
A pesar del auge del comercio digital y del crecimiento sostenido del comercio exterior entre pequeñas y medianas empresas, los sistemas de pago transfronterizo en América Latina siguen anclados a una lógica diseñada para grandes corporaciones. Esto no solo limita la competitividad regional, sino que introduce ineficiencias que impactan directamente en la logística de abastecimiento, los vínculos con proveedores y la planificación financiera.
Según un reciente informe regional, tres de cada cinco pymes latinoamericanas ya se abastecen de proveedores internacionales. En países como México y Brasil, el 75% de estas empresas planea ampliar sus alianzas globales. Sin embargo, los costos ocultos, los retrasos en las transferencias y la falta de transparencia en los pagos internacionales representan obstáculos difíciles de sortear.
El estudio, basado en 70 transferencias reales y más de 30 entrevistas a bancos y empresas de la región, reveló que enviar solo 250 dólares puede implicar una comisión promedio del 23,3%. A esto se suman los márgenes cambiarios y las conversiones automáticas de divisas, que reducen aún más el monto recibido por el proveedor. En algunos corredores clave del comercio exterior latinoamericano, las comisiones superan el 30%.
Comisiones altas y tiempos imprevisibles: un riesgo para la logística
Esta realidad impone una presión constante sobre las pequeñas empresas, que deben equilibrar su flujo de caja con operaciones logísticas y administrativas cada vez más exigentes. A diferencia de las grandes corporaciones, no cuentan con departamentos especializados para gestionar pagos internacionales ni con el poder de negociación necesario para acceder a mejores condiciones cambiarias. El resultado es un ecosistema fragmentado, poco transparente y, en muchos casos, excluyente.
El 40% de las transferencias internacionales analizadas tardaron más de cuatro días hábiles en completarse, y casi una de cada cinco superó los diez días. En mercados como Brasil, ocho de cada diez operaciones tardaron más de cuatro días, y un 11% directamente fracasó. Esta imprevisibilidad afecta la relación con proveedores internacionales, interrumpe ciclos logísticos e impide planificar estrategias de expansión o reinversión.
A esto se suman los desafíos operativos internos. Las pymes deben lidiar con procesos de cumplimiento complejos, verificación manual de pagos y estructuras de costos que no distinguen entre transacciones grandes o pequeñas. Las comisiones fijas por cada operación, sumadas a las exigencias regulatorias, encarecen el servicio y hacen que muchos bancos dejen de priorizar este segmento.

El sistema financiero aún no se adapta a la realidad de las pymes
Sin embargo, el problema no se agota en los bancos. Muchas pequeñas empresas aún operan con sistemas de gestión obsoletos, sin herramientas digitales integradas ni procesos automatizados. Esto las vuelve más dependientes del personal bancario, incrementa sus costos de operación y las deja expuestas ante errores, fraudes o demoras.
La falta de trazabilidad en tiempo real, la imposibilidad de conocer de antemano el monto exacto que recibirá el proveedor y la baja interoperabilidad entre plataformas son parte del problema. En un entorno donde el tiempo es el activo más valioso, estas ineficiencias no solo retrasan operaciones, sino que desincentivan la internacionalización.
Frente a este panorama, surgen propuestas para transformar el ecosistema financiero vinculado al comercio exterior. Algunas recomendaciones incluyen segmentar a las pymes según sus necesidades reales, adoptar modelos digitales de autoservicio, facilitar el cumplimiento normativo mediante automatización y ofrecer soluciones que se integren directamente con los sistemas que las empresas ya utilizan, como plataformas de facturación o ERP.
También se destaca la necesidad de desarrollar vías de pago alternativas al modelo tradicional de banca corresponsal, especialmente para transacciones de bajo importe. Estas soluciones deberían ser más rápidas, eficientes en costos y completamente transparentes. La experiencia del usuario se vuelve un factor clave: las pymes ya no buscan solo realizar una operación financiera, sino contar con un aliado estratégico que las acompañe en su crecimiento global.
El potencial está. En 2024, las transacciones internacionales B2B alcanzaron los 32 billones de dólares a nivel mundial, y se espera que superen los 45 billones para 2030. En América Latina, se proyecta que el volumen de pagos transfronterizos se duplicará en ese mismo período. Pero para que las pymes latinoamericanas puedan aprovechar esa oportunidad, necesitan algo más que voluntad: requieren un sistema financiero alineado con su realidad y con las exigencias de la logística global.
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