, de finanzas y más. Es la única forma de no cometer errores.

¿Qué pasa con los costos, los aranceles, las intervenciones? ¿También son parte de esa formación?

Hay que analizar cada caso. Si alguien quiere importar algo, se le explica si se puede o no se puede. Hay que mirar el nomenclador, las posibles intervenciones, si necesita certificado de origen. Todo eso puede modificar los costos y los tiempos. Por ejemplo, si traés algo de Brasil, con certificado de origen pagás menos aranceles que si viene de China. Muchos no lo saben.

Refiriéndose al comercio exterior, Alejandro
Refiriéndose al comercio exterior, Alejandro comenta que "hay mucho movimiento y, en Argentina, se puede ayudar mucho simplemente informando, viendo las capacidades productivas de quienes quieren exportar o las necesidades específicas de quienes quieren importar" (Foto: Shutterstock)

Entonces, ¿no alcanza con confiar en quien te asesora?

Tenés que aprender, pero también tenés que confiar en que quien te asesora te está diciendo lo correcto. Porque si alguien quiere importar algo, muchas veces lo analiza solo desde el punto de vista comercial: “Lo compro a tanto, lo vendo a tanto”. Pero no es solo eso. Hay que armar un desarrollo de costos completo.

El valor agregado que puede brindar un despachante es el conocimiento y la seguridad. Si vos le brindás al usuario información precisa, le estás permitiendo decidir si le conviene o no. Pero tenés que decirle la verdad y actuar con transparencia y profesionalismo. Porque esa persona no solo quiere hacer negocios, también quiere minimizar costos y riesgos. Y ahí es donde el despachante suma valor: en la experiencia, en saber cómo se coordina, en anticipar demoras o problemas.

¿Cómo describirías, desde tu experiencia, el impacto que tiene el comercio exterior en la sociedad?

El impacto es directo. Es un ida y vuelta. La gente accede a productos que antes no existían en el país: tecnología, alimentos, indumentaria y demás. Y eso cambia la vida cotidiana.

Gracias a la globalización, hubo una evolución impresionante en los últimos 10 o 15 años. Hay tecnología en todo: en los electrodomésticos, en los equipos médicos, en la maquinaria agrícola. Vas al campo y ves sistemas de riego automáticos que antes no existían.

Lo mismo pasa con la exportación. Somos un país agroalimentario, pero también recibimos mucha información de afuera, que nos ayuda a mejorar la genética, los medicamentos y los métodos productivos. El comercio exterior impulsa el desarrollo. Y para mí, estar dentro del sistema global es lo que nos permite crecer.