
Después de un comienzo de temporada invernal con condiciones variables, en muchos destinos turísticos finalmente llegaron las primeras nevadas importantes. Esta reactivación trajo alivio y permitió recuperar la actividad en centros de montaña, devolviendo una imagen invernal esperada por residentes y visitantes. Sin embargo, lo que ocurre detrás de escena revela una realidad cada vez más extendida: el invierno ya no se sostiene solo con nieve natural, y la logística pasó a ser un actor central.
Incluso cuando las precipitaciones llegan, la producción artificial de nieve se mantiene como una herramienta clave. Es lo que permite preparar las pistas con anticipación, asegurar que estén operativas al inicio de las vacaciones y responder frente a las inestabilidades del clima.
Para lograrlo, se requiere un engranaje logístico complejo: gestión de recursos hídricos, provisión energética, mantenimiento de maquinaria específica, movilización de técnicos y planificación detallada.
Fabricar el invierno: nieve hecha a medida
La nieve artificial no reemplaza del todo a la nieve natural, pero sí permite garantizar la base mínima para abrir pistas y sostener actividades turísticas clave.
El proceso requiere condiciones precisas: temperaturas por debajo de los 0 °C, baja humedad, presión constante, disponibilidad de agua y energía eléctrica. Por eso, los cañones funcionan principalmente durante la madrugada, aprovechando las horas más frías.
En muchos casos se instalan lagunas artificiales para abastecer los sistemas, evitando tensiones con las fuentes naturales de agua. Este recurso, cada vez más valioso, exige también una logística responsable y sostenible.
El peso de la logística en la temporada
La operación de un sistema de nieve artificial no se limita a la producción puntual de nieve: requiere una planificación logística integral y sostenida en el tiempo. Desde la previsión meteorológica hasta la distribución de la nieve en las pistas, cada etapa está atravesada por decisiones técnicas y organizativas que deben coordinarse con precisión.
El proceso involucra múltiples actores y recursos: equipos técnicos especializados, sistemas de bombeo, infraestructura eléctrica, redes de cañerías subterráneas, transporte de maquinaria, provisión de agua, mantenimiento de vehículos y monitoreo en tiempo real de las condiciones climáticas. Todo esto debe funcionar de forma sincronizada, incluso en escenarios con temperaturas bajo cero y cambios meteorológicos repentinos.
Cuando la nieve natural escasea o no llega a tiempo, se intensifica la presión sobre estos sistemas. Aumenta la demanda de energía, se refuerzan los turnos operativos, se acelera la distribución de insumos clave y, en algunos casos, se implementan traslados de nieve artificial desde zonas de mayor acumulación hacia otras sin cobertura, lo que implica una logística de transporte pesada, reorganización urgente de recursos y mayores costos operativos.

Además, se suman tareas complementarias como la nivelación y mantenimiento del terreno con maquinaria específica, el control de espesores y la preservación de la calidad de la nieve producida, lo que exige una logística diaria de inspección, reparación y ajustes sobre el terreno.
Este conjunto de acciones, aunque muchas veces pasa desapercibido para los visitantes, resulta fundamental para garantizar que las pistas estén habilitadas, que la experiencia sea segura y que la temporada pueda desarrollarse con normalidad. Sin esa infraestructura, sin personal preparado y sin anticipación, el funcionamiento del turismo invernal sería inviable en muchas regiones. En definitiva, la logística no solo sostiene la nieve: sostiene toda la temporada.
Turismo, economía y clima: un nuevo equilibrio
En muchas regiones turísticas, el invierno es una de las temporadas más fuertes del año. La caída en las reservas, cuando la nieve no aparece, afecta directamente a hoteles, restaurantes, transportistas, escuelas de esquí y comercios locales. La economía regional se desacelera rápidamente si el atractivo principal no está garantizado.
Por eso, contar con una estrategia logística que permita fabricar nieve o al menos extender su permanencia en las pistas se convirtió en una condición básica para sostener la actividad. Ya no alcanza con esperar a que nieve. Ahora se necesita capacidad de respuesta, infraestructura y previsión.
El cambio climático ya dejó de ser un pronóstico a futuro: hoy es parte de la planificación diaria. Los inviernos se volvieron menos predecibles, más cálidos y con menos precipitaciones en muchas regiones del mundo. En el hemisferio sur, los datos de los últimos años muestran una caída sostenida en la frecuencia e intensidad de las nevadas.
Esto obliga a los centros turísticos a repensar sus estrategias. Algunos apuestan por diversificar su oferta con actividades de montaña que no dependen de la nieve: caminatas, propuestas gastronómicas, experiencias culturales o de bienestar. Pero mientras tanto, la nieve sigue siendo el mayor atractivo. Y cuando no llega sola, hay que fabricarla.
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